Otro aniversario

El 6 de junio de 2010 se botó este barquito de papel, al que bauticé como “El Día de Zamora”, en conmemoración de una batalla, acontecida en nuestra ciudad en julio del 901. Me gusta la paz y el amor y me ofende la guerra y el odio; pero hacer periodismo en Zamora, en esta ciudad del alma, la que nos alienta -cada año que pasa, menos-y la que nos acusa -cada segundo, más-, escribir en libertad, sin censura, siempre me pareció  labor más colosal que los 12 trabajos de Hércules.

Sí, lo confieso, escribir en Zamora, a pluma descubierta,  provoca batallas, una interior, contra la cobardía propia de cada ser humano que se dedica el periodismo, y la otra externa, contra un enemigo invisible, una mentalidad caciquil y un miedo al futuro. Y te lo cuento con el alma en canal, porque padecí persecuciones políticas de malandrines que convirtieron un acto sacro, como administrar la res pública, en una práctica infecta, fétida, pestilente. Ni perdono ni olvido. No soy un tipo religioso. Pero nunca me he tomado venganza de aquella canalla. Cierto que flagelé a esa gente con el látigo de mis verbo. Poco más. Personajes que causaron enorme daño a nuestra tierra, deberían pasarse el resto de sus vidas en el ostracismo del pueblo; pero, en cambio gozaron y disfrutan ahora de privilegios económicos extraordinarios.

Con tantas borrascas que amenazaron la navegación de este barquito de papel, a veces verdaderos huracanes, ciclogénesis políticas, otras tormentas ideológicas, la tripulación, solidaria y modélica, personas altruistas y abnegadas, con fe y determinación, dirigieron este periódico hacia el puerto de la belleza y la verdad, donde nos recibieron nuestros lectores con besos y abrazos de papel.

La historia de este barquito de papel se escribió con la belleza del amor, la tinta de la verdad, el misterio de la sintaxis y la felicidad de mis compañeros en el velamen y mis colaboradores, a los que estimo y, en algún caso, amo, en la distancia, con ternura y pasión. 

Eugenio-Jesús de Ávila