CON LOS CINCO SENTIDOS
Todos somos héroes para alguien
Hoy, sin venir a cuento o quizá por agradecimiento o sintonía entre ambas, mi hija me ha dicho que no tiene héroes, que no admira a casi nadie, exceptuándome a mí y a algunas otras personas que han hecho grandes cosas por el bien común. Obviamente, me he emocionado, hasta sonrojado y sentido pequeña e insignificante ante tan espontánea confesión por su parte. Me pongo en la piel de aquellos que lo pasan mal, o que dan su tiempo sin pedir absolutamente nada a cambio y me siento bien poca cosa. Sé que hice lo que pude con lo que tenía a mano, pero al menos ella lo ha visto, lo ha sentido y lo aprecia. Para mí eso es tener éxito en la vida. No es el hecho de estar forrado o tener miles y miles de seguidores o marcas importantes tras tus pasos, no. Para mí que mi hija me diga que soy la versión cercana y palpable de Wonder Woman, la mujer maravilla, es algo muy grande. Ni todo el dinero del mundo paga ese afecto y esa inmensa satisfacción.
Casi todo el mundo piensa, incluso la familia, sí, la familia, que si no tienes un buen sueldo, una vida desahogada, un buen coche, o dos, una casa de verano y un estatus social, no eres nada, no eres nadie. Esa familia no debe de ser la tuya cuando piensa eso de uno de los suyos, quizá te “vendieron a los gitanos en un mercadillo”, como me decía alguien cercano, siendo yo muy niña y muy trasto para joderme bien en mi orgullo y hacerme sentir que no era parte de mi círculo. Todo eso ahora cobra sentido porque pasados más de cuarenta años, aún recuerdo con desazón aquellas expresiones que te dicen los mayores y piensan que quedarán en el olvido, puede que en el suyo, pero no en los receptores de tales críticas a modo de mofa y burla.
Crecí pensando que no habría remedio para mi hiperactividad mental, para mi desasosiego constante, crecí regular, a empellones. Siempre esperando algo especial, como quien espera una carta deseada o un paquete con algo que pediste y quieres que llegue ya, a toda costa.
Pero si de algo estoy orgullosa y puedo presumir, aunque no lo haga, es de la sencillez y humanidad con la que he criado a mi hija para que se haya convertido en lo que es a día de hoy. Una buena persona. Eso sí que es tener éxito.
Nélida L.Del Estal Sastre
Hoy, sin venir a cuento o quizá por agradecimiento o sintonía entre ambas, mi hija me ha dicho que no tiene héroes, que no admira a casi nadie, exceptuándome a mí y a algunas otras personas que han hecho grandes cosas por el bien común. Obviamente, me he emocionado, hasta sonrojado y sentido pequeña e insignificante ante tan espontánea confesión por su parte. Me pongo en la piel de aquellos que lo pasan mal, o que dan su tiempo sin pedir absolutamente nada a cambio y me siento bien poca cosa. Sé que hice lo que pude con lo que tenía a mano, pero al menos ella lo ha visto, lo ha sentido y lo aprecia. Para mí eso es tener éxito en la vida. No es el hecho de estar forrado o tener miles y miles de seguidores o marcas importantes tras tus pasos, no. Para mí que mi hija me diga que soy la versión cercana y palpable de Wonder Woman, la mujer maravilla, es algo muy grande. Ni todo el dinero del mundo paga ese afecto y esa inmensa satisfacción.
Casi todo el mundo piensa, incluso la familia, sí, la familia, que si no tienes un buen sueldo, una vida desahogada, un buen coche, o dos, una casa de verano y un estatus social, no eres nada, no eres nadie. Esa familia no debe de ser la tuya cuando piensa eso de uno de los suyos, quizá te “vendieron a los gitanos en un mercadillo”, como me decía alguien cercano, siendo yo muy niña y muy trasto para joderme bien en mi orgullo y hacerme sentir que no era parte de mi círculo. Todo eso ahora cobra sentido porque pasados más de cuarenta años, aún recuerdo con desazón aquellas expresiones que te dicen los mayores y piensan que quedarán en el olvido, puede que en el suyo, pero no en los receptores de tales críticas a modo de mofa y burla.
Crecí pensando que no habría remedio para mi hiperactividad mental, para mi desasosiego constante, crecí regular, a empellones. Siempre esperando algo especial, como quien espera una carta deseada o un paquete con algo que pediste y quieres que llegue ya, a toda costa.
Pero si de algo estoy orgullosa y puedo presumir, aunque no lo haga, es de la sencillez y humanidad con la que he criado a mi hija para que se haya convertido en lo que es a día de hoy. Una buena persona. Eso sí que es tener éxito.
Nélida L.Del Estal Sastre























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