Gonzalo Julián
Viernes, 18 de Junio de 2021
LITERATURA

Ian Gibson: hispanista y español

[Img #54291]Una vez más vuelvo a releer un libro que “estuvo conmigo” hace ya casi 4 años. Alguna vez he contado que ciertos libros, (sobre todo en la Biblioteca Pública), siento que me llaman. Y perdón por la petulancia. Ahora también lo hacen los míos, como queriendo reclamar su filiación y derechos familiares.

            Así  lo ha hecho “AVENTURAS IBÉRICAS”, de Ian Gibson (Ediciones BSA. 2017). Con ellos, (autor y obra), he vuelto a recorrer unos itinerarios que ya había  olvidado, y he podido recuperar un autor que debiéramos dejar que nos siga hablando para escucharlo, y ya luego, analizar y decidir.

            Habiendo llegado desde Irlanda, por el mero placer de lo que él llama “atracción por la Península Ibérica”... hasta llegar a convertirse en su “amor y flechazo juvenil”, y que ha culminado con una “unión de hecho” y fidelidad mutua desde 1957, cuando un joven de 18 años, (yo tenía 1), viajaba como cualquier otro desde la Europa desarrollada, libre y preparatoria de la que sería para Occidente una  nueva “Revolución Francesa”, que culminaría con  el  “Mayo del 68”...

            Y llegaba a una Península, en  la que España aún no se imaginaba a sí misma sin Franco, ni Portugal sin Salazar,  por la parte que les tocaba. El Régimen controlaba todo, de lo que se beneficiaban sus dirigentes y gratificaban a sus adeptos... Desde aquel viaje iniciativo ha recorrido buena parte de la España que le pudiese mostrar restos, pruebas, obras, palabras, episodios, mutaciones... Cultura en definitiva... del “paso por aquí”  de los celtas, íberos, fenicios, romanos, árabes, judíos, moriscos... franceses...

            Ha residido en un “carmen” de Granada, con su mujer y en Madrid, donde fijaría su residencia con sus hijos; ahora ya nietos. Su formación en el Trinity College de Dublin, eligiendo estudiar Español, y su descubrimiento del poeta granadino García Lorca, al igual que su obra, su vida... su muerte, permitieron y alentaron  que, de aquella semilla, arraigara un  hermoso árbol, cuya sombra y frutos nos ayudan a “entendernos” (simplemente,  sin el “mejor”). Por todo ello, y siendo consecuente consigo mismo, se implicó con la sociedad y la política española y, en 1984, solicitó la nacionalidad española que ostenta con la irlandesa de nacimiento.

          [Img #54292]  Este libro nos hace acompañarle por aquellos primeros pasos que le trajeron a Madrid. Nos lleva a su anhelada Granada, para empezar a investigar sobre “su poeta”, hasta culminarla con la publicación de su primera biografía. También nos hace revivir sus visitas al Museo Nacional de Arqueología, (a quien dedica este libro),  que le acercan a los primeros moradores de la península, con escapadas a los lugares de los yacimientos que pueblan sus salas y vitrinas: las “Damas de Baza y Elche”. La ingeniería del Imperio Romano aplicada a sus carreteras, acueductos, teatros... Mérida y su Museo Nacional de Arte Romano con el edificio de Rafael Moneo que lo alberga tan dignamente.

            Así hasta llegar a nuestros días “pre y post democráticos”, no sin antes repasar ¡y recorrer! las andanzas de nuestro caballero, tan universal como inmortal: Don Quijote. Investiga y busca su lugar de nacimiento y residencia ...en la Mancha, de cuyo nombre no quiere acordarse D. Miguel de Cervantes... su paso por Zaragoza... su llegada a Barcelona... dónde pudieron  acontecer las aventuras que lo llevaron como caballero “...deshacedor de entuertos...”

 

            Está considerado uno de los “hispanistas” actuales más reconocidos, tras plasmar, desde aquel viaje iniciativo con 18 años, todos sus estudios, vivencias e investigaciones en otras tantas obras, publicaciones y artículos, lo que le ha otorgado numerosos premios, nacionales e internacionales.

 

            No quiero terminar sin hacer mías sus opiniones de reconocimiento a los españoles con los que convive desde hace ya tanto tiempo. Cita que el rasgo  que más le ha atraído es lo que llama “sociabilidad compulsiva de la gente” y que nos lleva “a no poder estar mucho tiempo en casa sin salir...e ir a los bares...a cualquier hora del día...o de la noche...”. Menciona  otra costumbre que le impresiona: “...la de invitar al prójimo a tomar algo...”

            También ha de citar, y cita, rasgos en el sentido contrario: “nuestra dificultad para dialogar y/o escuchar”; “el ruido con el que convivimos...y hacemos”; “la falta de señalización” de los valores propios, (lugares, monumentos, zonas), de cara a la “información a dar a los visitantes”... (añado yo: fijémonos que, a la entrada de nuestras ciudades, siempre se nos mostrará el mismo cartel, en el que la única diferencia, con el de la ciudad vecina... o alejada,  es...el nombre). La “falta de mantenimiento” de ciudades y pueblos, calles, dotaciones, viviendas particulares, edificios públicos, etc; la “picaresca” que ha evolucionado hasta la “corrupción”; el trato dado/recibido a/por los “animales”; los “tacos” omnipresentes en nuestras conversaciones...

            Termina, antes de pasar al Epílogo, con un aserto que considero agridulce: “Por algo España  --la España actual, la España de 42 años después de la muerte de Franco--  me produce una mezcla de amor y tristeza”.

            Admirado Ian, los españoles que sentimos “esa tristeza” es por “amar a España”. Yo creo que a usted, como español, le ocurre lo mismo.

 

 

Gonzalo Julián

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