Marino Carazo
Jueves, 24 de Junio de 2021
DESDE LA IZQUIERDA

La conciencia democrática ciudadana...¡Necesita mejorar!

[Img #54419]La calidad democrática, en España, empieza a estar bajo mínimos. No hablo ya de las intervenciones delirantes con que se manifiestan algunos portavoces de la oposición. Hoy quiero referirme a la conciencia democrática que muestra la ciudadanía. Un pueblo que sufre y se queja, mientras sigue apoyando actitudes políticas indeseables, capaces de criticar, con la misma fuerza, una cosa y la contraria como estrategia de desgaste.

Los políticos son, siempre, fiel reflejo de la sociedad que los elige, pero, cada vez más, es la Sociedad la que está empezando a ser espejo del vodevil parlamentario. El ciudadano lleva tiempo asumiendo, irreflexivamente, las mismas negativas actitudes de sus representantes y “comprando” todas las mentiras que hagan falta si las cuentan “los suyos”. Luego las defienden en la calle como propias, con tanta exaltación como falta de convicción y argumentos.

Consecuencia, y prueba de todo ello, esos frecuentes acuerdos de “no hablar de política”, hartos como estamos de conversaciones discordantes, que eluden puntos de encuentro y en las que siquiera nos escuchamos. Un resultado, inducido quizás, por la bajeza democrática de ciertas fuerzas políticas de no reconocer la victoria electoral, cuando se produce, del adversario y, así, calificarlo de ilegitimo.

El poder sólo es propiedad del pueblo, que lo deposita, temporalmente, en manos del Gobierno electo, otorgándole, sin discusión, toda la legitimidad de gestión para esa legislatura. No obstante, la derecha, convencida de que les pertenece, consideran, todo lo que no sea gobernar ellos, una usurpación, actuando en consecuencia. Los ciudadanos, demostrando ser mejores, debemos ser capaces de asumir siempre, con alegría o tristeza, pero con racionalidad y elegancia, cualquier resultado electoral y dar a los vencedores, los que sean, nuestro voto de confianza a su gestión, que, al final del periodo, evaluaremos, reiterando o retirándole el apoyo en las urnas.

En este aspecto, la alternancia en el poder es muy recomendable. Mantenerlo demasiado tiempo suele crear vicios indeseables. Algo que tampoco acepta el PP, anclado desde décadas en muchas autonomías, mientras calificaba de “chiringuito” a aquella donde se perpetuaban los otros, hasta conseguir gobernarla, también, en lo que antes denominaban “pacto de perdedores”.

En Zamora, por ejemplo, echamos en falta esa alternancia, olvidados de esa Junta que lleva gobernada, sin pausa, desde 1986 por el Partido Popular. Nos quejamos, con razón, del trato humillante que recibimos de esa “cosa de Valladolid”, pero, aún así, les seguimos entregando, elección tras elección, mayoritariamente nuestro voto a cambio… de nada.

Podría ser tiempo ya, en esta tierra, de no conformarnos con “lo malo conocido”, como calificaron en campaña a Ayuso desde su partido, e intentar buscar “lo bueno por conocer”. La disyuntiva estará entre una nueva ración de descontento, dejación y olvido o apostar por otra opción política, a ver qué pasa.

Los ciudadanos no deberíamos hacer el juego a la perversa estrategia de la oposición política. Para la derecha, cualquier decisión del Gobierno social-comunista (ellos lo usan como negativo, yo no), siempre es la equivocada, aunque nunca pongan sobre la mesa proyecto alternativo alguno. Si nosotros, como ellos, hacemos lo mismo y elegimos echar por tierra cualquier gestión, ya sea sanitaria o de política territorial. Si, como ellos, preferimos ponernos del lado de Marruecos que al de nuestro Gobierno, estaremos haciendo un flaco favor a esa España con que tanto se llenan algunos la boca.

Llegados a este punto deberíamos, al menos, aceptar, ideologías aparte, el principio de que nadie acierta en todo, pero tampoco se equivoca siempre. Si seguimos alimentando, también en la calle, dicha postura, la crispación política y personal seguirá en aumento, ayudaremos poco a cualquier avance y quedará demostrado que carecemos de un mínimo de conciencia democrática. Juzguemos, también a quien gobierna, con reflexión y objetividad y nunca “al dictado”. Que nuestra crítica política no sea una necesidad creada que repitamos bobaliconamente.

Enaltecer las emociones para sublevar las voluntades, sin escrúpulos, bandera en mano si hace falta, resulta sencillo. Que las cosas vuelvan a la normalidad, puede que resulte más complicado. Por eso tendrían que medirse ciertas manifestaciones, y si no aportan nada constructivo, hacer el propósito de callarse como han decidido, y hacen, con el tema de la propia corrupción.

España no es ningún conjunto de eslóganes gritados en ninguna plaza, envueltos en la bandera, donde se deja fuera de su concepto de “español” a más de la mitad de nosotros. España son sus gentes, y es el Estado, y no la “patria”, quien defenderá nuestros derechos, atenderá nuestras necesidades y luchará contra toda desigualdad.

Pero en fin, como dice Ángel Gabilondo, “Hay tanta gente que no piensa como yo, que ya no sé si yo mismo pienso como yo”.

Marino Carazo Martín

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