PASIÓN POR ZAMORA
¿Por qué me duele Zamora?
A Miguel de Unamuno, un vasco de Vizcaya, le dolía España. A mí me duele Zamora, que también es España, aunque cada vez menos, porque los distintos gobiernos de la nación, desde 1977, la trataron como si no existiera, tanto que le robaron lo poco que guardaba. Durante estos casi 50 años de periodo pseudodemocrático, nuestra provincia perdió miles de habitantes, que se vieron obligados a buscarse la vida lejos de las fronteras provinciales; se cerraron cientos de comercios, entre ellos firmas que alcanzaron fama regional; el Estado retiró organismos de la ciudad, mientras el campo sufría una reconversión silente, que enlutó establos y tierras. Zamora se depauperó.
Cierto que se construyeron infraestructuras de comunicación terrestre, porque no había otro remedio, pero, como siempre sucedió por estos pagos, llegaron demasiado tarde. Incluso se viene clamando, ha tiempo, bien con gobiernos del PSOE, ya con ejecutivos del PP, por transformar en autovía la N-122 entre Zamora y la frontera lusa, pero ni populares ni sanchistas se dejaron la piel en esta apuesta. Esta provincia no cuenta, siempre es la última en todo.
¡Qué más les da al PP y al PSOE nuestra tierra si no se juegan nada en las elecciones legislativas! Siempre se repartirán los tres diputados entre conservadores, socialistas y ahora Vox. A ningún político zamorano, con poltrona en Madrid, le importó su gente, ni el paisanaje, ni el paisaje de desierto demográfico que dibuja su tierra de origen. No obstante, la gente zamorana sigue votando, mantiene su cita con las urnas, como si fuese una obligación, por inercia. Y no caen en la cuenta que jamás eligen, que se lo dan todo hecho las jerarquías de los respectivos partidos. No se castiga a los que incumplen sus promesas. Salen ilesos de sus afrentas, de sus mentiras, de sus burlas.
Si aquí hubiera conciencia política, si en Zamora los ciudadanos se comportasen como tales, nuestra tierra tendría futuro. Pero el zamorano padece apatía antropológica. Le trae sin cuidado la deriva hacia la nada de sus ciudades y de la provincia. Cobra pensiones miserables, de subsistencia; contempla como los jóvenes huyen de esta geografía enferma sin que una sola mueca se dibuje en el rostro colectivo de Zamora; se pagan salarios ridículos a los trabajadores, los intelectuales escuchan música de Mozart y leen a Nietzsche o Schopenhauer cuando Morfeo los cita en el lecho, mientras el duelo se queja con sus lágrimas secas.
Caja Rural de Zamora, la única institución privada que sufre con las cuitas de esta tierra, creo Zamora10, organismo que ha trabajado contracorriente, incluso contra los partidos políticos, se convirtió en fuente de ideas, en conciencia crítica, en formación política, sin ser partido, pero trabajando por la polis, por el pueblo, porque cree, como Aristóteles, que el hombre, también el zamorano, es un animal político; por asir el futuro, que aquí solo parece pretérito.
Y tampoco, las fuerzas reaccionarias, políticas y empresariales, le han permitido a Zamora10 acelerar su discurso, construir una arquitectura de progreso, despertar espíritus y empujar cuerpos para construir una sociedad mejor, una provincia que progrese, una ciudad que sea envidiada. Siempre tuvo, desde su nacimiento, una quinta columna entorpeciendo su labor material e intelectual.
¡Cómo no me va a doler Zamora, si la observo postrada, sin capacidad para enfrentarse a sus enemigos, sin fuerza para combatir sus males endémicos: políticos felones y sociedad pusilánime!
Requejo lo está intentando. Ahí está su labor. Hechos. Guarido quiere, pero gobierna en una aldea perdida. Vicente Merino, un ingeniero y empresario ejemplar, edifica industria. Cipriano García, desde la única entidad bancaria zamorana, se ha colocado peto y espaldar, como un Quijote del Duero, para enfrentarse a los molinos del desaliento, de la decadencia, de la apatía.
Perfecto. Pero sin la gente, su laboriosidad, bizarría, ímpetu se amortizará en el libro de nuestra historia..
Eugenio-Jesús de Ávila
A Miguel de Unamuno, un vasco de Vizcaya, le dolía España. A mí me duele Zamora, que también es España, aunque cada vez menos, porque los distintos gobiernos de la nación, desde 1977, la trataron como si no existiera, tanto que le robaron lo poco que guardaba. Durante estos casi 50 años de periodo pseudodemocrático, nuestra provincia perdió miles de habitantes, que se vieron obligados a buscarse la vida lejos de las fronteras provinciales; se cerraron cientos de comercios, entre ellos firmas que alcanzaron fama regional; el Estado retiró organismos de la ciudad, mientras el campo sufría una reconversión silente, que enlutó establos y tierras. Zamora se depauperó.
Cierto que se construyeron infraestructuras de comunicación terrestre, porque no había otro remedio, pero, como siempre sucedió por estos pagos, llegaron demasiado tarde. Incluso se viene clamando, ha tiempo, bien con gobiernos del PSOE, ya con ejecutivos del PP, por transformar en autovía la N-122 entre Zamora y la frontera lusa, pero ni populares ni sanchistas se dejaron la piel en esta apuesta. Esta provincia no cuenta, siempre es la última en todo.
¡Qué más les da al PP y al PSOE nuestra tierra si no se juegan nada en las elecciones legislativas! Siempre se repartirán los tres diputados entre conservadores, socialistas y ahora Vox. A ningún político zamorano, con poltrona en Madrid, le importó su gente, ni el paisanaje, ni el paisaje de desierto demográfico que dibuja su tierra de origen. No obstante, la gente zamorana sigue votando, mantiene su cita con las urnas, como si fuese una obligación, por inercia. Y no caen en la cuenta que jamás eligen, que se lo dan todo hecho las jerarquías de los respectivos partidos. No se castiga a los que incumplen sus promesas. Salen ilesos de sus afrentas, de sus mentiras, de sus burlas.
Si aquí hubiera conciencia política, si en Zamora los ciudadanos se comportasen como tales, nuestra tierra tendría futuro. Pero el zamorano padece apatía antropológica. Le trae sin cuidado la deriva hacia la nada de sus ciudades y de la provincia. Cobra pensiones miserables, de subsistencia; contempla como los jóvenes huyen de esta geografía enferma sin que una sola mueca se dibuje en el rostro colectivo de Zamora; se pagan salarios ridículos a los trabajadores, los intelectuales escuchan música de Mozart y leen a Nietzsche o Schopenhauer cuando Morfeo los cita en el lecho, mientras el duelo se queja con sus lágrimas secas.
Caja Rural de Zamora, la única institución privada que sufre con las cuitas de esta tierra, creo Zamora10, organismo que ha trabajado contracorriente, incluso contra los partidos políticos, se convirtió en fuente de ideas, en conciencia crítica, en formación política, sin ser partido, pero trabajando por la polis, por el pueblo, porque cree, como Aristóteles, que el hombre, también el zamorano, es un animal político; por asir el futuro, que aquí solo parece pretérito.
Y tampoco, las fuerzas reaccionarias, políticas y empresariales, le han permitido a Zamora10 acelerar su discurso, construir una arquitectura de progreso, despertar espíritus y empujar cuerpos para construir una sociedad mejor, una provincia que progrese, una ciudad que sea envidiada. Siempre tuvo, desde su nacimiento, una quinta columna entorpeciendo su labor material e intelectual.
¡Cómo no me va a doler Zamora, si la observo postrada, sin capacidad para enfrentarse a sus enemigos, sin fuerza para combatir sus males endémicos: políticos felones y sociedad pusilánime!
Requejo lo está intentando. Ahí está su labor. Hechos. Guarido quiere, pero gobierna en una aldea perdida. Vicente Merino, un ingeniero y empresario ejemplar, edifica industria. Cipriano García, desde la única entidad bancaria zamorana, se ha colocado peto y espaldar, como un Quijote del Duero, para enfrentarse a los molinos del desaliento, de la decadencia, de la apatía.
Perfecto. Pero sin la gente, su laboriosidad, bizarría, ímpetu se amortizará en el libro de nuestra historia..
Eugenio-Jesús de Ávila
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.149