ME QUEDA LA PALABRA
Todo para el Estado: la construcción del hombre lanar
A usted que no es facha, que no duda que Cuba sea una dictadura brural; quizá le encantaría vivir en una nación con un Estado que dirigiera su vida desde que nace hasta que fallece, desde el pañal a la mortaja. Le gustaría que no hubiera propiedad privada, no ya de los medios de producción, sino particular; que no tuviera vivienda, ni tan si quiera una bicicleta, nada suyo, ni propia su persona. Por supuesto, tampoco habría herencia, porque usted no tendría nada que dejar a su familia, hijos, nietos, sobrinos. Todo sería Estado, nada cabría fuera del Estado, nadie podría rebelarse contra el Estado, tal y cual lo exigía Mussolini para Italia, calco de la ideología leninista. Primos hermanos.
Por supuesto, no habría elecciones, porque solo existiría un partido, verbigracia, Unidas Podemos. Quizá referendos, como durante el régimen franquista, para consultar banalidades, que siempre resultarían aprobados por un 99%. Ni sindicatos de clase, porque solo habría una, la de los trabajadores del Estado, todos funcionarios. Y, dirigiéndolo todo, una nomenklatura, una casta, auténtica, en palabas de Iglesias, que, con cierta asiduidad, sufriría purgas. Es propio de las dictaduras, más de las que son pura ideología, que la ortodoxia ejecute una catarsis entre sus miembros. Sucedió en la U.R.S.S. con Stalin. A Vladimiro no le dio tiempo, una hemiplejía lo confinó a una silla de ruedas, sin fuerzas ni para pensar. Mao también se inventó la denominada “Revolución Cultural” para eliminar a posibles rivales. Castro hizo lo propio con el general Ochoa. Le culpó de narcotráfico. Fusilado. Pura democracia.
Salir de su ciudad, de su provincia y de la nación apenas se permitiría. Solo los afectos al régimen se lograrían esos lujos. Ya que el Estado se lo da todo, usted deberá obedecer a quien vela por su vida.
Nunca jamás se lo ocurriera ni la más ligera crítica ni cualquier gerifalte del partido, porque peligraría su ¿libertad? e incluso su vida; se lo consideraría un enemigo del régimen, un socialfascista como poco. No olvide que se crearía la figura del delator de barrio. Y, con una economía planificada, falaz, como así evidencia la historia, no la memoria, perdería media vida haciendo colas en las tiendas del Estado para adquirir las viandas más necesarias.
Y si usted es persona religiosa, vaya olvidándose de acudir a templos católicos, porque la religión será abolida. Quizá se admita la musulmana, la que considera a la mujer inferior al hombre. Si se convierte, podrá rezar en las mezquitas. Tampoco habrá Semana Santa y esas fiestas que usted tanto gusta disfrutar, como la Romería de La Hiniesta, la comunión de los niños, el matrimonio eclesiástico. Dios no existe. Suprimido por decreto. A un servidor este asunto le trae sin cuidado, porque soy un ateo racional. Pero respeto a los creyentes, a curas y monjas. Nunca los purgaría por creer en un más allá, en un Sumo Hacedor.
A este mundo feliz, nos conduce ya ese cerebro privilegiado que ocupa el cráneo del neocomunismo, anacrónico como el machismo. No obstante, con anterioridad habrá que eliminar a todo elemento burgués, periodismo crítico y librepensadores. Después se creará el hombre nuevo, el ser humano lanar, ovino, estabulado. Amén.
España camina, inexorablemente, hacia la construcción del Estado redil, del hombre oveja, del hormiguero social, del enjambre con celdas irregulares. Igualitarismo radical. Igualdad en la falta de libertad. Igualdad en la miseria intelectual. Igualdad en la ignorancia, que nadie sepa ni lo que pasa ni lo que ocurre. Igualdad en la ignorancia. Igualdad ante la muerte.
“Aquello que nos promete un paraíso en la tierra nunca produjo nada, sino un infierno”. Karl Popper.
Eugenio-Jesús de Ávila
A usted que no es facha, que no duda que Cuba sea una dictadura brural; quizá le encantaría vivir en una nación con un Estado que dirigiera su vida desde que nace hasta que fallece, desde el pañal a la mortaja. Le gustaría que no hubiera propiedad privada, no ya de los medios de producción, sino particular; que no tuviera vivienda, ni tan si quiera una bicicleta, nada suyo, ni propia su persona. Por supuesto, tampoco habría herencia, porque usted no tendría nada que dejar a su familia, hijos, nietos, sobrinos. Todo sería Estado, nada cabría fuera del Estado, nadie podría rebelarse contra el Estado, tal y cual lo exigía Mussolini para Italia, calco de la ideología leninista. Primos hermanos.
Por supuesto, no habría elecciones, porque solo existiría un partido, verbigracia, Unidas Podemos. Quizá referendos, como durante el régimen franquista, para consultar banalidades, que siempre resultarían aprobados por un 99%. Ni sindicatos de clase, porque solo habría una, la de los trabajadores del Estado, todos funcionarios. Y, dirigiéndolo todo, una nomenklatura, una casta, auténtica, en palabas de Iglesias, que, con cierta asiduidad, sufriría purgas. Es propio de las dictaduras, más de las que son pura ideología, que la ortodoxia ejecute una catarsis entre sus miembros. Sucedió en la U.R.S.S. con Stalin. A Vladimiro no le dio tiempo, una hemiplejía lo confinó a una silla de ruedas, sin fuerzas ni para pensar. Mao también se inventó la denominada “Revolución Cultural” para eliminar a posibles rivales. Castro hizo lo propio con el general Ochoa. Le culpó de narcotráfico. Fusilado. Pura democracia.
Salir de su ciudad, de su provincia y de la nación apenas se permitiría. Solo los afectos al régimen se lograrían esos lujos. Ya que el Estado se lo da todo, usted deberá obedecer a quien vela por su vida.
Nunca jamás se lo ocurriera ni la más ligera crítica ni cualquier gerifalte del partido, porque peligraría su ¿libertad? e incluso su vida; se lo consideraría un enemigo del régimen, un socialfascista como poco. No olvide que se crearía la figura del delator de barrio. Y, con una economía planificada, falaz, como así evidencia la historia, no la memoria, perdería media vida haciendo colas en las tiendas del Estado para adquirir las viandas más necesarias.
Y si usted es persona religiosa, vaya olvidándose de acudir a templos católicos, porque la religión será abolida. Quizá se admita la musulmana, la que considera a la mujer inferior al hombre. Si se convierte, podrá rezar en las mezquitas. Tampoco habrá Semana Santa y esas fiestas que usted tanto gusta disfrutar, como la Romería de La Hiniesta, la comunión de los niños, el matrimonio eclesiástico. Dios no existe. Suprimido por decreto. A un servidor este asunto le trae sin cuidado, porque soy un ateo racional. Pero respeto a los creyentes, a curas y monjas. Nunca los purgaría por creer en un más allá, en un Sumo Hacedor.
A este mundo feliz, nos conduce ya ese cerebro privilegiado que ocupa el cráneo del neocomunismo, anacrónico como el machismo. No obstante, con anterioridad habrá que eliminar a todo elemento burgués, periodismo crítico y librepensadores. Después se creará el hombre nuevo, el ser humano lanar, ovino, estabulado. Amén.
España camina, inexorablemente, hacia la construcción del Estado redil, del hombre oveja, del hormiguero social, del enjambre con celdas irregulares. Igualitarismo radical. Igualdad en la falta de libertad. Igualdad en la miseria intelectual. Igualdad en la ignorancia, que nadie sepa ni lo que pasa ni lo que ocurre. Igualdad en la ignorancia. Igualdad ante la muerte.
“Aquello que nos promete un paraíso en la tierra nunca produjo nada, sino un infierno”. Karl Popper.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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