Cuando tú me tocas

No sé si es electricidad pura o una descarga de energía transformada que antes se ha destruido, como la materia de la que estamos hechos y de la que se construye todo, no lo sé. Pero cuando me tocas siento el universo en ese instante. Siento el frío y el calor al mismo tiempo, como un rayo de luz incandescente que me traspasa a lo largo de todo el cuerpo. Es magia, es ciencia, no sé qué demonios es. Pero me perturba, me desarma y me descontrola, me hace débil pero, al mismo tiempo, despierta en mí a un animal dormido a la espera y al acecho…

   No sé si te quiero o te deseo, o ambas cosas a la vez, pero me  desordenas tanto los adentros del alma que mi ser se prepara para recibirte como anfitriona de una fiesta sin fin. Ya descansaré luego, al alba, cuando los pájaros vuelvan a sus nidos y me entre hambre de comer chocolate, y gofres, y todo lo que, bajo la sábana que haya cogido prestada para cubrirme, pueda coger de la cocina junto a un café caliente, ardiendo en mi lengua, porque no sé esperar cuando quiero algo. Lo quiero pronto. Lo quiero ya, aún a riesgo de quemarme o extinguirme.

   Iré al baño, mientras se prepara el café,  me postraré frente al espejo y miraré furtivamente lo que hay tras la sábana  que llevo encima, cubriendo mi delicada y azulada desnudez…Y me gustaré, tanto como para decirme a mí misma que soy un pedazo de mujer dentro de un cuerpo algo marchito y enfermo, pero eso apenas se nota. Solo yo lo noto porque me ha tocado vivir dentro de esta desesperante tristeza.  Pensaré también que lo que hay tumbado en la cama, esperando mi regreso, es otro pedazo de mi ser con los ojos más ávidos de mi persona que haya visto jamás.  Lo sé porque me he ido varias veces de este mundo y siempre que vuelvo te miro a los ojos y son cada vez más cálidos y suplicantes. Más sinceros.

    Por eso, cuando me tocas,  siento el universo en ese instante, la luna en mi cabeza y las galaxias en mis entrañas y ansío  nuestro próximo encuentro para que vuelvas a rozarme con tu piel, con tus palabras y con tus manos de mago. Eres el Merlín del amor que se quedó prendado de la doncella triste de sonrisa inexistente y cuerpo de hielo.

Nélida  L. del Estal Sastre