ZAMORANA
El despertar de un lugar único: Zamora
Leo y escucho a los zamoranos cada vez con mayor frecuencia exasperarse porque Zamora está desierta, no hay jóvenes que quieran quedarse porque la ciudad no les ofrece un futuro para hacerlo y la mayoría de la población son ancianos de muchos pueblos que han recalado en la capital esperando dócilmente que llegue el momento de su final.
Los políticos, tanto de la Junta de Castilla y León como de la Diputación y, por supuesto de Moncloa, están mudos y sordos para adoptar compromisos al objeto de que Zamora y su provincia salgan de su postergación y, como los zamoranos somos gente callada, sufrida y nada propensos a manifestaciones, quema de banderas y toma de calles como en otros lugares donde estas estrategias, por reprobables que sean, sí funcionan; pues aplicamos lo que hemos mamado desde la cuna: sacrificio, paciencia y una resignación ancestral que nos permite sobrellevar con mansedumbre este contexto de anulación por parte de los poderes públicos. ¿Hasta cuándo?
Tenemos una provincia rica, variada, diversa, potente en cultura, gastronomía, paisaje, románico, folklore, tradiciones; con una ubicación privilegiada rayando con Portugal, con influencias lingüísticas lusas, leonesas, gallegas y astures; y formamos parte del antiguo reino de León, con una historia que se remonta al año 910, pese a que nos hayan englobado en una Comunidad Autónoma junto con Castilla uniendo dos comunidades que siempre debieron ser independientes.
Disponemos, asimismo, tanto en la ciudad de Zamora como en sus pueblos, de una arquitectura única, de variedad paisajística envidiable que va desde los humedales del occidente: lago de Sanabria, Sierra de la Culebra, lagunas, embalses y el Duero con sus afluentes que riegan todas las comarcas; la reserva natural de las lagunas de Villafáfila en el noreste de la provincia hasta las llanuras cerealistas de la parte oriental, con sus inmensos campos labrados y una cultura del barro que sería preciso abordar.
Poseemos, asimismo, una rica arquitectura, tanto civil como religiosa, que va desde el románico hasta el mudéjar, el modernismo o el arte urbano; con un recinto amurallado (antigua fortaleza medieval, hoy castillo); el puente de piedra o las aceñas de Olivares; iglesias, conventos, ermitas, monasterios y una olvidada red de yacimientos arqueológicos que se extiende por toda la provincia demostrando que otros pueblos pisaron antes nuestro suelo y que nos permite aprender a través de lo hallado en las excavaciones. Así podría seguir enumerando otras fortalezas de esta provincia olvidada: cultura, paisaje, historia, ubicación… pero estos atributos que deberían ponerse en valor, no se explotan y quedan apagados por la indolencia de los gobernantes que no saben o no quieren otorgarles la visibilidad e importancia que merecen y así esta gran provincia languidece día a día ante la pasividad y el conformismo de sus habitantes.
Existen soluciones, fáciles y económicas: en primer lugar, una concienciación social por parte de los zamoranos de orgullo autóctono, de no conformarnos con pequeñeces que alguien pretenda otorgarnos y de darnos a valer como pueblo, porque disponemos de una historia única que nos avala.
La segunda solución pasaría por publicitar la provincia (no me cansaré de decirlo: “lo que no se ve, no existe”): rutas arqueológicas (con un catálogo de excavaciones y lugares donde se ubican), jornadas tradicionales (fomentando la cultura rural: iglesias, costumbres, agroganadería), enoturismo, enseñanza del proceso de fabricación del queso o del vino (disponemos de pequeñas industrias locales que serían accesibles a este proyecto)… y un sinfín de ideas sencillas dirigidas a que Zamora se conozca, no sea una ciudad de paso ni la gente la identifique únicamente con la Semana Santa.
No podemos conformarnos con lo de siempre, debemos innovar, recordar, insistir, seguir adelante alejándonos de la desidia natural que nos ha invadido durante demasiado tiempo. Las nuevas tecnologías permiten que la información llegue al instante a todas partes ¡usémosla!, y publicitemos sin protagonismos ni reservas, vengan de donde vengan, todo aquello que sirva para aumentar el interés por nuestra tierra: estudios, escritos, proyectos, iniciativas… para que Zamora figure en Internet, en los mapas y en los proyectos de miles de visitantes a quienes podamos ofertar las bondades de esta gran provncia.
Mª Soledad Martín Turiño
Leo y escucho a los zamoranos cada vez con mayor frecuencia exasperarse porque Zamora está desierta, no hay jóvenes que quieran quedarse porque la ciudad no les ofrece un futuro para hacerlo y la mayoría de la población son ancianos de muchos pueblos que han recalado en la capital esperando dócilmente que llegue el momento de su final.
Los políticos, tanto de la Junta de Castilla y León como de la Diputación y, por supuesto de Moncloa, están mudos y sordos para adoptar compromisos al objeto de que Zamora y su provincia salgan de su postergación y, como los zamoranos somos gente callada, sufrida y nada propensos a manifestaciones, quema de banderas y toma de calles como en otros lugares donde estas estrategias, por reprobables que sean, sí funcionan; pues aplicamos lo que hemos mamado desde la cuna: sacrificio, paciencia y una resignación ancestral que nos permite sobrellevar con mansedumbre este contexto de anulación por parte de los poderes públicos. ¿Hasta cuándo?
Tenemos una provincia rica, variada, diversa, potente en cultura, gastronomía, paisaje, románico, folklore, tradiciones; con una ubicación privilegiada rayando con Portugal, con influencias lingüísticas lusas, leonesas, gallegas y astures; y formamos parte del antiguo reino de León, con una historia que se remonta al año 910, pese a que nos hayan englobado en una Comunidad Autónoma junto con Castilla uniendo dos comunidades que siempre debieron ser independientes.
Disponemos, asimismo, tanto en la ciudad de Zamora como en sus pueblos, de una arquitectura única, de variedad paisajística envidiable que va desde los humedales del occidente: lago de Sanabria, Sierra de la Culebra, lagunas, embalses y el Duero con sus afluentes que riegan todas las comarcas; la reserva natural de las lagunas de Villafáfila en el noreste de la provincia hasta las llanuras cerealistas de la parte oriental, con sus inmensos campos labrados y una cultura del barro que sería preciso abordar.
Poseemos, asimismo, una rica arquitectura, tanto civil como religiosa, que va desde el románico hasta el mudéjar, el modernismo o el arte urbano; con un recinto amurallado (antigua fortaleza medieval, hoy castillo); el puente de piedra o las aceñas de Olivares; iglesias, conventos, ermitas, monasterios y una olvidada red de yacimientos arqueológicos que se extiende por toda la provincia demostrando que otros pueblos pisaron antes nuestro suelo y que nos permite aprender a través de lo hallado en las excavaciones. Así podría seguir enumerando otras fortalezas de esta provincia olvidada: cultura, paisaje, historia, ubicación… pero estos atributos que deberían ponerse en valor, no se explotan y quedan apagados por la indolencia de los gobernantes que no saben o no quieren otorgarles la visibilidad e importancia que merecen y así esta gran provincia languidece día a día ante la pasividad y el conformismo de sus habitantes.
Existen soluciones, fáciles y económicas: en primer lugar, una concienciación social por parte de los zamoranos de orgullo autóctono, de no conformarnos con pequeñeces que alguien pretenda otorgarnos y de darnos a valer como pueblo, porque disponemos de una historia única que nos avala.
La segunda solución pasaría por publicitar la provincia (no me cansaré de decirlo: “lo que no se ve, no existe”): rutas arqueológicas (con un catálogo de excavaciones y lugares donde se ubican), jornadas tradicionales (fomentando la cultura rural: iglesias, costumbres, agroganadería), enoturismo, enseñanza del proceso de fabricación del queso o del vino (disponemos de pequeñas industrias locales que serían accesibles a este proyecto)… y un sinfín de ideas sencillas dirigidas a que Zamora se conozca, no sea una ciudad de paso ni la gente la identifique únicamente con la Semana Santa.
No podemos conformarnos con lo de siempre, debemos innovar, recordar, insistir, seguir adelante alejándonos de la desidia natural que nos ha invadido durante demasiado tiempo. Las nuevas tecnologías permiten que la información llegue al instante a todas partes ¡usémosla!, y publicitemos sin protagonismos ni reservas, vengan de donde vengan, todo aquello que sirva para aumentar el interés por nuestra tierra: estudios, escritos, proyectos, iniciativas… para que Zamora figure en Internet, en los mapas y en los proyectos de miles de visitantes a quienes podamos ofertar las bondades de esta gran provncia.
Mª Soledad Martín Turiño



















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