Kebedo
Miércoles, 21 de Julio de 2021
MI VECINA MARISOL

O nos tomamos en serio la democracia...

[Img #55273]No sé si es la manera más correcta de empezar una reflexión escrita, pero yo no soy literato –en mi firma ya se aprecian ciertas faltas de ortografía- , ni pretendo serlo, soy únicamente un “escribidor” que lleva ya seis años, ahora mismo los cumplimos, siempre con el permiso de mi querido Eugenio y de su gemelo, el cronista deportivo, Navascués de Zubiría, reflejando aquí lo que me pasa por la cabeza; mejor dicho, lo que pasa por la cabeza de mi vecina Marisol, que es la que verdaderamente suele dar en el clavo de la actualidad,  de forma muy llana y muy sencilla, eso sí, pero  dando.

Y viene al caso éste título, a modo de advertencia, porque estamos asistiendo en los últimos días, meses ya, más bien un par de años, a un desarrollo de lo que podría denominarse una “apología del totalitarismo”. Si dijera nazismo o fascismo todo el mundo me entendería, pero no sería del todo correcto porque ni estamos en un momento en el que exista un partido nacionalsocialista, como fue el que sustentó a Hitler en su ascenso a su particular “trono” en el III Reich, ni tampoco existe un “fascio” como el que envalentonó a Benito Musolini para que gobernara a golpe de asesinatos a la Italia anterior al final de la 2ª guerra mundial.

Pero, según mi vecina, el momento es delicado porque, desde hace algún tiempo, como digo, determinados políticos, expolíticos y algunos informadores, están soltando improperios, más bien barbaridades, en lo concerniente a la época franquista. Como muestra, ayer mismo hemos visto y oído a un exministro de Adolfo Suarez, el señor Ignacio Camuñas,  como se ha atrevido a decir que la guerra civil española fue absolutamente lógica y el castigo infligido a los perdedores fue totalmente merecido por ser republicanos y malas personas.

-Ese tío, es para colgarlo de los …-, dice mi vecina.

-¡Para, Marisol!- le replica su amiga Concepción, ya sabéis, la eficiente funcionaria que no dice palabrotas, aunque, en un caso como éste ha estado también a punto de que se le escapara un taco muy gordo.

No es para menos. El Señor Camuñas, que se merece el respeto ganado por ser diplomático de profesión, pero no precisamente por su delicadeza al hablar, afirma que la guerra civil fue una magnifica terapia para un país en el que reinaba el caos, simplemente por ser una república mal gestionada, según él, claro. Es decir que, aplicando el mismo razonamiento, habría visto con muy buenos ojos que el ejército hubiese saltado en armas cuando salió todo el asunto Púnica, Gürtel, financiación ilegal del PP de Rajoy y todo y todo y todo lo que aún sigue saliendo a diario en los medios y que va camino de los juzgados. ¿Vería usted eso bien, señor Camuñas?. Dado su pasado político, después de pasar por el Partido Demócrata Popular, por UCD y por VOX, me extrañaría que le pareciese bien semejante desatino en contra de un gobierno de derechas. Luego aplica la ley del embudo.

Es preocupante, muy preocupante a estas alturas de la democracia en Espàña, que la palabra república signifique para algunos algo así como “panda de rojos indecentes, desharrapados, violadores y nosequé cosas más”. Esa es la acepción que debe tener el señor Camuñas sin darse cuenta de que estamos rodeados de repúblicas, de derechas y de izquierdas. Portugal, Francia, Italia, Alemania, sin alejarse mucho, son repúblicas consolidadas, asentadas y sobre todo, democráticas, donde se funciona en libertad absoluta y sin temores de que sus gobernantes tengan cuernos y rabo, no lo parece.

-¿Por qué aquí tiene que ser distinto, señor Camuñas?-, pregunta Marisol, -¿Por qué España se mereció una masacre, antes, durante y sobre todo, después de la guerra civil?. ¿Por qué la represión y las represalias fueron durísimas, una vez finalizada la guerra fratricida que los “nacionales” provocaron tras un golpe de estado contra un gobierno legalmente elegido y establecido?. Porque eso fue lo que ocurrió, señor Camuñas, que aparecieron unos salvapatrias que decidieron lo que le convenía a los demás-.

Pero si indignante fueron las manifestaciones del señor Camuñas, peor aún fue el comportamiento del señor Casado, que estaba a su lado y que, no solo no se levantó del tablado donde se estaba exponiendo semejante “burrada”, sino que, al final de la intervención del susodicho diplomático, apostilló que “era todo un lujo tener allí a semejantes ponentes”. No recuerdo yo a ningún ponente que, no solo justifique la guerra civil, sino que la considere quirúrgica para eliminar esos cánceres que, parece ser, según su criterio, son los republicanos y, creo yo, todo aquel que no comulgue con sus creencias políticas y religiosas.

-De vergüenza-, dice indignadísima mi vecina. –No sé cómo no le da vergüenza a Casado aguantar esas barbaridades-. Quizá la explicación, mi querida vecina, está en que, en realidad, Casado piensa como Camuñas. No sería la primera vez que el PP, en general, y Casado en particular, se ponen de perfil en asuntos  parecidos; nunca han querido pronunciarse claramente y denunciar los crímenes e injusticias que se produjeron en la postguerra. De hecho le escuece muchísimo al señor Casado hablar de la Memoria Histórica, -“mejor, no remover”-, dice. Claro, no son sus muertos los que están en las cunetas aún, esperando una sepultura digna. Y lo curioso del caso es que Casado ha dicho que su abuelo fue represaliado por el franquismo.

-No sé si vive aún su abuela, pero, si viviera le daría un bofetón que le aclararía las ideas-, dice mi vecina. -Eso sí que es un cáncer a extirpar-, apostilla Marisol.

Y todo esto viene a colación por ciertos comportamientos de partidos ultraderechistas, abonados a soflamas mentirosas contra todo aquel que no es de su cuerda política y que consideran una amenaza para sus intereses, y que son compartidos, unas veces por acción y otras por omisión, por otros partidos que se denominan democráticos y que lo único que quieren es no perder su cuota de mercado electoral, “arrimándose” al radicalismo. No se dan cuenta de que los radicales ya existen y saben lo que hacen, porque son profesionales de ello, y que ellos, los llamados democráticos, no van a sacar ningún rédito político sino todo lo contrario, van a perder lo que tenían porque los radicales se lo van a arrebatar.

Pero todo esto sería anecdótico, una muestra de torpeza, incluso gracioso, si no fuera porque nos estamos jugando la democracia. Señores representantes de esos partidos llamados democráticos, los partidos radicales no son demócratas, quieren aprovecharse de la democracia para instalarse y luego bombardearla desde dentro y comportarse como lo que son, como radicales totalitaristas. Alguno ya está bastante subidito de tono.  Por ejemplo, hace unos días se han tomado la libertad de señalar al director de la revista El Jueves y de publicar su dirección particular, simplemente por el hecho de que publicaron las caricaturas de los dirigentes de VOX.

Cuando el semanario francés Charlie Hebdo fue atacado por terroristas de Al-Qaeda, pusimos el grito en el cielo porque se trataba de una caricatura de Mahoma el motivo de la ofensa que provocó la masacre. ¿Quién es Mahoma en VOX para que la afrenta haya sido tan grave como para señalar el domicilio del director de El Jueves?.

-Estamos en una democracia que hay cuidar todos los días y ésta no es la mejor manera. Señores diputados, senadores y  representantes políticos de las distintas instituciones autonómicas, provinciales y locales, el insulto permanente no conduce a nada más que odio entre ustedes y entre sus seguidores, que se creen que eso es lo que vale. Es muy peligroso lo que le estamos consistiendo a los partidos radicales porque ya hay un reflejo en la calle, donde se ven agresiones, malos tratos y violencia a diario. Y eso es producto de que la educación recibida y de lo que se ve a diario en los parlamentos. O nos tomamos en serio la democracia, o esto se acaba, amigos. Y el resultado ya sabemos cuál es, que unos pocos deciden por los demás qué es lo que nos interesa-, remata mi vecina Marisol y se va con Concepción, que quiere comprarse unos zapatos.

Kebedo.  

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