PARADOJAS POLÍTICAS
¿Por qué las dictaduras marxistas progresan o se imponen a las democracias?
Hay que partir de la base de que el marxismo se profetiza como una especie de religión única verdadera y universal, única esperanza de un mundo mejor e igualitario. Y de que las dictaduras marxistas han sido las más tiránicas y empobrecedoras para la humanidad; las leninistas son, además, genocidas. No hay excepciones.
Todas ellas se caracterizan por destruir la libertad, destruir la propiedad privada y la empresa apropiándose de ellas; dividir y enfrentar pueblos y regiones; utilizar la mentira y desviar o tapar la verdad, suprimir la historia para reescribirla a su gusto; fomentar el odio en todos los ámbitos y grados; Hacerse con todas las instituciones incluidas la Justicia y el Ejército; apropiarse de los términos democracia, igualdad, libertad, etc. acabar con la división de poderes; atribuir todos los méritos y logros al estado como patrón dirigido por un gobierno soberano para acabar sin someter al pueblo ninguna decisión que pudiera modificar su estatus. Proclamar el ateísmo.
Según el filósofo francés Michel Onfray “el principal enemigo de esta dictadura cultural es el pensamiento. El que pretenda pensar de modo diferente se convierte en un sospechado. ¿Cuándo sucede esto? Cuando alguien pretende pensar por sí mismo y comienza a ver la realidad de las cosas. Cuando se decide a dar el nombre justo a esas cosas. Cuando afirma que las verdades serán siempre verdades.
Como podrá advertirse, solo el poder dictatorial progresista puede determinar qué es y qué no es verdad.
La nueva dictadura reprime a través del aparato jurídico, dictando leyes favorables al nuevo absolutismo. Al propio tiempo, lleva a cabo una revolución cultural. Esta última se hace efectiva instrumentalizando a los medios de comunicación, empobreciendo la lengua y reescribiendo la historia. Será necesario, a tal efecto, crear una nueva lengua con el objetivo de reducir la gama de pensamientos.
De este modo, el pensar peligroso morirá porque carecerá de palabras para expresarse. Esta nueva lengua, bajo el imperativo de la "modernización", hará imposible que el hombre pueda acceder al pensamiento clásico.
Al destruir la posibilidad de la memoria se podrá inventar un nuevo sistema simbólico acorde a la dictadura progresista”
Este ataque a la lengua, nos dice Onfray, comienza en la escuela. La propia escuela procedió a destruir un método de lectura que había probado su eficacia a través de muchas generaciones. Luego, lo reemplazó por sistemas sacados de las ciencias de la educación: métodos dañinos para los alumnos puesto que rompen los mecanismos de leer, escribir, contar y pensar.
A su vez, se desalentó completamente la memoria. El objetivo, para el filósofo francés, es claro: "Construir seres adultos vacíos y chatos, estériles y privados de profundidad, totalmente compatibles con el proyecto post-humano".
Onfray califica a este régimen progresista de "descerebrado". Crece el analfabetismo, incluso en aquellos que han superado la enseñanza superior. Los profesores leen menos y se encuentran incapacitados para entender textos de cierta complejidad. Por esta razón refiere: "Esta aversión en relación al libro y a lo escrito, en relación al autor, a la ortografía, al estilo, a la gramática, a la sintaxis, a la literatura, a las obras maestras, a los clásicos, pero también el vocabulario, ha permitido formar una cadena de gente ignorante y sin instrucción, gente analfabeta y atrasada. Es bueno buscar entre esos militantes de la ignorancia a los pedagogos de los niños de hoy y de los adultos del mañana. ¿Qué cosa hay de mejor en la carrera de un solo imbécil en la instrucción pública para construir una, dos, directamente tres generaciones de imbéciles?"
Reproduzco hasta el final este lúcido y excepcional texto de Onfray que ayuda a comprender las dictaduras neomarxistas.
“La historia no queda indemne. Esta ya no se construye gracias a las obras de estudiosos que trabajan sobre archivos, documentos y testimonios. Los nuevos "historiadores" creen que la verdad ya ha sido pre-confeccionada por algunas personas avaladas por la dictadura progresista.
Las cuestiones de género o del sexo no se ponen más en términos de naturaleza sino de cultura. Y afirma sin ambages: "Que la naturaleza se oponga a la cultura es la primera estupidez que impide pensar".
Finalmente, esta ideología opresiva y progresista cultiva y alienta el odio. "Nuestra época es la época del odio", dice. Es contraria a la tolerancia. La tolerancia solo debe tenerse en cuenta para con los progresistas, o sea, para con aquellos que piensan del mismo modo. El alma de estos progresistas ha convertido al vicio en virtud.
Gracias a la desaparición de la moral tradicional, el odio pasa a ser la moneda de intercambio. Usando el descrédito de las personas, se cancelan discusiones, se oblitera el intercambio de ideas, se tapona toda posibilidad de diálogo. Refiere Onfray: "En el ámbito de la cultura postmoderna, el odio es reservado a quien no se arrodilla delante de las verdades reveladas de la religión que se autoproclama progresista".
Y concluye: "No estoy tan seguro de querer ser progresista. Y creo que ni siquiera el burro Benjamín de `Rebelión en la granja' lo hubiese querido ser".
JOSE ISIDRO NATES
Hay que partir de la base de que el marxismo se profetiza como una especie de religión única verdadera y universal, única esperanza de un mundo mejor e igualitario. Y de que las dictaduras marxistas han sido las más tiránicas y empobrecedoras para la humanidad; las leninistas son, además, genocidas. No hay excepciones.
Todas ellas se caracterizan por destruir la libertad, destruir la propiedad privada y la empresa apropiándose de ellas; dividir y enfrentar pueblos y regiones; utilizar la mentira y desviar o tapar la verdad, suprimir la historia para reescribirla a su gusto; fomentar el odio en todos los ámbitos y grados; Hacerse con todas las instituciones incluidas la Justicia y el Ejército; apropiarse de los términos democracia, igualdad, libertad, etc. acabar con la división de poderes; atribuir todos los méritos y logros al estado como patrón dirigido por un gobierno soberano para acabar sin someter al pueblo ninguna decisión que pudiera modificar su estatus. Proclamar el ateísmo.
Según el filósofo francés Michel Onfray “el principal enemigo de esta dictadura cultural es el pensamiento. El que pretenda pensar de modo diferente se convierte en un sospechado. ¿Cuándo sucede esto? Cuando alguien pretende pensar por sí mismo y comienza a ver la realidad de las cosas. Cuando se decide a dar el nombre justo a esas cosas. Cuando afirma que las verdades serán siempre verdades.
Como podrá advertirse, solo el poder dictatorial progresista puede determinar qué es y qué no es verdad.
La nueva dictadura reprime a través del aparato jurídico, dictando leyes favorables al nuevo absolutismo. Al propio tiempo, lleva a cabo una revolución cultural. Esta última se hace efectiva instrumentalizando a los medios de comunicación, empobreciendo la lengua y reescribiendo la historia. Será necesario, a tal efecto, crear una nueva lengua con el objetivo de reducir la gama de pensamientos.
De este modo, el pensar peligroso morirá porque carecerá de palabras para expresarse. Esta nueva lengua, bajo el imperativo de la "modernización", hará imposible que el hombre pueda acceder al pensamiento clásico.
Al destruir la posibilidad de la memoria se podrá inventar un nuevo sistema simbólico acorde a la dictadura progresista”
Este ataque a la lengua, nos dice Onfray, comienza en la escuela. La propia escuela procedió a destruir un método de lectura que había probado su eficacia a través de muchas generaciones. Luego, lo reemplazó por sistemas sacados de las ciencias de la educación: métodos dañinos para los alumnos puesto que rompen los mecanismos de leer, escribir, contar y pensar.
A su vez, se desalentó completamente la memoria. El objetivo, para el filósofo francés, es claro: "Construir seres adultos vacíos y chatos, estériles y privados de profundidad, totalmente compatibles con el proyecto post-humano".
Onfray califica a este régimen progresista de "descerebrado". Crece el analfabetismo, incluso en aquellos que han superado la enseñanza superior. Los profesores leen menos y se encuentran incapacitados para entender textos de cierta complejidad. Por esta razón refiere: "Esta aversión en relación al libro y a lo escrito, en relación al autor, a la ortografía, al estilo, a la gramática, a la sintaxis, a la literatura, a las obras maestras, a los clásicos, pero también el vocabulario, ha permitido formar una cadena de gente ignorante y sin instrucción, gente analfabeta y atrasada. Es bueno buscar entre esos militantes de la ignorancia a los pedagogos de los niños de hoy y de los adultos del mañana. ¿Qué cosa hay de mejor en la carrera de un solo imbécil en la instrucción pública para construir una, dos, directamente tres generaciones de imbéciles?"
Reproduzco hasta el final este lúcido y excepcional texto de Onfray que ayuda a comprender las dictaduras neomarxistas.
“La historia no queda indemne. Esta ya no se construye gracias a las obras de estudiosos que trabajan sobre archivos, documentos y testimonios. Los nuevos "historiadores" creen que la verdad ya ha sido pre-confeccionada por algunas personas avaladas por la dictadura progresista.
Las cuestiones de género o del sexo no se ponen más en términos de naturaleza sino de cultura. Y afirma sin ambages: "Que la naturaleza se oponga a la cultura es la primera estupidez que impide pensar".
Finalmente, esta ideología opresiva y progresista cultiva y alienta el odio. "Nuestra época es la época del odio", dice. Es contraria a la tolerancia. La tolerancia solo debe tenerse en cuenta para con los progresistas, o sea, para con aquellos que piensan del mismo modo. El alma de estos progresistas ha convertido al vicio en virtud.
Gracias a la desaparición de la moral tradicional, el odio pasa a ser la moneda de intercambio. Usando el descrédito de las personas, se cancelan discusiones, se oblitera el intercambio de ideas, se tapona toda posibilidad de diálogo. Refiere Onfray: "En el ámbito de la cultura postmoderna, el odio es reservado a quien no se arrodilla delante de las verdades reveladas de la religión que se autoproclama progresista".
Y concluye: "No estoy tan seguro de querer ser progresista. Y creo que ni siquiera el burro Benjamín de `Rebelión en la granja' lo hubiese querido ser".
JOSE ISIDRO NATES



















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