PENSAR
Presumir a los 60 años de pensar como a los 18 es no haber pensado nunca
Hubo un tiempo, cuando occidente inició su industrialización y el trabajador tomó conciencia de su explotación, en el que el proletariado se colocó a la vanguardia de la Revolución. Eso le pareció a Marx. Los productores no lo sabían. Después los partidos comunistas buscaron la complicidad de los obreros para transformar la sociedad. Los principales dirigentes bolcheviques, si exceptuamos a Stalin, procedían de la burguesía y la aristocracia. La Rusia de 1917 era, en esencia, campesina. Apenas había industria. Por lo tanto, la clase obrera era minoritaria en la sociedad rusa. La inmensa nación euroasiática nunca podría ser el origen de la revolución comunista ni, por tanto, sentir la dictadura del proletariado.
El marxismo despreció a los agricultores como clase revolucionaria. De hecho, tomado el poder masacró, ya con Lenin, al sector primario de Rusia, causando, como Stalin después, hambrunas que acabaron con la vida de millones de campesinos. Historia documentada. Mao, en la China, triplicó el número de muertos entre la clase campesina.
El régimen soviético creó su clase obrera, como el franquismo, la clase media española. Pero la revolución ya estaba hecha, a su manera, sin proletariado. Con el paso del tiempo, los marxianos cayeron en la cuenta de que los trabajadores nunca serían la clase revolucionaria. Lenin fue un heterodoxo marxista. Aprovechó la I Guerra Mundial para acabar con la incipiente democracia rusa, porque los ciudadanos ya se habían dado un parlamento, la Duma, merced a unas elecciones democráticas. Los bolcheviques dieron, pues, un golpe de Estado contra la libertad. Lo que no ganaron en las urnas, lo consiguieron con las armas. Y así sucedió desde entonces. Nunca un partido comunista ganó unos comicios sobre la faz de la tierra. Y nunca perdió una guerra. Su derrota total en España fue una excepción a la regla. Donde alcanza el poder, como perro de presa, nunca lo suelta.
Al demostrarse que el proletariado nunca se postularía como avanzada de la revolución, los marxianos intentaron, y lo lograron, sembrar su revolución entre grupos sociales discriminados por la sociedad occidental, porque en otros regímenes incluso son condenados: homosexuales, mujeres, travestis, transexuales, emigrantes…en definitiva, echaron la semilla de la revolución por doquier, allí donde había un malestar, una queja, hasta llegar incluso al mundo del animalismo.
Transcurrido un siglo desde aquella revolución, miembros de la burguesía desclasada, partidos sin apenas representación obrera, han tomado la dirección política de las izquierdas. Paradoja de una ideología periclitada y anacrónica, producto de un capitalismo en su primera fase de expansión. Desde 1848, año de la creación del Manifiesto Comunista, han pasado 173 años. Analizar la sociedad de 2021, tercera década del siglo XXI, con las mismas herramientas con la que se analizaron los acontecimientos del ecuador del XIX resulta patético, anacrónico e irreal. Solo gente con fe, jetas y politicastros mantienen sus cerebros hibernados en la nevera del tiempo. Marx, de vivir ahora, no sería marxista.
Fernando Savater: «Los que presumen de pensar lo mismo que a los 18, en realidad no piensan. Las personas que no cambian nunca, que pasan por la vida sin cambiar y que presumen de que piensan lo mismo que cuando tenían 18 años, en realidad no piensan, ni con 18 ni ahora”.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hubo un tiempo, cuando occidente inició su industrialización y el trabajador tomó conciencia de su explotación, en el que el proletariado se colocó a la vanguardia de la Revolución. Eso le pareció a Marx. Los productores no lo sabían. Después los partidos comunistas buscaron la complicidad de los obreros para transformar la sociedad. Los principales dirigentes bolcheviques, si exceptuamos a Stalin, procedían de la burguesía y la aristocracia. La Rusia de 1917 era, en esencia, campesina. Apenas había industria. Por lo tanto, la clase obrera era minoritaria en la sociedad rusa. La inmensa nación euroasiática nunca podría ser el origen de la revolución comunista ni, por tanto, sentir la dictadura del proletariado.
El marxismo despreció a los agricultores como clase revolucionaria. De hecho, tomado el poder masacró, ya con Lenin, al sector primario de Rusia, causando, como Stalin después, hambrunas que acabaron con la vida de millones de campesinos. Historia documentada. Mao, en la China, triplicó el número de muertos entre la clase campesina.
El régimen soviético creó su clase obrera, como el franquismo, la clase media española. Pero la revolución ya estaba hecha, a su manera, sin proletariado. Con el paso del tiempo, los marxianos cayeron en la cuenta de que los trabajadores nunca serían la clase revolucionaria. Lenin fue un heterodoxo marxista. Aprovechó la I Guerra Mundial para acabar con la incipiente democracia rusa, porque los ciudadanos ya se habían dado un parlamento, la Duma, merced a unas elecciones democráticas. Los bolcheviques dieron, pues, un golpe de Estado contra la libertad. Lo que no ganaron en las urnas, lo consiguieron con las armas. Y así sucedió desde entonces. Nunca un partido comunista ganó unos comicios sobre la faz de la tierra. Y nunca perdió una guerra. Su derrota total en España fue una excepción a la regla. Donde alcanza el poder, como perro de presa, nunca lo suelta.
Al demostrarse que el proletariado nunca se postularía como avanzada de la revolución, los marxianos intentaron, y lo lograron, sembrar su revolución entre grupos sociales discriminados por la sociedad occidental, porque en otros regímenes incluso son condenados: homosexuales, mujeres, travestis, transexuales, emigrantes…en definitiva, echaron la semilla de la revolución por doquier, allí donde había un malestar, una queja, hasta llegar incluso al mundo del animalismo.
Transcurrido un siglo desde aquella revolución, miembros de la burguesía desclasada, partidos sin apenas representación obrera, han tomado la dirección política de las izquierdas. Paradoja de una ideología periclitada y anacrónica, producto de un capitalismo en su primera fase de expansión. Desde 1848, año de la creación del Manifiesto Comunista, han pasado 173 años. Analizar la sociedad de 2021, tercera década del siglo XXI, con las mismas herramientas con la que se analizaron los acontecimientos del ecuador del XIX resulta patético, anacrónico e irreal. Solo gente con fe, jetas y politicastros mantienen sus cerebros hibernados en la nevera del tiempo. Marx, de vivir ahora, no sería marxista.
Fernando Savater: «Los que presumen de pensar lo mismo que a los 18, en realidad no piensan. Las personas que no cambian nunca, que pasan por la vida sin cambiar y que presumen de que piensan lo mismo que cuando tenían 18 años, en realidad no piensan, ni con 18 ni ahora”.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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