POSTALES DESDE EL FARO
¡Vete al médico!
Patricio Cuadra
Allá por el 17 de marzo de este año, en la sesión de control al Gobierno, el portavoz de Más País, Íñigo Errejón, empleó su turno para pedirle al presidente Sánchez una política más ambiciosa para la atención psicológica. Errejón recordó ese día en el Congreso los problemas de salud mental que sufre la población española. “Cada día se suicidan 10 personas en España”, ha denunciado, basándose en los datos del CIS. Y mientras Errejón decía “Que alguien te acompañe o te eche una mano cuando lo estás pasando mal no puede ser un lujo para quien se lo pueda pagar”, el diputado Carmelo Romero le espetó: “¡Vete al médico!”. Si esas palabras las hubiera dicho cualquier fulano en una tasca, en mi cabeza podría haber visualizado a un tipo con el pelo grasiento, palillo babado en la comisura de la boca, camisa con tres botones desabrochados y una copa de brandy Soberano, porque recordarán de su publicidad que “es cosa de hombres”. P
Pero no. D. Carmelo Romero es un diputado elegido por los ciudadanos y no se encontraba en ninguna tasca sino ocupando su escaño con un traje, camisa y corbata impolutos. Cierto es que, a través de sus redes sociales, pidió disculpas diciendo que había sido una “frase desafortunada”.
Toda esta introducción viene al caso porque el pasado martes, Simone Biles, mejor gimnasta del mundo y buque insignia del equipo olímpico norteamericano, se retiró de la competición por un problema de salud mental. Oh, sorpresa, la salud mental es salud. Y si la salud mental es salud, ha de merecer la misma atención que la física. Simone Biles no ha podido más y ha tenido que parar, igual que le pasa a miles de personas a lo largo del día porque esta sociedad que hemos creado y en la que, supuestamente, con querer las cosas las obtienes y si no es que eres un fracasado, no es real.
La “suerte” de Biles es que ha podido parar, cosa que una persona con un empleo precario, o no tanto, no se podría permitir sin la amenaza del despido. Además ella recibirá la mejor atención posible, cosa que ni usted ni yo nos podemos permitir, y va a gozar del apoyo social, mientras que en la calle, aunque cada vez menos, las enfermedades mentales siguen siendo un estigma, una mofa, cosas de débiles. Paren en la medida que puedan y vayan al médico, a la sanidad pública, si lo necesitan. Y si su empatía no le da más que para reírse de los demás, cállese.
Allá por el 17 de marzo de este año, en la sesión de control al Gobierno, el portavoz de Más País, Íñigo Errejón, empleó su turno para pedirle al presidente Sánchez una política más ambiciosa para la atención psicológica. Errejón recordó ese día en el Congreso los problemas de salud mental que sufre la población española. “Cada día se suicidan 10 personas en España”, ha denunciado, basándose en los datos del CIS. Y mientras Errejón decía “Que alguien te acompañe o te eche una mano cuando lo estás pasando mal no puede ser un lujo para quien se lo pueda pagar”, el diputado Carmelo Romero le espetó: “¡Vete al médico!”. Si esas palabras las hubiera dicho cualquier fulano en una tasca, en mi cabeza podría haber visualizado a un tipo con el pelo grasiento, palillo babado en la comisura de la boca, camisa con tres botones desabrochados y una copa de brandy Soberano, porque recordarán de su publicidad que “es cosa de hombres”. P
Pero no. D. Carmelo Romero es un diputado elegido por los ciudadanos y no se encontraba en ninguna tasca sino ocupando su escaño con un traje, camisa y corbata impolutos. Cierto es que, a través de sus redes sociales, pidió disculpas diciendo que había sido una “frase desafortunada”.
Toda esta introducción viene al caso porque el pasado martes, Simone Biles, mejor gimnasta del mundo y buque insignia del equipo olímpico norteamericano, se retiró de la competición por un problema de salud mental. Oh, sorpresa, la salud mental es salud. Y si la salud mental es salud, ha de merecer la misma atención que la física. Simone Biles no ha podido más y ha tenido que parar, igual que le pasa a miles de personas a lo largo del día porque esta sociedad que hemos creado y en la que, supuestamente, con querer las cosas las obtienes y si no es que eres un fracasado, no es real.
La “suerte” de Biles es que ha podido parar, cosa que una persona con un empleo precario, o no tanto, no se podría permitir sin la amenaza del despido. Además ella recibirá la mejor atención posible, cosa que ni usted ni yo nos podemos permitir, y va a gozar del apoyo social, mientras que en la calle, aunque cada vez menos, las enfermedades mentales siguen siendo un estigma, una mofa, cosas de débiles. Paren en la medida que puedan y vayan al médico, a la sanidad pública, si lo necesitan. Y si su empatía no le da más que para reírse de los demás, cállese.























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