HABLEMOS
Falso debate educativo
Carlos Domínguez
Naturalmente que las clases activas y propietarias tienen motivos de alarma ante el experimento ideológico del PSOE y sus aliados comunistas para forzar aún más la situación, convirtiendo las aulas en púlpitos al servicio de los dogmas e ideologías de la corrección política. En general la ciudadanía, las familias y la gente corriente, tuvieron la instrucción como un medio de ascenso, mejora e incluso redención social, gracias al talento, el trabajo, el ahorro y el esfuerzo individual, es decir, todo lo opuesto a una “instrucción pública” como medio de adoctrinamiento y palanca de un activismo político que utiliza con increíble descaro las estructuras del Estado. Está inventado y, a día de hoy, suficientemente practicado. Del Soviet bolchevique a Maduro y Castillo, pasando por la Cuba castrista.
Pero, en lugar de aplaudir como aplaudieron las políticas tutelares no menos que dispendiosas del Bienestar, confiando de modo hipócrita en la gratuidad y el beneficio propio, las clases activas y propietarias debieron tener en cuenta que los programas sociales de escolarización, sanidad e infinitas gabelas asistenciales, o sea, el café no ya para todos sino universal, con inmigración ilegal incluida, llevaba directamente a esto y mucho más, en forma de intervencionismo por vía de la socialización y la masificación. En pocas palabras, estatismo y totalitarismo, pues ya se sabe y ya se dijo: los hijos no son de los padres… porque son del Estado y su redil pedagógico.
Lúcido y perspicaz, Nietzsche dio con la clave hace ya más de un siglo, al afirmar que la educación universal es la vía directa al comunismo. Tel quel. Por ello, clamar contra esta enésima maniobra a costa de nuestro sistema educativo es un debate baldío. En el fondo, el PSOE, los comunistas y su quintacolumna sindical, no andan desencaminados. Cuando se ha convertido la educación, aun en sus formas más devaluadas y precarias, en un derecho universal e indiscriminado por absolutamente homogéneo, alcanzando hasta la mayoría de edad mediante la enseñanza obligatoria, no tiene sentido aplicar criterios como la valía, el mérito y el esfuerzo para condicionar titulaciones o habilitaciones profesionales. Dentro de una educación socializada, con independencia del valor de los títulos, en rigor mínimo pues de eso se trata al plantear una dependencia de por vida de la limosna pública, todos sin excepción están llamados a obtener el suyo. Se buscarán subterfugios, pero la lógica de las cosas lleva a lo que lleva, o sea, a la perversión absoluta de la enseñanza y la educación, convertidas en herramientas de adoctrinamiento al margen de conocimientos, preparación, valía y capacidades técnicas; ello sin duda necesario para el progreso real de una sociedad, pero nunca respecto a las posibilidades de su manipulación por cualquier gobierno totalitario. Y en eso estamos, muy probablemente sin remedio.
Naturalmente que las clases activas y propietarias tienen motivos de alarma ante el experimento ideológico del PSOE y sus aliados comunistas para forzar aún más la situación, convirtiendo las aulas en púlpitos al servicio de los dogmas e ideologías de la corrección política. En general la ciudadanía, las familias y la gente corriente, tuvieron la instrucción como un medio de ascenso, mejora e incluso redención social, gracias al talento, el trabajo, el ahorro y el esfuerzo individual, es decir, todo lo opuesto a una “instrucción pública” como medio de adoctrinamiento y palanca de un activismo político que utiliza con increíble descaro las estructuras del Estado. Está inventado y, a día de hoy, suficientemente practicado. Del Soviet bolchevique a Maduro y Castillo, pasando por la Cuba castrista.
Pero, en lugar de aplaudir como aplaudieron las políticas tutelares no menos que dispendiosas del Bienestar, confiando de modo hipócrita en la gratuidad y el beneficio propio, las clases activas y propietarias debieron tener en cuenta que los programas sociales de escolarización, sanidad e infinitas gabelas asistenciales, o sea, el café no ya para todos sino universal, con inmigración ilegal incluida, llevaba directamente a esto y mucho más, en forma de intervencionismo por vía de la socialización y la masificación. En pocas palabras, estatismo y totalitarismo, pues ya se sabe y ya se dijo: los hijos no son de los padres… porque son del Estado y su redil pedagógico.
Lúcido y perspicaz, Nietzsche dio con la clave hace ya más de un siglo, al afirmar que la educación universal es la vía directa al comunismo. Tel quel. Por ello, clamar contra esta enésima maniobra a costa de nuestro sistema educativo es un debate baldío. En el fondo, el PSOE, los comunistas y su quintacolumna sindical, no andan desencaminados. Cuando se ha convertido la educación, aun en sus formas más devaluadas y precarias, en un derecho universal e indiscriminado por absolutamente homogéneo, alcanzando hasta la mayoría de edad mediante la enseñanza obligatoria, no tiene sentido aplicar criterios como la valía, el mérito y el esfuerzo para condicionar titulaciones o habilitaciones profesionales. Dentro de una educación socializada, con independencia del valor de los títulos, en rigor mínimo pues de eso se trata al plantear una dependencia de por vida de la limosna pública, todos sin excepción están llamados a obtener el suyo. Se buscarán subterfugios, pero la lógica de las cosas lleva a lo que lleva, o sea, a la perversión absoluta de la enseñanza y la educación, convertidas en herramientas de adoctrinamiento al margen de conocimientos, preparación, valía y capacidades técnicas; ello sin duda necesario para el progreso real de una sociedad, pero nunca respecto a las posibilidades de su manipulación por cualquier gobierno totalitario. Y en eso estamos, muy probablemente sin remedio.






























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