Viernes, 28 de Noviembre de 2025

Kebedo
Sábado, 28 de Agosto de 2021
MI VECINA MARISOL

Afganistán y sus libertades

La que has “liao” pollito-, se acerca mi vecina Marisol y me espeta, así, de repente, este chascarrillo.

-¿Qué dices, Marisol, qué es eso?-,  le pregunto.

-Kebedo, pero  ¿no te acuerdas de un video que hace unos años se hizo  viral, como se dice ahora,  y que se veía a un niño pequeño que estaba poniendo todo perdido con un rotulador que tenía en las manos, mientras le echaba la culpa a un pollito que tenía a su lado encima de la mesa de “trabajo”?. Y que además nos hizo descojonar de risa por el desparpajo que tenía el niño-

-¡Bueno, ya estamos con palabrotas!-, le reprende su amiga Concepción, esa, la funcionaria eficiente y enemiga del mal hablar. -¿Es que no puedes emplear otra expresión?-.

-Sí, vale, de acuerdo, es que vengo negra con el asunto de Afganistán. Lo que se les viene encima a los afganos va ser un infierno. Y más aún a las afganas-, replica.

En efecto, Afganistán es el lugar de la pataleta de los Estados Unidos y de las tropas de la OTAN, es decir,  del resto del mundo occidental, para contraatacar por la masacre del 11-S. El terrorista Osama Bin Laden y sus fanáticos desarrollaron uno de los ataque más mediáticos al derribar las torres gemelas y hacer daños importantes en el Pentágono. El corazón y, sobre todo, el orgullo estadounidense, habían sido heridos y mancillados, y por ende, los de toda la sociedad occidental.

El presidente Bush desplegó toda su fuerza armada contra un país, cobijo de terroristas, en el que imperaba la ley islámica y que estaba gobernado por el yugo talibán y que en pocas semanas inició una retirada ante el acoso de las fuerzas occidentales. Parecía un éxito próximo y solo faltaba localizar y defenestrar al líder, Osama Bin Laden. Pero esto se resistió un tiempo, más de lo necesario y mucho más de lo previsto. Aún hoy hay ciertas dudas sobre si el cadáver es o no el verdadero Osama.

El régimen talibán solo permitía el estudio y el uso de la sharía, es decir, la ley islámica que, como todos sabemos, es muy aperturista en todos los sentidos. La sharía no es sólo un código religioso de la orientación de sus vidas, sino que dirige y codifica la conducta de sus “clientes” y rige todos los aspectos de su vida.

-Vamos, una gloria bendita-, añade mi vecina. –Bueno, bendita sí, gloria …, no sé yo-, le apostillo.

En los veinte años que han pasado desde la intervención occidental en Afganistán nos hemos creído que se habían conseguido grandes metas. Y en efecto, las mujeres han ido introduciéndose en la sociedad, poquito a poquito; a base de sufrir muchos castigos  han podido hacer alguna carrera universitaria y, en algunos casos, hasta han podido acceder a carreras políticas y judiciales. Pero eso, nos lo hemos creído porque … ¿qué ha ocurrido ahora?.

Si la intervención de las tropas occidentales, que todos vimos bien hace veinte años, no ha sido muy elegante, lo que ha ocurrido hace unos días ha sido absolutamente vergonzoso.

La salida repentina de todos los efectivos militares occidentales ha provocado un desajuste en lo que se creía una sociedad más o menos civilizada y ha dejado “con el culo al aire” a personal diplomático, colaboradores afganos y, sobre todo, a aquella sociedad progresista que se creyó ya con unos derechos y libertades que se le han venido abajo en dos semanas.

El estado en que quedan ahora los que han estudiado en un régimen de semilibertad, que han podido acceder a información abierta de todo tipo, que se han encontrado con una educación abierta, o casi, se ven ahora, de nuevo ante la sharía y temen ser azotados, amputados, incluso decapitados por los mismos salvajes que, hace veinte años, derribaron las torres gemelas. ¿Y, qué va ser de ellos?. Sobre todo de las mujeres.

De momento han tenido que esconderse en sus casas, sin poder salir a la calle, cuando lo hacen, siempre debajo de un burka que debe taparle los pies porque no puede asomar ni un poquito de tobillo. Hay médicas, maestras, científicas, deportistas, profesoras universitarias, parlamentarias y juezas que no pueden ejercer ya su trabajo desde hace dos semanas porque el salvajismo ha vuelto en un tiempo récord a ocupar lo que nunca ha estado desocupado porque el talibán estaba ahí. ¡Qué nos pensábamos!.

Y, ¿qué vamos a hacer ahora?. Hemos sacado a nuestras delegaciones diplomáticas, a algunos colaboradores afganos que han podido escabullirse de No sé qué manera, a nuestros efectivos militares y … los que se quedan ¿qué?.

Esta vez mi vecina Marisol no estaba para bromas ni más chascarrillos y se fué, acompañada de su amiga Concepción, ambas cabizbajas y preocupadas por la situación que queda después de la chapuza que hemos hecho en ese país asiático.

-Que Dios los coja confesados, o Alá, o el Tío Sam, o la madre que los parió a todos-, refunfuñó mi vecina.

Kebedo.  

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