POLÍTICA
Siempre paga el pueblo
Últimamente todo el mundo se ha convertido de repente en un experto en Afganistán… Pero dudo que muchos de ellos sepan señalarlo en un mapa.
Estos días vimos cómo la población civil trataba de huir en el aeropuerto de Kabul. Quienes no han podido salir serán sometidos a la ley sharía (una interpretación extrema de la ley islámica en su versión más rígida). Pero son las mujeres quienes están más temerosas de lo que un nuevo régimen talibán puede traer para ellas: una vida de sometimiento y rigores por parte de una tiranía de fundamentalismo religioso, en cuyo léxico no existe la palabra piedad.
En Afganistán, numerosos activistas, periodistas, profesionales de la salud, de la enseñanza o de la política ejercen una función esencial en la lucha por los derechos humanos de mujeres y niñas. Alfabetizan, gestionan albergues para supervivientes de violencia de género o sensibilizan sobre los peligros de los matrimonios forzosos y tempranos. A pesar de las mejoras reales, sigue siendo uno de los lugares más desafiantes del mundo para ser mujer. Con todo lo que está sucediendo, me pregunto ¿qué ocurrirá con los derechos humanos y las libertades fundamentales de la población, incluyendo la dignidad humana, la integridad física, el acceso a la educación y al trabajo, así como la participación política y el libre desarrollo de la personalidad?
¿Como después de veinte años en los que gracias a la ayuda social y económica de la comunidad internacional habían prosperado, habían podido participar en la vida económica, laboral y social de su país, habían podido estudiar, trabajar, ser médicos, abogadas o deportistas de élite, en definitiva, vivir con un poco más de esperanza y menos miedo, pueden volver a verse sometidas? Da la sensación de que la tensa calma que se vivía en el país tras dos décadas de intervención fuese una ficción y que estos días aflora la realidad afgana: un país sin estructuras de Estado, sin ninguna garantía hacia los derechos humanos y que estalla en mil pedazos.
Kabul ha caído finalmente en manos de los insurgentes talibanes, que han logrado hacerse con el control del país a una velocidad vertiginosa tras la retirada de las tropas occidentales que habían logrado mantener hasta ahora una calma muy frágil. Los ciudadanos afganos, presas del pánico, están viendo cómo todo lo construido se desmorona y están protagonizando algunas de las escenas más tristes que se han visto en mucho tiempo. Evidentemente, la situación que se presenta en Europa es de inmigraciones, gente que intenta huir... El momento es de mucha unión, de superar dificultades, de permanecer unidos; cierto. El cambio al que se enfrenta el mundo es enorme sin saber a donde llegaremos. Hasta aquí, salvo excepciones, todos estamos de acuerdo.
En el año 2007, Pedro Baños (coronel del Ejército de Tierra, diplomado de Estado Mayor y durante años al frente de labores de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgode). Hacía un análisis muy interesante en su libro “Así se domina el mundo” [editorial Ariel]. Esbozaba el muro infranqueable con el que se han encontrado una tras otra todas las potencias que a lo largo de la Historia han tratado de intervenir en Afganistán, siendo los propios afganos los que han luchado con uñas, dientes y toda su voluntad frente a cualquier injerencia extranjera.
En base a esta crisis humanitaria, he escuchado conversaciones muy desagradables, la mejor de ellas ha sido de un individuo diciendo “que cualquier buen español, decente y bien informado, tiene muy claro que en esos conflictos no se nos ha perdido nada de nada, pese a que los políticos que nos mal-gobiernan se empeñen en involucrarnos en ellos”.
He leído y escuchado en varios medios de comunicación que el gobierno alemán anunció el martes la suspensión de su ayuda al desarrollo para Afganistán, ahora bajo control talibán. Según otros, Francia y Reino Unido ya han advertido de la presencia de yihadistas entre los afganos huidos y acogidos en Europa. Si estas noticias son ciertas, no hay que ser muy mal pensado para imaginar que lo mismo que ha ocurrido allí puede suceder en España. Es lógico el miedo e, inevitablemente, compartimos todas estas inquietudes con nuestros amigos y familia mientras nos sentamos en una terraza arreglando el mundo. Pero una cosa es cierta: hay que ser generosos, pero no ingenuos. Y los errores del Gobierno siempre los paga el pueblo.
Emilia Casas
Últimamente todo el mundo se ha convertido de repente en un experto en Afganistán… Pero dudo que muchos de ellos sepan señalarlo en un mapa.
Estos días vimos cómo la población civil trataba de huir en el aeropuerto de Kabul. Quienes no han podido salir serán sometidos a la ley sharía (una interpretación extrema de la ley islámica en su versión más rígida). Pero son las mujeres quienes están más temerosas de lo que un nuevo régimen talibán puede traer para ellas: una vida de sometimiento y rigores por parte de una tiranía de fundamentalismo religioso, en cuyo léxico no existe la palabra piedad.
En Afganistán, numerosos activistas, periodistas, profesionales de la salud, de la enseñanza o de la política ejercen una función esencial en la lucha por los derechos humanos de mujeres y niñas. Alfabetizan, gestionan albergues para supervivientes de violencia de género o sensibilizan sobre los peligros de los matrimonios forzosos y tempranos. A pesar de las mejoras reales, sigue siendo uno de los lugares más desafiantes del mundo para ser mujer. Con todo lo que está sucediendo, me pregunto ¿qué ocurrirá con los derechos humanos y las libertades fundamentales de la población, incluyendo la dignidad humana, la integridad física, el acceso a la educación y al trabajo, así como la participación política y el libre desarrollo de la personalidad?
¿Como después de veinte años en los que gracias a la ayuda social y económica de la comunidad internacional habían prosperado, habían podido participar en la vida económica, laboral y social de su país, habían podido estudiar, trabajar, ser médicos, abogadas o deportistas de élite, en definitiva, vivir con un poco más de esperanza y menos miedo, pueden volver a verse sometidas? Da la sensación de que la tensa calma que se vivía en el país tras dos décadas de intervención fuese una ficción y que estos días aflora la realidad afgana: un país sin estructuras de Estado, sin ninguna garantía hacia los derechos humanos y que estalla en mil pedazos.
Kabul ha caído finalmente en manos de los insurgentes talibanes, que han logrado hacerse con el control del país a una velocidad vertiginosa tras la retirada de las tropas occidentales que habían logrado mantener hasta ahora una calma muy frágil. Los ciudadanos afganos, presas del pánico, están viendo cómo todo lo construido se desmorona y están protagonizando algunas de las escenas más tristes que se han visto en mucho tiempo. Evidentemente, la situación que se presenta en Europa es de inmigraciones, gente que intenta huir... El momento es de mucha unión, de superar dificultades, de permanecer unidos; cierto. El cambio al que se enfrenta el mundo es enorme sin saber a donde llegaremos. Hasta aquí, salvo excepciones, todos estamos de acuerdo.
En el año 2007, Pedro Baños (coronel del Ejército de Tierra, diplomado de Estado Mayor y durante años al frente de labores de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgode). Hacía un análisis muy interesante en su libro “Así se domina el mundo” [editorial Ariel]. Esbozaba el muro infranqueable con el que se han encontrado una tras otra todas las potencias que a lo largo de la Historia han tratado de intervenir en Afganistán, siendo los propios afganos los que han luchado con uñas, dientes y toda su voluntad frente a cualquier injerencia extranjera.
En base a esta crisis humanitaria, he escuchado conversaciones muy desagradables, la mejor de ellas ha sido de un individuo diciendo “que cualquier buen español, decente y bien informado, tiene muy claro que en esos conflictos no se nos ha perdido nada de nada, pese a que los políticos que nos mal-gobiernan se empeñen en involucrarnos en ellos”.
He leído y escuchado en varios medios de comunicación que el gobierno alemán anunció el martes la suspensión de su ayuda al desarrollo para Afganistán, ahora bajo control talibán. Según otros, Francia y Reino Unido ya han advertido de la presencia de yihadistas entre los afganos huidos y acogidos en Europa. Si estas noticias son ciertas, no hay que ser muy mal pensado para imaginar que lo mismo que ha ocurrido allí puede suceder en España. Es lógico el miedo e, inevitablemente, compartimos todas estas inquietudes con nuestros amigos y familia mientras nos sentamos en una terraza arreglando el mundo. Pero una cosa es cierta: hay que ser generosos, pero no ingenuos. Y los errores del Gobierno siempre los paga el pueblo.
Emilia Casas


























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