¿Qué me pasa doctor?

Escuchando a mi admirada Dinah Washington, con esa voz ronca, profunda, desde dentro de su alma negra y honda, me pregunto qué nos proporciona el amor, amar y ser amados, para que cambiemos tanto de estado de ánimo, hasta de forma de vestir y de hablar con los demás. Es curioso, es hasta asombroso. Cuando te aman y amas, cuando eres correspondido, te conviertes en un ser superior en un mundo barato y fútil. Vas caminando por las calles de tu ciudad emanando amor por los cuatro costados, y caminas unos centímetros por encima de la media, como si el amor te propulsara suavemente hacia algo que sólo pueden ver los que aman y son amados. 

El amor nos convierte en una suerte de superhéroes. Te hace sentir que la vida tiene sentido, tanto, que la derrochas por doquier allá donde haga falta, te gastas, te consumes sin pensar que quizá te agotes en ti mismo por darte a los demás y sucumbir a ese amor que todo lo impregna como un perfume que no sale de tu pituitaria por más que lo intentes. Exprimes tus sentimientos por si se van a pacer a otros lares si no estás vigilante. Es ahora o nunca porque, ¿cuánto puede durar esa sensación de felicidad? ¿Será pasajera o duradera? ¿Nos hará pagar un peaje demasiado caro cuando termine si es que termina? 

Son tantas las preguntas, que prefiero que el tren del amor me arrolle aunque de mí no quede después más que el recuerdo de lo que pudo ser y no fue. No me quedaré aquí en “stand by”, eso ni pensarlo. Antes me subo al tren en la primera estación hacia otro lugar en el que consiga sentir lo más opuesto al conformismo y la desolación o el aburrimiento. La vida es tan corta y hay tantas personas intentando destrozarte de una u otra manera…Que si no huyes, te alcanzan sus sombras negras y alargadas. 

Pero mientras tenga amor y música, la vida que habito tendrá un sentido, un latido intermitente antes del pitido continuo y final. En tanto, vivamos, amemos. Seamos superhéroes. 

Nélida L. del Estal Sastre