DENUNCIAS
Pasear, sin poder pasar, por la carreta de Almaraz
Los árboles y las farolas, en mitad de la acera, obligan a los peatones a caminar por el carril bici.
Un ramal del puente de los Poetas, con su correspondiente rotonda, facilitó la conexión entre la margen izquierda del río y la carretera que conduce hasta la antigua cárcel. Ciertas condiciones impiden que se convierta en atractivo y cómodo paseo, como hay otros entre ciudad y su campo cercano.
Dispone de buena sombra a ambos lados, muy de agradecer en verano; la proporcionan cientos de árboles, alguno sano, pero muchos están enfermos y necesitan de atención y llegado el caso reposición. Numerosos alcorques vacíos demuestran la suerte que han corrido algunos ya perdidos irremediablemente. Pero no, en este caso no es cuestión de replantarlos simplemente. Hay que buscar la convivencia con los peatones que transitan por las aceras, no ocupando su espacio como ocurre en estos momentos y evitando así que, tanto los paseantes, como los que eligen la zona por sus características para practicar runing, tengan que ocupar el carril destinado a ciclos, pues de otra manera, tendrían dificultades para pasar. Los troncos están situados justo en medio y hay que buscarse la vida para seguir camino, teniendo que bajarse de la acera, sin otro remedio.
Evidentemente, si en el carril bici, y porque por la acera no se puede ir corriendo o andando, hay personas transitando a pie, los que circulen sobre dos ruedas tendrán que apañárselas, con el consiguiente peligro para unos y para otros. No es un problema surgido de repente, se arrastra desde hace años. Y, si mal está desde su urbanización, los peligros aumentan con la falta de mantenimiento posterior, porque, aunque a unos metros de cada paso peatonal hay reductores de velocidad, el desgaste los ha dejado inservibles, sin faltar los conductores que los esquivan, invadiendo el carril contrario. Otro peligro añadido.
Soluciones existen, las dimensiones de la vía permiten que convivan aceras anchas, su carril bici de dimensiones adecuadas, y calzada. Podría transformarse en un auténtico paseo, con el atractivo de las aceñas de Gijón, pendientes de que algún día se restauran o se pierdan para siempre, y el edifico de la cárcel, que algún día se rehabilitará y se le dará uso. Mientras llega ese día, esperaremos sentados.
Manuel Herrero Alonso
Un ramal del puente de los Poetas, con su correspondiente rotonda, facilitó la conexión entre la margen izquierda del río y la carretera que conduce hasta la antigua cárcel. Ciertas condiciones impiden que se convierta en atractivo y cómodo paseo, como hay otros entre ciudad y su campo cercano.
Dispone de buena sombra a ambos lados, muy de agradecer en verano; la proporcionan cientos de árboles, alguno sano, pero muchos están enfermos y necesitan de atención y llegado el caso reposición. Numerosos alcorques vacíos demuestran la suerte que han corrido algunos ya perdidos irremediablemente. Pero no, en este caso no es cuestión de replantarlos simplemente. Hay que buscar la convivencia con los peatones que transitan por las aceras, no ocupando su espacio como ocurre en estos momentos y evitando así que, tanto los paseantes, como los que eligen la zona por sus características para practicar runing, tengan que ocupar el carril destinado a ciclos, pues de otra manera, tendrían dificultades para pasar. Los troncos están situados justo en medio y hay que buscarse la vida para seguir camino, teniendo que bajarse de la acera, sin otro remedio.
Evidentemente, si en el carril bici, y porque por la acera no se puede ir corriendo o andando, hay personas transitando a pie, los que circulen sobre dos ruedas tendrán que apañárselas, con el consiguiente peligro para unos y para otros. No es un problema surgido de repente, se arrastra desde hace años. Y, si mal está desde su urbanización, los peligros aumentan con la falta de mantenimiento posterior, porque, aunque a unos metros de cada paso peatonal hay reductores de velocidad, el desgaste los ha dejado inservibles, sin faltar los conductores que los esquivan, invadiendo el carril contrario. Otro peligro añadido.
Soluciones existen, las dimensiones de la vía permiten que convivan aceras anchas, su carril bici de dimensiones adecuadas, y calzada. Podría transformarse en un auténtico paseo, con el atractivo de las aceñas de Gijón, pendientes de que algún día se restauran o se pierdan para siempre, y el edifico de la cárcel, que algún día se rehabilitará y se le dará uso. Mientras llega ese día, esperaremos sentados.
Manuel Herrero Alonso




























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