Martes, 23 de Septiembre de 2025

Eugenio de Ávila
Martes, 21 de Septiembre de 2021
RES PÚBLICA

Una democracia sin demócratas… ni a la diestra ni a la siniestra

Sin periodistas libres tampoco hay democracia

[Img #57008]Escribió Goethe que ser liberal es un sentimiento. Me temo que ser demócrata y comportarse como tal también lo es. Hay muy pocos liberales. Por tanto, hay escasos demócratas tanto aquí, en nuestra Zamora, como allá, en lo que va quedando de España. No existe un partido liberal. No hay una nación en el mundo que se rija por criterios liberales. Ni tan si quiera Estados Unidos. Trump subió los aranceles para proteger su industria. América para los americanos. ¿Podría ser Inglaterra el estado más liberal? Quizá, pero tampoco. Pasó de Europa. Prioridad para los intereses británicos. El resto, para hacer negocio. Comercio. Inglaterra es la Roma contemporánea.

 

El grave problema de España se halla en la ausencia de demócratas, no conozco ninguno, ni a la diestra ni a la siniestra, que siempre ha tenido querencia por el totalitarismo, odio por los ideales jacobinos, una paradoja política, y  deleite por la complicidad con los secesionistas catalanes y vascos. Esta izquierda de aquí, que no española, porque España es un nombre que le causa náuseas, siempre mostró simpatías por los secesionistas, ya de la ultraderecha, bien de la ultraizquierda.

 

El Gobierno de Sánchez y Podemos pactó con gentuza como Bildu, lo que queda de ETA, y, por supuesto, con PNV, racistas de la peor laya. Pablo Iglesias chiquiteaba en las herriko tabernas sin darle asco, no ya el vino, sino la gente que las regentaba. También, en la otra región, rica como la vasca, Cataluña, llegó a acuerdos con ERC, un partido socialfascista de libro, con tres golpes de Estado en su haber: Macià (1926), Companys (1934) y Junqueras (2017), y con los herederos de Pujol, el jeta de Puigdemont, al que dejó huir Sáenz de Santamaría, y sus colegas de Juntos por Cataluña, peseteros, corruptos y también golpistas.

 

Por supuesto, el centro-derecha español se caracteriza por su falta de ideología, incluso se avergüenzan de definirse de derechas. Ni Maíllo ni Martín Pozo jamás se confesaron de la diestra política. Casado, tampoco. Les gusta el centro que es algo así como el limbo de los niños ideológico. Parecen españoles, porque portan la bandera, pero solo forma parte de esta farsa política que padece España. Por supuesto, el PP no es un partido liberal. ¿Qué es eso? Rajoy, en 2010, en el Congreso de Valencia, invitó a los liberales, si es que alguno se perdió entre los populares, a marcharse de su formación.

 

No conozco nación europea que cobije, que contenga, que mantenga, partidos secesionistas, enemigos confesos de la patria. España, sí. Los alimenta bien, a cuenta de las regiones más pobres, no hay dinero, verbigracia,  unos 80 millones, para Monte la Reina, pero sí hay miles para el Prat; mantiene una Ley Electoral que prima a los partidos nacionalistas, y, además, tanto Aznar, como Zapatero, Rajoy y ahora, en su máxima expresión, Sánchez aceptan sus chantajes.

 

España no puede ser una democracia porque aquí no viven demócratas, un sentimiento, como ser liberal, algo que emana desde los adentros del hombre. Nuestra falta de respeto por el prójimo, por lo que piensa, por lo que comenta, por lo que hace, resume este régimen que se dirige hacia el abismo. Close to the Edge.

 

Sin huevos no hay tortilla. Si no hay agua, te mueres de sed. Sin demócratas la democracia es un sucedáneo, una fachada de cartón-piedra, como los pueblos de Almería cuando los spaguetti-western;  una mentira que solo se creen tontos de baba. Solo el odio al contrario y la incapacidad física para eliminarlo mantienen nuestro sistema.

Ahora bien, no se puede ser demócrata con los enemigos de la democracia. A no ser que quieras emular a Neville Chamberlain.

¡Ah, se me olvidaba!: sin periodistas libres tampoco hay democracia. No conozco medios liberales, ni, por ende, demócratas. Todos tendenciosos y algunos incluso sectarios. Y el pobre redactor jamás podrá escribir o contar lo que piensa y siente.

Eugenio-Jesús de Ávila

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