Sábado, 20 de Septiembre de 2025

Eugenio de Ávila
Domingo, 26 de Septiembre de 2021
RES PÚBLICA

España y Zamora y la revolución burguesa

[Img #57180]Los historiadores, un servidor, como tal, también, durante largo tiempo, con debates profundos, sobre si los problemas de España durante todo el siglo XX, prorrogados hasta esta tercera década del XXI, radicaban en que nuestra nación careció de una revolución burguesa, como aconteció en Francia, a partir de 1789, si bien con periodos de reacción, regreso al Imperio y Monarquía; Inglaterra, con la decapitación de Carlos I en 1649; la unificación Italia con Garabaldi, la de Alemania; la primera revolución rusa, en febrero de 1917, después truncada por los bolcheviques en octubre de ese mismo año.

 

La burguesía española siempre fue débil intelectual y económicamente, además de constituirse en pequeños grupos pseudo aristocráticos e industriales en Bilbao y Barcelona, y en Madrid. En el resto de España, como en nuestra tierra, la burguesía fue escasa en número y muy dependiente del poder en el agro.

 

Quizá vaya a escribir una tontería, pero la primera revolución burguesa española, o contra revolución, surgió el 18 de julio de 1936, ante el temor de tres revoluciones rojas incipientes: la del PSOE de Largo Caballero: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo y, como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”. Mitin en Linares, el 20 de enero de 1936. La del PCE, dirigida intelectual y militarmente desde Moscú, y la de la CNT-FAI, a su aire, ácrata, que combatió tanto a los nacionalistas españoles como a los comunistas y socialistas de Largo y Negrín, como se demostró en marzo de 1939, en Madrid, con Cipriano de Mera, Besteiro y los militares Miaja y Casado, y el socialista Wenceslado Carrillo, padre de Santiago, y antes en Barcelona, con la célebre disputa por el edificio de la Telefónica.

 

Antes de la II República, Primo de Rivera, durante su dictablanda, con la que pacto el PSOE de Largo Caballero, apoyó a la burguesía del textil catalán, durante su etapa en la Presidencia del Gobierno.

 

España jamás vivió, pues una revolución burguesa clásica, como tampoco pasó por un Modelo de Producción Medieval a la europea, producto de los ocho siglos de poder el Islam en la mitad del territorio nacional. Solo durante el franquismo creció esa clase burguesa, que se potenció en virtud no de una revolución, de manera incruenta, sino de una dictadura, muy socializante en su primera década, merced a los que quedó de la Falange, y más liberal a partir de los sesenta, con la llegada al poder de ministros del Opus Dei. Por lo tanto, la burguesía española asoció desarrollo a dictadura y tardó tiempo en percibir que solo en una democracia liberal podría avanzar y desarrollarse. La clase media española se gestó, por lo tanto, a través de los 40 años de la dictadura franquista. No se trató de un plan ejecutado desde El Pardo, sino que aconteció por inercia, por una ley económica e histórica.

 

El franquismo, poco a poco, a su ritmo, retiró el corsé que impedía el crecimiento de la nación. No podemos tampoco analizar la dictadura como un periodo político homogéneo, porque dentro del franquismo también se dieron batallas políticas importantes. Franco utilizó a los falangistas hasta que realizaron su labor durante los primeros años tras la Guerra Civil; pero, cuando cumplieron su trabajo en los peores años de la dictadura, prescindió de sus servicios. Después llegaron los ministros del Opus y el pragmatismo. Entonces se inició el gran desarrollo económico de España. Pero, para ser Europa, para convertir España en una democracia, había que acabar con el franquismo.

 

La debilidad de las izquierdas, con un inexistente PSOE, y el apoyo de la burguesía facilitó que la democracia llegase solo cuando murió el dictador en su lecho. Después, las fuerzas franquistas más inteligentes y el PCE, más la reconstrucción del socialismo gracias a USA y Alemania, nos entregaron una democracia que, cuarenta años más tarde, necesita, clama, una catarsis, una vez que las fuerzas políticas se agotaron merced a la corrupción de los partidos, liderada por el PSOE, con los ERES de Andalucía; imitada por el PP, con numerosos casos más individuales que colectivos, y con los nacionalismo, con un tipo tan depravado y venal con Pujol, que hoy tiene en Puigdemont y sus seguidores a sus herederos políticos y económicos.

 

Por lo que respecta a Zamora, aquí jamás, salvo excepciones, familias Regojo y Reglero, se conoció una burguesía económica e intelectual. Perduró el caciquismo decimonónico, pero sin clase, para nada aristocrático, e incluso se alcanzó un tipo de democracia franquista, sin que los cuadros de las izquierdas dominasen y pastoreasen la sociedad zamorana. Como en nuestra ciudad y provincia nunca hubo industria, jamás el proletariado adquirió protagonismo. Las voces de la izquierda son pequeñoburguesas, procedentes, esencialmente, de la función pública, escasos intelectuales, casi siempre silentes, y poco más. Zamora, pues, un territorio que avanza, aceleradamente, hacia el pretérito.

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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