PASIÓN POR ZAMORA
Zamora necesita un nuevo proyecto de casco histórico
No tengo duda de que me hubiera ido mejor en mi vida profesional de haber sido un cobista, un pelota. Así se progresa en esta ciudad pretérito cuando se trabaja en los medios de comunicación y en la política, formas de vivir que tan similares. Pero nunca habría dormido a gusto, con la conciencia tranquila, sin escribir y decir lo que pensaba. Ni tampoco me miraría al espejo de frente, porque me habría convertido en uno más, en un adulador, especie abundante en nuestra Zamora, ciudad de la apatía antropológica y el miedo al miedo.
Escribo sobre lo que me disgusta, enoja y existe la posibilidad de cambiar, arreglar, rectificar. También he aportado ideas que embellecieran Zamora, la maquillarán, la sacaran de esta decadencia económica y social. Colijo que hay miles de personas que coinciden conmigo y que hay dos o tres, que van de “rojillos” de salón, esos que aplauden cuando critico al PP o Vox, pero que sonríen, con cobardía, cuando saco las inmundicias históricas y actuales de los que consideran suyos. Mezcla de analfabetismo y fe, de desconocimiento e irracionalidad.
Hoy, último día de septiembre, insistiré en lo que Zamora necesita para atraer a ese turismo cultural, sector que podría cambiar la economía local. Voy por partes. Considero que la reforma del casco histórico, del pavimento, ejecutada durante un mandato del PP, liderado por Antonio Vázquez, se invirtió mucho dinero, procedente de Europa, merced a un gran zamorano, ya desaparecido, José Folgado, que llegó a ser secretario de estado. No me gustó. Me sincero. Pienso que tantos millones de pesetas apenas transformaron la imagen de la zona más antigua de la ciudad. En vez de granito de Sayago de ocho centímetros, como se contemplaba en el proyecto, se colocaron losetas chinas de seis. Para ahorrarse dinero, piedras por doquier, que, hoy por hoy, provocan malestar al caminar. De hecho, los peatones, si pueden, evitan caminar por encima de ese suelo.
San Martín, plaza que tuvo su encanto, después de dos reformas millonarias, solo sirve para recreo de los niños y una terraza de verano. El resto, un pedregal. Los solares, como ese gigantesco de la Rúa de los Notarios, mantienen muros y fachadas que pueden venirse abajo cualquier día. Los jardines del Castillo-Catedral tienen sed, necesitan fuentes, apropiadas al entorno. La plaza de Viriato también dificulta su tránsito.
La Plaza Mayor es el ágora más fea de Castilla y León. Ningún equipo de gobierno, desde que se intentó, pero sin creer en el proyecto, ha llevado a su programa electoral ese proyecto de transformación que nos hiciera sentirnos orgullosos de ese espacio urbano. Y ya en plena Santa Clara, frente al templo más hermoso de Zamora, Santiago del Burgo, la plaza de la Constitución aburre, causa tedio, da sed. Por qué no se construye una fuente con jardines en su entorno. No se filtraría el agua al aparcamiento. En absoluto.
La plaza de San Gil, con ese parque infantil y el soterramiento de los restos de la iglesia que llevaba tal nombre, que debieron quedar al aire libre, para admiración propia y de extraños, podría ser uno de los rincones más bonitos de la ciudad. Y regresando al tema de las fuentes: la de la plaza de Alemania, que yo pedí año tras año, me parece otra chapuza. Los focos interiores tienen luces que van cambiado, pero solo se percibe desde la altura. El muro que rodea a los caños no puede ser más grosero. El entorno, pedregoso, en el que crecen malas hierbas, en vez de contar con un jardín con flores.
Insisto en que Francisco Guarido, un alcalde con querencia por embellecer Zamora debería, antes de concluir este mandato, abordar una segunda reforma, en profundidad, en el casto antiguo. Entablar conversaciones con los propietarios de los locales abandonados en esa zona para comprarlos por un precio justo, para después construir edificios, adecuados al entorno, destinados a matrimonios jóvenes, viviendas sociales, para repoblar la parte más noble de la ciudad.
Para otro día escribiré sobre la muralla, cuyo proyecto de restauración parece dilatarse en el tiempo, porque el Gobierno se ha debido de olvidar de sus promesas; también sobre la restauración de las torres del puente de románico o protogótico; de la posibilidad de abrir una gran terraza sobre el Duero, idea del actual regidor cuando era concejal en la oposición, una vez que las monjas que habitan parte de esas viviendas, ubicadas arriba de las Peñas de Santa Marta, accedieran a vender los terrenos que ahora ocupan, sin utilidad alguna para la ciudad, y, por supuesto, de que la Torre de la Catedral se convirtiese en accesible. El proyecto existe. ¿Por qué no se habla con el nuevo obispo, persona abierta, progresista, trabajadora y con ideas? Beneficiaría a la Iglesia y al turismo.
En fin, un servidor tiene ideas, las aporta. Usted estará o no de acuerdo. También para atraer empresas a Zamora. Eso lo dejo para otro día.
Eugenio-Jesús de Ávila
No tengo duda de que me hubiera ido mejor en mi vida profesional de haber sido un cobista, un pelota. Así se progresa en esta ciudad pretérito cuando se trabaja en los medios de comunicación y en la política, formas de vivir que tan similares. Pero nunca habría dormido a gusto, con la conciencia tranquila, sin escribir y decir lo que pensaba. Ni tampoco me miraría al espejo de frente, porque me habría convertido en uno más, en un adulador, especie abundante en nuestra Zamora, ciudad de la apatía antropológica y el miedo al miedo.
Escribo sobre lo que me disgusta, enoja y existe la posibilidad de cambiar, arreglar, rectificar. También he aportado ideas que embellecieran Zamora, la maquillarán, la sacaran de esta decadencia económica y social. Colijo que hay miles de personas que coinciden conmigo y que hay dos o tres, que van de “rojillos” de salón, esos que aplauden cuando critico al PP o Vox, pero que sonríen, con cobardía, cuando saco las inmundicias históricas y actuales de los que consideran suyos. Mezcla de analfabetismo y fe, de desconocimiento e irracionalidad.
Hoy, último día de septiembre, insistiré en lo que Zamora necesita para atraer a ese turismo cultural, sector que podría cambiar la economía local. Voy por partes. Considero que la reforma del casco histórico, del pavimento, ejecutada durante un mandato del PP, liderado por Antonio Vázquez, se invirtió mucho dinero, procedente de Europa, merced a un gran zamorano, ya desaparecido, José Folgado, que llegó a ser secretario de estado. No me gustó. Me sincero. Pienso que tantos millones de pesetas apenas transformaron la imagen de la zona más antigua de la ciudad. En vez de granito de Sayago de ocho centímetros, como se contemplaba en el proyecto, se colocaron losetas chinas de seis. Para ahorrarse dinero, piedras por doquier, que, hoy por hoy, provocan malestar al caminar. De hecho, los peatones, si pueden, evitan caminar por encima de ese suelo.
San Martín, plaza que tuvo su encanto, después de dos reformas millonarias, solo sirve para recreo de los niños y una terraza de verano. El resto, un pedregal. Los solares, como ese gigantesco de la Rúa de los Notarios, mantienen muros y fachadas que pueden venirse abajo cualquier día. Los jardines del Castillo-Catedral tienen sed, necesitan fuentes, apropiadas al entorno. La plaza de Viriato también dificulta su tránsito.
La Plaza Mayor es el ágora más fea de Castilla y León. Ningún equipo de gobierno, desde que se intentó, pero sin creer en el proyecto, ha llevado a su programa electoral ese proyecto de transformación que nos hiciera sentirnos orgullosos de ese espacio urbano. Y ya en plena Santa Clara, frente al templo más hermoso de Zamora, Santiago del Burgo, la plaza de la Constitución aburre, causa tedio, da sed. Por qué no se construye una fuente con jardines en su entorno. No se filtraría el agua al aparcamiento. En absoluto.
La plaza de San Gil, con ese parque infantil y el soterramiento de los restos de la iglesia que llevaba tal nombre, que debieron quedar al aire libre, para admiración propia y de extraños, podría ser uno de los rincones más bonitos de la ciudad. Y regresando al tema de las fuentes: la de la plaza de Alemania, que yo pedí año tras año, me parece otra chapuza. Los focos interiores tienen luces que van cambiado, pero solo se percibe desde la altura. El muro que rodea a los caños no puede ser más grosero. El entorno, pedregoso, en el que crecen malas hierbas, en vez de contar con un jardín con flores.
Insisto en que Francisco Guarido, un alcalde con querencia por embellecer Zamora debería, antes de concluir este mandato, abordar una segunda reforma, en profundidad, en el casto antiguo. Entablar conversaciones con los propietarios de los locales abandonados en esa zona para comprarlos por un precio justo, para después construir edificios, adecuados al entorno, destinados a matrimonios jóvenes, viviendas sociales, para repoblar la parte más noble de la ciudad.
Para otro día escribiré sobre la muralla, cuyo proyecto de restauración parece dilatarse en el tiempo, porque el Gobierno se ha debido de olvidar de sus promesas; también sobre la restauración de las torres del puente de románico o protogótico; de la posibilidad de abrir una gran terraza sobre el Duero, idea del actual regidor cuando era concejal en la oposición, una vez que las monjas que habitan parte de esas viviendas, ubicadas arriba de las Peñas de Santa Marta, accedieran a vender los terrenos que ahora ocupan, sin utilidad alguna para la ciudad, y, por supuesto, de que la Torre de la Catedral se convirtiese en accesible. El proyecto existe. ¿Por qué no se habla con el nuevo obispo, persona abierta, progresista, trabajadora y con ideas? Beneficiaría a la Iglesia y al turismo.
En fin, un servidor tiene ideas, las aporta. Usted estará o no de acuerdo. También para atraer empresas a Zamora. Eso lo dejo para otro día.
Eugenio-Jesús de Ávila
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