CON LOS CINCO SENTIDOS
El ocaso del pensamiento crítico
Nélida del Estal
Estamos asistiendo a una época apocalíptica, a la inconsistencia de las ideologías que crea personajes que se llenan la boca de arengas vacías que con su demagogia, esparcen esa basura etérea a la intemperie de cada día a personas que se empapan con un polvo que lo cala todo, pero que, como carece de consistencia intelectual, se puede desbaratar por cualquier persona con una mente medianamente bien amueblada, a golpe de soplido, sin forzar mucho la capacidad pulmonar.
Parece que careciéramos de referentes sólidos a los que asirnos. Si sobresale algún ideólogo, filósofo, científico o librepensador con ideas que aportar, lo enterramos antes de que esas ideas puedan llegar al vulgo, y si llegan, las disfrazamos de mentira o invención.
Estamos inmersos en la era del fast food mental. Lo consumimos todo a razón de 140 caracteres.
Si queremos leer un artículo en un periódico digital, lo primero que nos encontramos al abrir la noticia es una frase con los minutos que nos llevará su lectura. Así podremos discriminar entre noticias que nos supongan una atención sostenida de más de cinco o diez minutos; en este último caso, estoy segura de que el 70 % de la población desechará informarse a través de ese artículo y pasará a la siguiente tontería que le llame la atención.
Hemos olvidado de dónde proviene la raíz de las palabras, cuál es su etimología y cuál su significado. Convertimos en mesías a gentuza.
Hemos desterrado las raíces del pensamiento y nos estamos precipitando hacia una era moralmente cuestionable e intelectualmente pobre. Dan ganas de cerrar la mente y tirar la llave.
Estamos asistiendo a una época apocalíptica, a la inconsistencia de las ideologías que crea personajes que se llenan la boca de arengas vacías que con su demagogia, esparcen esa basura etérea a la intemperie de cada día a personas que se empapan con un polvo que lo cala todo, pero que, como carece de consistencia intelectual, se puede desbaratar por cualquier persona con una mente medianamente bien amueblada, a golpe de soplido, sin forzar mucho la capacidad pulmonar.
Parece que careciéramos de referentes sólidos a los que asirnos. Si sobresale algún ideólogo, filósofo, científico o librepensador con ideas que aportar, lo enterramos antes de que esas ideas puedan llegar al vulgo, y si llegan, las disfrazamos de mentira o invención.
Estamos inmersos en la era del fast food mental. Lo consumimos todo a razón de 140 caracteres.
Si queremos leer un artículo en un periódico digital, lo primero que nos encontramos al abrir la noticia es una frase con los minutos que nos llevará su lectura. Así podremos discriminar entre noticias que nos supongan una atención sostenida de más de cinco o diez minutos; en este último caso, estoy segura de que el 70 % de la población desechará informarse a través de ese artículo y pasará a la siguiente tontería que le llame la atención.
Hemos olvidado de dónde proviene la raíz de las palabras, cuál es su etimología y cuál su significado. Convertimos en mesías a gentuza.
Hemos desterrado las raíces del pensamiento y nos estamos precipitando hacia una era moralmente cuestionable e intelectualmente pobre. Dan ganas de cerrar la mente y tirar la llave.
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