RES PÚBLICA
Puertas giratorias para los políticos…ahora un socialista
Antonio Miguel Carmona, socialista de toda la vida, por lo menos desde la muerte de Franco -contaba con 12 años cuando finó el dictador-, ha sido nombrado vicepresidente de Iberdrola. De este político, muy conocido por sus diferentes etapas de tertuliano en distintos medios, a la diestra y a la siniestra, dijo, en su momento, Pablo Iglesias, no el fundador del PSOE, sino el otro, que era un “subnormal”. Este docente universitario, con avidez por la política, dijo en su día que había que parar los pies a las eléctricas y se mostró, ante sus compañeros socialistas, proclive a hundir otro "Prestige"
No obstante, Carmona es un socialista que ha defendido siempre la Constitución, la lengua española y ha trabajado por romper con los pactos con independentistas racistas. Ahora va a vivir todavía mejor de lo que vivía, pero este hombre no necesita de la política como modus vivendi, porque es profesor de Económicas en la universidad.
Iberdrola nunca se comportó bien con Zamora, ni tan si quiera cuando nuestros embalses significaban un importante tanto por ciento en su cuenta de resultados. Ahora no somos nada para la compañía, porque también maneja otros sectores de la energía, como son las renovables y parte de su riqueza la consigue en otras naciones del mundo mundial.
Antonio Miguel Carmona no forma parte del círculo de amistades de Pedro Sánchez, en principio, porque el presidente no tiene amigos. Recuerdo qué ha hecho con su gurú de La Moncloa, Redondo, o el Ministro de Transportes, Ábalos. Se enteraron de su destitución al instante. No hubo preparación. Aquí te pillo, aquí te mato.
Por lo tanto, Sánchez no ha colocado a Carmona en la multinacional de la energía. Lo que interesa al pueblo llano, al lector, a un servidor, radica en que hay una elite, la casta que denominaba Iglesias hasta que fue engullido por la erótica del poder, por el dinero, por el buen vivir burgués, y una gran mayoría que formamos parte del número, de la masa, del trabajo, del sudor. Somos los que arrancamos el motor del Estado, los que le echamos gasolina, cuidamos, mimamos; pero otros, una minoría lo disfrutan. Nos echan viandas en el pesebre para que después acudamos a las urnas para refrendar el poder de los de siempre.
Durante el franquismo mandaron, y mucho, unos pocos; ahora mandan otros, que ignoran en qué consistió la dictadura o son hijos de los afectos al régimen. Van de demócratas, pero llevan dentro el alma de un dictador. Si pudieran, gobernarían sin oposición, sin parlamentos, sin elecciones, como mucho, para disimular, referéndum. Establecerían una dictadura del proletariado, sin obreros; como ahora, ni un solo trabajador, con callo en cuerpo y alma, en Congreso de los Diputados y Senado. Solo funcionarios, burguesitos y niños de papá, que no pegaron palo nunca, que ignoran lo qué es pagar una nómina y a la Seguridad Social y las preocupaciones que genera la falta de liquidez, de clientes, de negocio para seguir con la tienda abierta.
No hay nadie tan conservador como un funcionario y lo escribe alguien que procede de una familia con un 50% de servidores del Estado y mantiene amistad con otros cuantos. Un hombre, o mujer, que, concluido bachillerato, carrera media o superior, opositó con el objetivo de hacerse con un puesto de trabajo para toda la vida. Se acabaron las preocupaciones, solo las propias que acarrea, en su caso, un sueldo mediocre, porque el salario estará asegurado hasta el final de los días, hasta que las parcas decidan cumplir con su labor. Ya se puede militar en la ultraizquierda, ser trotskista o ácrata, porque la función pública te reduce al conservadurismo económico. Es más, por qué los que se consideran de izquierdas ceden su patrimonio al Estado, haciéndolo constar en su testamento. Todo para el Estado, nada contra el Estado, nado fuera del Estado. Menos palabrería, demagogia y jeta y cumplir en la práctica con la teoría.
En verdad, Antonio Miguel Carmona ha alcanzado el cargo que tantos políticos profesionales desean. Pedro Sánchez, cuando lo derroten en las urnas, se buscará la vida en otro chollo de este tipo. Pablo Iglesias vive mucho mejor que antes de formar parte de la casta. Usted y yo deberemos trabajar casi hasta el final de nuestras vidas para obtener una pensión que nos dé para ir tirando. Poco más, como mucho, viajes para mayores de 60 años a las localidades templadas del Mediterráneo español. Para los políticos quedan las Maldivas, Seychelles y Bali, por poner tres paraísos en el Índico y Pacífico. Quizá si nos tocará la Primitiva.
Por las puertas giratorias solo circulan los miembros de la casta. Y la gente sigue votando. Almas cándidas y pías. España es una nación de “pringaos” aborregados por los que esculpen las palabras. Todo para el pueblo. Me hacéis reír, don Gonzalo.
Eugenio-Jesús de Ávila
Antonio Miguel Carmona, socialista de toda la vida, por lo menos desde la muerte de Franco -contaba con 12 años cuando finó el dictador-, ha sido nombrado vicepresidente de Iberdrola. De este político, muy conocido por sus diferentes etapas de tertuliano en distintos medios, a la diestra y a la siniestra, dijo, en su momento, Pablo Iglesias, no el fundador del PSOE, sino el otro, que era un “subnormal”. Este docente universitario, con avidez por la política, dijo en su día que había que parar los pies a las eléctricas y se mostró, ante sus compañeros socialistas, proclive a hundir otro "Prestige"
No obstante, Carmona es un socialista que ha defendido siempre la Constitución, la lengua española y ha trabajado por romper con los pactos con independentistas racistas. Ahora va a vivir todavía mejor de lo que vivía, pero este hombre no necesita de la política como modus vivendi, porque es profesor de Económicas en la universidad.
Iberdrola nunca se comportó bien con Zamora, ni tan si quiera cuando nuestros embalses significaban un importante tanto por ciento en su cuenta de resultados. Ahora no somos nada para la compañía, porque también maneja otros sectores de la energía, como son las renovables y parte de su riqueza la consigue en otras naciones del mundo mundial.
Antonio Miguel Carmona no forma parte del círculo de amistades de Pedro Sánchez, en principio, porque el presidente no tiene amigos. Recuerdo qué ha hecho con su gurú de La Moncloa, Redondo, o el Ministro de Transportes, Ábalos. Se enteraron de su destitución al instante. No hubo preparación. Aquí te pillo, aquí te mato.
Por lo tanto, Sánchez no ha colocado a Carmona en la multinacional de la energía. Lo que interesa al pueblo llano, al lector, a un servidor, radica en que hay una elite, la casta que denominaba Iglesias hasta que fue engullido por la erótica del poder, por el dinero, por el buen vivir burgués, y una gran mayoría que formamos parte del número, de la masa, del trabajo, del sudor. Somos los que arrancamos el motor del Estado, los que le echamos gasolina, cuidamos, mimamos; pero otros, una minoría lo disfrutan. Nos echan viandas en el pesebre para que después acudamos a las urnas para refrendar el poder de los de siempre.
Durante el franquismo mandaron, y mucho, unos pocos; ahora mandan otros, que ignoran en qué consistió la dictadura o son hijos de los afectos al régimen. Van de demócratas, pero llevan dentro el alma de un dictador. Si pudieran, gobernarían sin oposición, sin parlamentos, sin elecciones, como mucho, para disimular, referéndum. Establecerían una dictadura del proletariado, sin obreros; como ahora, ni un solo trabajador, con callo en cuerpo y alma, en Congreso de los Diputados y Senado. Solo funcionarios, burguesitos y niños de papá, que no pegaron palo nunca, que ignoran lo qué es pagar una nómina y a la Seguridad Social y las preocupaciones que genera la falta de liquidez, de clientes, de negocio para seguir con la tienda abierta.
No hay nadie tan conservador como un funcionario y lo escribe alguien que procede de una familia con un 50% de servidores del Estado y mantiene amistad con otros cuantos. Un hombre, o mujer, que, concluido bachillerato, carrera media o superior, opositó con el objetivo de hacerse con un puesto de trabajo para toda la vida. Se acabaron las preocupaciones, solo las propias que acarrea, en su caso, un sueldo mediocre, porque el salario estará asegurado hasta el final de los días, hasta que las parcas decidan cumplir con su labor. Ya se puede militar en la ultraizquierda, ser trotskista o ácrata, porque la función pública te reduce al conservadurismo económico. Es más, por qué los que se consideran de izquierdas ceden su patrimonio al Estado, haciéndolo constar en su testamento. Todo para el Estado, nada contra el Estado, nado fuera del Estado. Menos palabrería, demagogia y jeta y cumplir en la práctica con la teoría.
En verdad, Antonio Miguel Carmona ha alcanzado el cargo que tantos políticos profesionales desean. Pedro Sánchez, cuando lo derroten en las urnas, se buscará la vida en otro chollo de este tipo. Pablo Iglesias vive mucho mejor que antes de formar parte de la casta. Usted y yo deberemos trabajar casi hasta el final de nuestras vidas para obtener una pensión que nos dé para ir tirando. Poco más, como mucho, viajes para mayores de 60 años a las localidades templadas del Mediterráneo español. Para los políticos quedan las Maldivas, Seychelles y Bali, por poner tres paraísos en el Índico y Pacífico. Quizá si nos tocará la Primitiva.
Por las puertas giratorias solo circulan los miembros de la casta. Y la gente sigue votando. Almas cándidas y pías. España es una nación de “pringaos” aborregados por los que esculpen las palabras. Todo para el pueblo. Me hacéis reír, don Gonzalo.
Eugenio-Jesús de Ávila
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