Quiero gritar tu nombre

Si la ciencia encuentra un antídoto para el dolor de corazón, ese dolor que te sobrepasa y te traspasa, que te lleva a lo más profundo del océano más negro y a la espesura más oscura del bosque más frondoso, por favor, que me lo proporcione lo antes posible. ¿Cómo se cura un corazón  partido en dos mitades, cuando cada una de ellas vaga en busca de la otra sin reconocerse para encontrarse y unirse de nuevo? Siento frío en mis entrañas, como si mi frágil corazón palpitase más aprisa de lo normal con la única intención de generarme un calor que se me escapa y que no  consigo retener. Tengo frío. Un intenso y pesado frío paralizante.

Necesito el calor de tus brazos, el sabor de tus besos, el olor de tu cuello porque nada soy y nada siento sin ellos. No te vayas, espera un poco más a que coja impulso, no desesperes, sólo soy un satélite orbitando alrededor de tu persona, en la distancia, en el tiempo. Ya en silencio porque hasta la voz me la han arrebatado los primeros fríos del otoño. Me subiré a la montaña más alta para gritar tu nombre a los cuatro vientos y en las cuatro direcciones que marca mi brújula, que eres tú. No me importa el esfuerzo que imprima y si llego viva o no  a la meta, pero lo intentaré hasta que no me quede un músculo sano, que no haya sido dañado por tamaño esfuerzo.

Si te pierdo, no volveré a encontrarme. Me sentiré como un nómada que deambula sin rumbo por ninguna parte y en ninguna parte se establece porque ya no tiene sentido asentarme. Volveré al ostracismo del que nunca debí salir porque sólo provoco un daño que no pretendo, rebajaré la intensidad de mi persona al mínimo, para que nadie me oiga, para no molestar, para pasar desapercibida en este mundo que no comprendo. Quizá no debí estar aquí, no eran ni mi momento ni mi lugar. Empezaré de nuevo con la lección aprendida y seré yo, libre. Sin dolor porque el antídoto habrá funcionado y volveré a ser alegre y chispeante, pero contenida. Me dedicaré a escribir lo que se me pase por la cabeza en cada momento junto a ti, al calor de tu abrazo inmenso. Abrázame ahora que tengo frío y consuela mi alma mientras entre los dos buscamos esa parte de mi corazón que se halla sola y perdida en un banco del parque, o vagando por las calles persiguiendo mi perfume. Abrázame ahora porque tengo frío.

Nélida L. del Estal Sastre