Un sueño real

Siento un adormecimiento, una cuasi parálisis en mis músculos. No tengo grandes ganas de nada, ni pequeñas, ni ganas de la mitad de nada. Sólo quiero dormir, soñar bonito y que nada lo perturbe hasta nueva orden. Quiero soñar que vuelo, que me puedo colar entre las paredes o hacerme invisible y escuchar a escasos centímetros, todas las maldades que piensas y sientes sobre mí. Mirándote a la cara sin que sientas que estoy ahí, más que por una heladora ráfaga de viento repentina y paralizante. 

      A veces, sueño que algún súper poder me convierte en invulnerable, en magnífica, en superior. Entonces, mientras estoy dormitando, en una vigilia hipnótica que pienso como real, no me ves. Pero yo lo veo todo, lo siento todo. Sé que me quieres, pero alguna vez, aunque se te pase pronto, llegas a odiarme por retener tu alma, por haberla hecho mía sin que puedas remediarlo, sin que te queden fuerzas para luchar en contra de ese sentimiento tan grave como profundo, a la vez que doloroso; porque el amor, a veces, duele. Si no, no es amor, es otra cosa bien diferente. Quien no ama, no sufre. Incluso el gozo produce sufrimiento cuando el objeto de tu gozo no está a tu alcance cuando lo necesitas o lo reclamas. Duele, aunque no debiera, la pérdida del mismo. Pero se pasa. 

     Por eso quiero dormitar, porque dormir no daña si no es pesadilla, no inflama el cerebro de ideas realistas, sino de conjeturas, de discursos que escuchan cientos de personas como si fueras una única voz, entre aplausos y vítores. Porque en ese preciso instante no eres un don nadie, eres alguien para mucha gente y tu manera de ver el mundo no es tan infantil, ni tan ilusa o descreída. 

       Pero todo acaba cuando entran los primeros rayos del sol por la ventana de tu vida. Un día más, has de posar tus pies cansados en la alfombra y empezar a soñar despierto con que otra realidad es posible o probable. Nunca se sabe si los sueños algún día se podrán convertir en una verdad paralela que ahora ignoramos. Los tiempos avanzan, aunque las gentes no tanto. ¿Quién me asegura que lo que sueño no es la realidad y lo que vivo no es sino un sueño diario repetitivo, frustrante y que me doblega? 

¿Lo sabe alguien?  

Nélida L. del Estal Sastre