PASIÓN POR ZAMORA
Zamora también necesita su propio partido
Las formaciones nacionales ni sus vicarios en provincias no representan los intereses de los zamoranos, solo han contribuido a nuestro hundimiento económico y demográfico
He escrito, con reiteración, deprisa y corriendo, que nuestra provincia es conservadora, muy conservadora, una exageración. Yo no digo que sea malo. Cuando yo era izquierdista rabioso, allá por los últimos años del franquismo y génesis de la Transición, sentía asco por las personas que militaban, defendían o votaban a partidos de la derecha, tipo AP y UCD. Pensaba que solo los que nos creíamos de la siniestra teníamos derechos en España, que a los conservadores habría que prohibirles participar en el banquete democrático. Era tan cretino que amaba la obra de Lenin y Stalin, las dictaduras del Este, a Mao y a todos los marxistas del orbe, como el católico, apostólico y romano adora a Dios, a la Virgen y todos los Santos. Todo era fe. Con el tiempo, me convertí en ateo. Desde entonces, un lento proceso, más mi experiencia, lecturas, historia con datos, con documentos, me demostraron que los partidos de izquierdas se traicionaron a sí mismos y al pueblo al que decían representar; que los partidos de derechas no son liberales, ni poseen ideales, que los dirigen, salvo excepciones, profesionales de la política, que los utilizan para beneficio personal, nepotismo y negocios. La izquierda y la derecha española se parecen tanto.
Por estos pagos, volvió a ganar el PP, pero sin fuste, sin alegrías. Fue, se diría, una victoria tristona, de esas de las que no se presume. Vox, la otra derecha, la de toda la vida, ni ultra ni fascista, la que despreció Mariano Rajoy, alcanzó la gloria de obtener un diputado, Pedro Requejo, de Madrid, pero de ascendencia zamorana, artista, con hijos, con vida, y que parece buena gente. Ciudadanos, como en el resto de España, lo cual me apena, desapareció. No fue culpa de José Bartolomé, que vivió la noche más triste de su vida, como alegre fue la del 28 de abril. Rivera se equivocó cuando creyó que se iba a hacer con todo el voto del centro, que ya era suyo, y la derecha, después del caos de la moción de censura contra el gobierno del PP. El joven político catalán observó una tremenda debilidad de los populares, y se dijo que había que dejar de ser bisagra para constituirse en partido de masas. Y Cs nunca lo fue, ni lo será. La formación naranja recibió a gente de tronío intelectual en torno a Rivera, a mujeres tan hermosas como inteligentes, a muchos españoles socialdemócratas, hartos del PSOE pactista con los catalanes de la secesión, de las y mil y una corrupciones por doquier, allá donde gobernaron.
Se demostró, y así lo analicé en su día, que el voto de Izquierda Unida a la Alcaldía de la capital no fue debido a que Zamora esté llena de rojos, de estalinistas y otros izquierdismos decimonónicos, sino que Guarido gana por su personalidad, por su carisma de hombre sencillo, de persona humilde, de indumentaria sobria y discreta. El voto a IU ya no es un voto de izquierdas, revolucionario, sino conservador, como lo es el del PSOE, un partido que no remonta en Zamora, porque siempre son los mismos los que se reparten la tarta del poder.
Estimo que tanto el PP como el PSOE necesitan una profunda renovación, una catarsis que cambie caras e ideas. Mientras, Zamora debería irse preparando para crear su propio partido provincial. Porque los diputados zamoranos de los partidos nacionales solo velan por los intereses de sus formaciones. Nosotros, los zamoranos, no les importamos nada, solo el día que toca hacerle el amor a las urnas. No obstante, si Antidio Fagúndez, a no tardar, anuncia una partida importante con destino a Monte la Reina y la transformación de la N-112 en autovía lo bendeciré, alabaré y honraré. No soy de partido alguno. Liberal de sentimientos y, ante todo, patriota zamorano y leonés.
Ante la circunstancias que padece Zamora, contumaces cuitas económicas y demográficas, urge la creación de un partido provincial, que podría llegar a ciertos acuerdos con leonesistas, para representar a todos los ciudadanos que consideren que sus votos, a lo largo del tiempo, solo han servido para que nuestra tierra figure en esta otoño de 2021 como la de menor actividad y más envejecida de toda España. Ahora bien, que no se lo ocurra a políticos profesionales medrar para aparecer en esas listas electorales.
Eugenio-Jesús de Ávila
He escrito, con reiteración, deprisa y corriendo, que nuestra provincia es conservadora, muy conservadora, una exageración. Yo no digo que sea malo. Cuando yo era izquierdista rabioso, allá por los últimos años del franquismo y génesis de la Transición, sentía asco por las personas que militaban, defendían o votaban a partidos de la derecha, tipo AP y UCD. Pensaba que solo los que nos creíamos de la siniestra teníamos derechos en España, que a los conservadores habría que prohibirles participar en el banquete democrático. Era tan cretino que amaba la obra de Lenin y Stalin, las dictaduras del Este, a Mao y a todos los marxistas del orbe, como el católico, apostólico y romano adora a Dios, a la Virgen y todos los Santos. Todo era fe. Con el tiempo, me convertí en ateo. Desde entonces, un lento proceso, más mi experiencia, lecturas, historia con datos, con documentos, me demostraron que los partidos de izquierdas se traicionaron a sí mismos y al pueblo al que decían representar; que los partidos de derechas no son liberales, ni poseen ideales, que los dirigen, salvo excepciones, profesionales de la política, que los utilizan para beneficio personal, nepotismo y negocios. La izquierda y la derecha española se parecen tanto.
Por estos pagos, volvió a ganar el PP, pero sin fuste, sin alegrías. Fue, se diría, una victoria tristona, de esas de las que no se presume. Vox, la otra derecha, la de toda la vida, ni ultra ni fascista, la que despreció Mariano Rajoy, alcanzó la gloria de obtener un diputado, Pedro Requejo, de Madrid, pero de ascendencia zamorana, artista, con hijos, con vida, y que parece buena gente. Ciudadanos, como en el resto de España, lo cual me apena, desapareció. No fue culpa de José Bartolomé, que vivió la noche más triste de su vida, como alegre fue la del 28 de abril. Rivera se equivocó cuando creyó que se iba a hacer con todo el voto del centro, que ya era suyo, y la derecha, después del caos de la moción de censura contra el gobierno del PP. El joven político catalán observó una tremenda debilidad de los populares, y se dijo que había que dejar de ser bisagra para constituirse en partido de masas. Y Cs nunca lo fue, ni lo será. La formación naranja recibió a gente de tronío intelectual en torno a Rivera, a mujeres tan hermosas como inteligentes, a muchos españoles socialdemócratas, hartos del PSOE pactista con los catalanes de la secesión, de las y mil y una corrupciones por doquier, allá donde gobernaron.
Se demostró, y así lo analicé en su día, que el voto de Izquierda Unida a la Alcaldía de la capital no fue debido a que Zamora esté llena de rojos, de estalinistas y otros izquierdismos decimonónicos, sino que Guarido gana por su personalidad, por su carisma de hombre sencillo, de persona humilde, de indumentaria sobria y discreta. El voto a IU ya no es un voto de izquierdas, revolucionario, sino conservador, como lo es el del PSOE, un partido que no remonta en Zamora, porque siempre son los mismos los que se reparten la tarta del poder.
Estimo que tanto el PP como el PSOE necesitan una profunda renovación, una catarsis que cambie caras e ideas. Mientras, Zamora debería irse preparando para crear su propio partido provincial. Porque los diputados zamoranos de los partidos nacionales solo velan por los intereses de sus formaciones. Nosotros, los zamoranos, no les importamos nada, solo el día que toca hacerle el amor a las urnas. No obstante, si Antidio Fagúndez, a no tardar, anuncia una partida importante con destino a Monte la Reina y la transformación de la N-112 en autovía lo bendeciré, alabaré y honraré. No soy de partido alguno. Liberal de sentimientos y, ante todo, patriota zamorano y leonés.
Ante la circunstancias que padece Zamora, contumaces cuitas económicas y demográficas, urge la creación de un partido provincial, que podría llegar a ciertos acuerdos con leonesistas, para representar a todos los ciudadanos que consideren que sus votos, a lo largo del tiempo, solo han servido para que nuestra tierra figure en esta otoño de 2021 como la de menor actividad y más envejecida de toda España. Ahora bien, que no se lo ocurra a políticos profesionales medrar para aparecer en esas listas electorales.
Eugenio-Jesús de Ávila
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