Para mi amiga, mi hermana

Amiga mía, sí, AMIGA, en mayúsculas.
No te llamo hermana porque lo de ser hermanos es fácil y además viene de serie. La ruleta tonta de la biología caprichosa.
Tú me ayudas más que muchos de los que llevan mi sangre.
Acabas de enterrar a tu queridísimo padre, un padre que os cuidó, os educó, se ocupó y preocupó por su familia. Y lo más importante, os quiso.
Con él, entierras parte de ti. Ha sido largo el recorrido hasta este momento, que aunque esperado nunca es bienvenido.
Ten la esperanza de que tu padre descansa ya en los brazos de María, Madre. Ahora, Ella le cuidará por ti. Éso esperamos y creemos los cristianos.
Unos cuidados que le has dado con mucho amor, que has hecho de tripas corazón (que decían mis abuelos) para estar con él. Querías y necesitabas estar con él.
Por eso amiga mía, te quiero y te admiro mucho más. Y al Cielo doy gracias por haberte puesto en mi vida, aunque fuera por una razón y un motivo triste.
Dios te de el consuelo que necesitas.
Gracias amiga, por tener ese gran corazón.

B. C.