Eugenio de Ávila
Lunes, 25 de Octubre de 2021
PASIÓN POR ZAMORA

Por qué no ser optimista con el futuro de Zamora

Lorena San RománUna mujer, política en sus horas perdidas, me criticó, ha tiempo, porque mis artículos los pintaba con color del pesimismo. Desacuerdo absoluto por mi parte. Mis argumentos, diáfanos, como comenté sin detenerme para hablar, “face á face”, con la fémina: “Date un paseo por las calles más comerciales de la ciudad y apunta los locales cerrados y en alquiler. Cada mes un nuevo establecimiento vacío”. Como era tarde, no tuve tiempo para que recordarle cuál es la provincia con menor actividad económica de esta nación en quiebra moral, que anticipa siempre la económica; cuál la geografía que registra mayor despoblación en la última década y cuál la más envejecida y dónde se pagan las pensiones más parcas. Las respuestas a esas preguntas retóricas no necesito certificarlas.

 

El zamorano medio es un ser que padece eso que definí  en su momento como apatía antropológica. Somos personas más estáticas que dinámicas. Tenemos querencia por cruzarnos de brazos mientras contemplamos como el mal trepa, sube, ordena y manda. No nos solemos alterar, si bien todo lo relacionado con la Semana Santa sube la bilirrubina a un tanto por ciento importante de la población. Zamora podría ser una ciudad escaparate, desde el que el ciudadano ve pasar la vida.

 

Uno de los pecados mortales -educación judeo-cristiana- del zamorano consiste en despreciar lo público como si no fuera suyo. Quizá piensa como Carmen Calvo, la vicepresidenta 1ª a la que destituyó Pedro Sánchez por que le dio la real o republicana gana y, además, se puede permitir ese lujo, mujer que acuñó aquel aserto de que “el dinero público no es de nadie”. Pues eso mismo se piensa en esta ciudad, que lo público no es de nadie, sin saber quién es ese don nadie. De ahí que los descerebrados ensucien, con sus mamarrachadas de badulaque desde edificios privados hasta el patrimonio monumental; se orine en las calles y en los templos católicos; de deje los excrementos de los canes y aceras y jardines; se escupa por doquier y se arrojen desperdicios por aquí y por allá. Seres asociales.

 

Esta forma de ser y estar se proyecta sobre la política. Mucho parlamento en cafeterías, en la mesa camilla de casa y tomándonos unos vinos. Pero, a la hora de la verdad, en el momento de votar se suele elegir a los mismos cretinos, aquellos que convirtieron la mentira en verdad esculpida, los que besan a los niños y después se limpian cuando entran en campaña, los que sonríen sin gracia, los que lloran sin lágrimas.  Y así hemos llegado, entregados y rendidos,  hasta la tercera década dela actual centuria.

 

No soy pesimista, ni optimista antropológico, como el jeta de Zapatero. Solo realista, aun siendo republicano visceral en mi juventud. Por lo tanto, desde principios de este mes, cuando en absoluta primicia, anuncié que el Gobierno contemplaría una partida de 20 millones de euros en los PGE 2022, escribo todavía con más pasión sobre nuestra tierra, porque, después de atravesar el Sinaí de la decadencia, un desierto lleno de arenas del olvido, sin un oasis de esperanzas, aguarda la tierra prometida: Monte la Reina.

 

Sé, lo saben todos los zamoranos, que la oposición al sanchismo no cree que el Gobierno cumpla su palabra, porque la experiencia política indica que el presidente gusta administrar las mentiras hasta transformarlas en verdades que alimentan un sector del pueblo. No tengo que recordar lo que aseguró en pleno periodo electoral sobre los pactos con Podemos y los hijos de ETA y lo que, tras ganar los comicios, ejecutó. Pero hay excepciones que confirma la regla. Monte la Reina será esa excepción.

 

Por lógica política, el PP, que nunca le gustó lo de Monte la Reina como instalación militar, desea que Sánchez incumpla su promesa con Zamora, porque le vendría de cine para su argumentario. Pero los zamoranos, de la diestra o la siniestra,  queremos creer, a pies juntillas, al presidente, aunque sea un genio del embuste. Lo necesitamos para oxigenar nuestro cerebro, para transformar nuestro rictus de pena y luto; queremos dejar de ahorrar miseria y gastar lo que no tenemos. Esta provincia se merece, aunque no haya batallado, un futuro acorde a una de las naciones más avanzadas del mundo. Si ya nos quedan más lágrimas, preparémonos para ser felices. Monte la Reina bien vale una sonrisa…a lo Zapatero. Y no me olvido lo que sucederá en el norte de Zamora, en Barcial del Barco, cuando, en un par de años, empiece a producir bioetanol y piensos la Biorrefinería Multifuncional de Vicente Merino Febrero.  ¿Por qué no ser, pues,  optimistas con el futuro de nuestra ciudad y su provincia?

Eugenio-Jesús de Ávila

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