PASIÓN POR ZAMORA
Pensar en Zamora, pensar para crear
Pensar en Zamora es llorar. Como escribir en el Madrid de Larra también lo fue. Pero hay que pensar, aun sufriendo, para cambiar la dinámica de esta sociedad, apática, anquilosada y pusilánime. En nuestra tierra, a una serie de empresarios, casi todos con la vida resuelta, y gente de profesiones que se denominan liberales, aunque sean socialdemócratas, les dio un buen día, cuando era malo el presente, pero no peor que ahora, por pensar. Y parieron Zamora10. Detrás, como cerebro en la sombra, Cipriano García Rodríguez, director general de Caja Rural, un zamorano al que también le duele Zamora como a Unamuno, España. Este organismo pensante de cerebros preñados de ideas cumple cuatro años. Durante este periodo de tiempo, su gerente, Francisco Prieto Toranzo, un zamorano del exilio intelectual, dio la cara. Se la partieron, alguna que otra vez, los enemigos del progreso, los envidiosos y algunos políticos. Zamora10 siempre, desde su génesis, convivió con una quinta columna. Organización que busca, desde dentro, cual caballo de Troya, descomponer la estructura en que se cobija.
Sé que hubo algún que otro personaje dedicado a vivir de la res pública que pensó que, detrás de Zamora10, se escondía una trama política con un solo objetivo: preparar un partido para presentarse a los comicios locales. Craso error. Confieso que a un servidor le habría gustado que este organismo empresarial se lanzase a la aventura política. Pero nunca nadie pensó en que surgiera una lista electoral que combatiese en el campo de batalla de la política con las formaciones clásicas. En fin.
Zamora10, en cuatro años, ha hecho mucho, demasiado, por Zamora, con tan poca ayuda. Si las fuerzas de la reacción se hubieran dedicado a apoyar iniciativas, quizá nuestra tierra ya habría salido de su postración, de su decadencia. Solo deseo larga vida a Zamora10, porque, de ser así, nuestra ciudad y su provincia se beneficiarían.
Detrás de zamora10, como es sabido, hallase la Caja Rural de Zamora y sus ideólogos, personas que, más allá de sus virtudes, se caracterizan por amar a su tierra, a la que, desde hace tiempo, contemplaron en demolición, desmoronándose, perdiéndose. Por esa razón, se pusieron a trabajar para crear el organismo que protagoniza este artículo, una vez comprobado que CEOE-Cepyme y la Cámara de Comercio apenas recogían fruto a sus desvelos, siempre que los hubiera.
Como en Zamora10 también conocen el talante de nuestros políticos, porque forman parte de su comité ejecutivo, se dedujo que existirían enormes dificultades para alcanzar sus objetivos. Con tristeza, con desesperación, los celos políticos buscaron hundir, desde sus inicios, la nave que capitaneaba Francisco Prieto, dirigida por el almirante Cipriano García.
Con el paso de los años, Caja Rural consideró como propios asuntos como Monte la Reina, como futura instalación militar, y la transformación de la peligrosísima carretera, la Nacional 122, entre la capital de la provincia y la frontera lusa. Y asumió un rol político, porque los representantes de los partidos, los del PP, quemados, porque sus senadores carecen de credibilidad ante la ciudadanía; los del PSOE, atados a los criterios de su gobierno, y VOX, con un diputado que aún desconocen los zamoranos, carecían de poderío para detener despoblación y quiebra económica.
La prensa local, casi toda con capital foráneo, se convirtió en correvedile de lo que criticaba el PP y respondía el PSOE; pero no hubo huevos para criticar a unos y a otros, porque todos eran reos, desde siempre, desde el génesis de la democracia, de la decadencia de esta provincia, que nunca fue pobre, pero que convirtieron en un erial los gobiernos de la nación, consentidos por sus vicarios en Zamora.
Solo nos quedaba Caja Rural para romper las cadenas que nos ataban al abandono económico y social. La entidad financiera negoció en Madrid para que Monte la Reina se transformarse en una instalación militar; ofreció financiación, el primer millón de euros y, por último, encargó un informe sobre el impacto económico y social de la implantación de ese proyecto, cuando todavía Fagúndez guardaba silencio sobre los 20 millones que recogía el PGE para el viejo y abandonado campamento militar.
Cuando se hizo público el resultado de ese análisis, tras las preguntas de un servidor tanto al director de la Rural como al director de Relaciones Institucionales de KPMG España, hubo tres intervenciones políticas, una del diputado de Vox, Pedro Requejo, y dos del PP, Elvira Velasco y Maite Martín Pozo. Todas ellas políticas y con aroma a escepticismo. Después viví, durante unos segundos un hecho insólito en el periodismo provincial. Una profesional de la comunicación, en vez de dirigirse a los que programaron el desayuno, quiso entrevistar a los políticos. De chiste. Bochornoso. ¡Qué falta de clase que ausencia de elegancia!
Voy a la conclusión. Caja Rural, como Zamora se halla huérfana de políticos con carisma que nos representen en Madrid, aunque Antidio Fagúndez ha demostrado que si quiere puede, ha pasado a asumir roles políticos, pero en el sentido etimológico del término, y a pensar por esa masa de zamoranos que se ha pasado la vida cruzadas de brazos, con críticas provincianas en barras de bar y “tragar” todo tipo de humillaciones del poder, ya del local, caciquismo anacrónico, ora de empresarios que crecieron por afinidad al político de turno.
Al respecto, recuerdo una reunión a la que asistí como periodista en la Diputación. Sucedió en la década de los 80. Un diputado, en un momento de la discusión entre los integrantes de aquel encuentro, a voces, dijo: “¡Callad, aquí solo pienso yo!”
Pensar no hace daño. Yo lo hago casi todos los días. Sé que envejece conjugar este verbo. Pero no toleraría que nadie pensara por mí. De momento, hasta que los zamoranos quiten el miedo a pensar, Caja Rural asume esa tarea. Todo por el futuro de nuestra tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila
Pensar en Zamora es llorar. Como escribir en el Madrid de Larra también lo fue. Pero hay que pensar, aun sufriendo, para cambiar la dinámica de esta sociedad, apática, anquilosada y pusilánime. En nuestra tierra, a una serie de empresarios, casi todos con la vida resuelta, y gente de profesiones que se denominan liberales, aunque sean socialdemócratas, les dio un buen día, cuando era malo el presente, pero no peor que ahora, por pensar. Y parieron Zamora10. Detrás, como cerebro en la sombra, Cipriano García Rodríguez, director general de Caja Rural, un zamorano al que también le duele Zamora como a Unamuno, España. Este organismo pensante de cerebros preñados de ideas cumple cuatro años. Durante este periodo de tiempo, su gerente, Francisco Prieto Toranzo, un zamorano del exilio intelectual, dio la cara. Se la partieron, alguna que otra vez, los enemigos del progreso, los envidiosos y algunos políticos. Zamora10 siempre, desde su génesis, convivió con una quinta columna. Organización que busca, desde dentro, cual caballo de Troya, descomponer la estructura en que se cobija.
Sé que hubo algún que otro personaje dedicado a vivir de la res pública que pensó que, detrás de Zamora10, se escondía una trama política con un solo objetivo: preparar un partido para presentarse a los comicios locales. Craso error. Confieso que a un servidor le habría gustado que este organismo empresarial se lanzase a la aventura política. Pero nunca nadie pensó en que surgiera una lista electoral que combatiese en el campo de batalla de la política con las formaciones clásicas. En fin.
Zamora10, en cuatro años, ha hecho mucho, demasiado, por Zamora, con tan poca ayuda. Si las fuerzas de la reacción se hubieran dedicado a apoyar iniciativas, quizá nuestra tierra ya habría salido de su postración, de su decadencia. Solo deseo larga vida a Zamora10, porque, de ser así, nuestra ciudad y su provincia se beneficiarían.
Detrás de zamora10, como es sabido, hallase la Caja Rural de Zamora y sus ideólogos, personas que, más allá de sus virtudes, se caracterizan por amar a su tierra, a la que, desde hace tiempo, contemplaron en demolición, desmoronándose, perdiéndose. Por esa razón, se pusieron a trabajar para crear el organismo que protagoniza este artículo, una vez comprobado que CEOE-Cepyme y la Cámara de Comercio apenas recogían fruto a sus desvelos, siempre que los hubiera.
Como en Zamora10 también conocen el talante de nuestros políticos, porque forman parte de su comité ejecutivo, se dedujo que existirían enormes dificultades para alcanzar sus objetivos. Con tristeza, con desesperación, los celos políticos buscaron hundir, desde sus inicios, la nave que capitaneaba Francisco Prieto, dirigida por el almirante Cipriano García.
Con el paso de los años, Caja Rural consideró como propios asuntos como Monte la Reina, como futura instalación militar, y la transformación de la peligrosísima carretera, la Nacional 122, entre la capital de la provincia y la frontera lusa. Y asumió un rol político, porque los representantes de los partidos, los del PP, quemados, porque sus senadores carecen de credibilidad ante la ciudadanía; los del PSOE, atados a los criterios de su gobierno, y VOX, con un diputado que aún desconocen los zamoranos, carecían de poderío para detener despoblación y quiebra económica.
La prensa local, casi toda con capital foráneo, se convirtió en correvedile de lo que criticaba el PP y respondía el PSOE; pero no hubo huevos para criticar a unos y a otros, porque todos eran reos, desde siempre, desde el génesis de la democracia, de la decadencia de esta provincia, que nunca fue pobre, pero que convirtieron en un erial los gobiernos de la nación, consentidos por sus vicarios en Zamora.
Solo nos quedaba Caja Rural para romper las cadenas que nos ataban al abandono económico y social. La entidad financiera negoció en Madrid para que Monte la Reina se transformarse en una instalación militar; ofreció financiación, el primer millón de euros y, por último, encargó un informe sobre el impacto económico y social de la implantación de ese proyecto, cuando todavía Fagúndez guardaba silencio sobre los 20 millones que recogía el PGE para el viejo y abandonado campamento militar.
Cuando se hizo público el resultado de ese análisis, tras las preguntas de un servidor tanto al director de la Rural como al director de Relaciones Institucionales de KPMG España, hubo tres intervenciones políticas, una del diputado de Vox, Pedro Requejo, y dos del PP, Elvira Velasco y Maite Martín Pozo. Todas ellas políticas y con aroma a escepticismo. Después viví, durante unos segundos un hecho insólito en el periodismo provincial. Una profesional de la comunicación, en vez de dirigirse a los que programaron el desayuno, quiso entrevistar a los políticos. De chiste. Bochornoso. ¡Qué falta de clase que ausencia de elegancia!
Voy a la conclusión. Caja Rural, como Zamora se halla huérfana de políticos con carisma que nos representen en Madrid, aunque Antidio Fagúndez ha demostrado que si quiere puede, ha pasado a asumir roles políticos, pero en el sentido etimológico del término, y a pensar por esa masa de zamoranos que se ha pasado la vida cruzadas de brazos, con críticas provincianas en barras de bar y “tragar” todo tipo de humillaciones del poder, ya del local, caciquismo anacrónico, ora de empresarios que crecieron por afinidad al político de turno.
Al respecto, recuerdo una reunión a la que asistí como periodista en la Diputación. Sucedió en la década de los 80. Un diputado, en un momento de la discusión entre los integrantes de aquel encuentro, a voces, dijo: “¡Callad, aquí solo pienso yo!”
Pensar no hace daño. Yo lo hago casi todos los días. Sé que envejece conjugar este verbo. Pero no toleraría que nadie pensara por mí. De momento, hasta que los zamoranos quiten el miedo a pensar, Caja Rural asume esa tarea. Todo por el futuro de nuestra tierra.
Eugenio-Jesús de Ávila
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