HABLEMOS
Problema de la independencia
Carlos Domínguez    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #58966]](https://eldiadezamora.es/upload/images/11_2021/7613_zamora.jpg) Las dificultades de España van mucho más lejos de cuestiones económicas que, aun con tiempo y esfuerzo, tendrán remedio como sucediera en el pasado. La amenaza que se cierne sobre la sociedad española es la posibilidad de un conflicto civil, provocado por las tensiones separatistas. El nacionalismo heredero de ETA lo ha aclarado de forma meridiana. Si el Estado a remolque de la claudicación actual no se pliega de una vez a sus exigencias, no otras que la independencia, la alternativa será la ruptura instrumentada de modo expeditivo.
  Las dificultades de España van mucho más lejos de cuestiones económicas que, aun con tiempo y esfuerzo, tendrán remedio como sucediera en el pasado. La amenaza que se cierne sobre la sociedad española es la posibilidad de un conflicto civil, provocado por las tensiones separatistas. El nacionalismo heredero de ETA lo ha aclarado de forma meridiana. Si el Estado a remolque de la claudicación actual no se pliega de una vez a sus exigencias, no otras que la independencia, la alternativa será la ruptura instrumentada de modo expeditivo.
 
   El País vasco y Cataluña podrían ser el detonante de un estallido múltiple, con reivindicaciones de corte identitario a lo largo y ancho de la geografía nacional, en base a particularismos idiomáticos o culturales, cuando no fruto de los intereses de partitocracias atrincheradas en un hipertrofiado aparato autonómico. Si esto ocurriera, y la posibilidad es a día de hoy real, ¿valdría de algo recurrir a medios coactivos, aun utilizados por el Estado desde el más escrupuloso respeto a la legalidad? Probablemente no, dado que la crisis del régimen del setenta y ocho nace de su fragilidad y deficiente arquitectura. Es por ello que, como garantía de lo fundamental para la ciudadanía, nada distinto a la convivencia y la paz civil, quizá convenga abordar la cuestión prescindiendo de cualquier maximalismo, también de un derrotismo inútil, para evaluar la alternativa de la independencia desde criterios realistas.
 
   De plantearse a corto o medio plazo, como de hecho sucede ya por acción u omisión de un Estado en plena crisis institucional, sería un error acceder a referéndums pactados y amañados, como coartada “democrática” viniendo a legitimar dentro y fuera a las nuevas entidades independientes. Por idénticos motivos, lo sería igualmente una solución intermedia de tipo federal o confederal, que supondría prolongar la lenta erosión de España como realidad política basada en el principio de unidad, resultando que no se trata ya de la independencia, se lleve a cabo o no. A estas alturas lo puesto en juego es la fortaleza de España y su Estado nacional, algo que para el separatismo representa la auténtica amenaza, a causa de la capacidad económica, política y de ser preciso militar, para poner en el sitio que objetivamente les corresponde: marginalidad e inanidad, a dos minúsculos Estados que acaso lograran la independencia, pero inviables de quedar al albur de sus limitados recursos.
 
   Desde el  sueño de la Albania vascuence o el Luxemburgo catalán,  aquí lo que se busca es que una España atomizada y debilitada hasta la extenuación sufrague en lo económico como socio forzado de la UE la fiesta futura, sujeta a su eterno papel de mercado cautivo, paradójicamente a través del único europeo. Y en lo político, ahora dentro de un contexto multilateral, que sean las FFAA españolas y sus militares quienes, de estallar un conflicto exterior, den la vida por defender con arreglo a nuestros compromisos internacionales dos entelequias políticas cuyo objetivo es el que siempre fue: vivir a costa del resto a falta de lo necesario para alcanzar la independencia efectiva, más allá del recurso a una violencia no por terrorista menos marginal, según confirmó no hace tanto su última y enésima derrota.
  
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                            
    
    
	
    
![[Img #58966]](https://eldiadezamora.es/upload/images/11_2021/7613_zamora.jpg) Las dificultades de España van mucho más lejos de cuestiones económicas que, aun con tiempo y esfuerzo, tendrán remedio como sucediera en el pasado. La amenaza que se cierne sobre la sociedad española es la posibilidad de un conflicto civil, provocado por las tensiones separatistas. El nacionalismo heredero de ETA lo ha aclarado de forma meridiana. Si el Estado a remolque de la claudicación actual no se pliega de una vez a sus exigencias, no otras que la independencia, la alternativa será la ruptura instrumentada de modo expeditivo.
  Las dificultades de España van mucho más lejos de cuestiones económicas que, aun con tiempo y esfuerzo, tendrán remedio como sucediera en el pasado. La amenaza que se cierne sobre la sociedad española es la posibilidad de un conflicto civil, provocado por las tensiones separatistas. El nacionalismo heredero de ETA lo ha aclarado de forma meridiana. Si el Estado a remolque de la claudicación actual no se pliega de una vez a sus exigencias, no otras que la independencia, la alternativa será la ruptura instrumentada de modo expeditivo.
El País vasco y Cataluña podrían ser el detonante de un estallido múltiple, con reivindicaciones de corte identitario a lo largo y ancho de la geografía nacional, en base a particularismos idiomáticos o culturales, cuando no fruto de los intereses de partitocracias atrincheradas en un hipertrofiado aparato autonómico. Si esto ocurriera, y la posibilidad es a día de hoy real, ¿valdría de algo recurrir a medios coactivos, aun utilizados por el Estado desde el más escrupuloso respeto a la legalidad? Probablemente no, dado que la crisis del régimen del setenta y ocho nace de su fragilidad y deficiente arquitectura. Es por ello que, como garantía de lo fundamental para la ciudadanía, nada distinto a la convivencia y la paz civil, quizá convenga abordar la cuestión prescindiendo de cualquier maximalismo, también de un derrotismo inútil, para evaluar la alternativa de la independencia desde criterios realistas.
De plantearse a corto o medio plazo, como de hecho sucede ya por acción u omisión de un Estado en plena crisis institucional, sería un error acceder a referéndums pactados y amañados, como coartada “democrática” viniendo a legitimar dentro y fuera a las nuevas entidades independientes. Por idénticos motivos, lo sería igualmente una solución intermedia de tipo federal o confederal, que supondría prolongar la lenta erosión de España como realidad política basada en el principio de unidad, resultando que no se trata ya de la independencia, se lleve a cabo o no. A estas alturas lo puesto en juego es la fortaleza de España y su Estado nacional, algo que para el separatismo representa la auténtica amenaza, a causa de la capacidad económica, política y de ser preciso militar, para poner en el sitio que objetivamente les corresponde: marginalidad e inanidad, a dos minúsculos Estados que acaso lograran la independencia, pero inviables de quedar al albur de sus limitados recursos.
Desde el sueño de la Albania vascuence o el Luxemburgo catalán, aquí lo que se busca es que una España atomizada y debilitada hasta la extenuación sufrague en lo económico como socio forzado de la UE la fiesta futura, sujeta a su eterno papel de mercado cautivo, paradójicamente a través del único europeo. Y en lo político, ahora dentro de un contexto multilateral, que sean las FFAA españolas y sus militares quienes, de estallar un conflicto exterior, den la vida por defender con arreglo a nuestros compromisos internacionales dos entelequias políticas cuyo objetivo es el que siempre fue: vivir a costa del resto a falta de lo necesario para alcanzar la independencia efectiva, más allá del recurso a una violencia no por terrorista menos marginal, según confirmó no hace tanto su última y enésima derrota.



















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