LITERATURA
Ser uno mismo requiere altas dosis de valentía
El mayor logro en la vida es ser uno mismo, en un mundo que está tratando constantemente de hacerte alguien diferente”, escribió Ralph Waldo Emerson. Y no andaba desacertado, pero su reflexión sólo cuenta la mitad de la historia. Si queremos crecer como personas, superar nuestros límites y desarrollar nuestras potencialidades no podemos ser simplemente nosotros mismos, necesitamos ser nuestra mejor versión. Y la diferencia no es meramente terminológica.
Hace una década, el autor A. J. Jacob pasó unas cuantas semanas tratando de ser totalmente “él mismo”. Le comentó a una editora que le gustaría acostarse con ella si fuera soltero y le hizo saber a su niñera que la invitaría a salir si su esposa lo dejara. Le informó a una niña de cinco años que el escarabajo que tenía en la mano no estaba durmiendo la siesta, sino que estaba muerto. Les dijo a sus suegros que sus conversaciones eran aburridas. Es fácil imaginar cuáles fueron las consecuencias del experimento.
Cuánto alguien busca “ser uno mismo” depende de un rasgo de la personalidad llamado autoregulación. Un autorregulador fuerte, observa constantemente a su alrededor en busca de pistas sociales y se adapta. Odia la incomodidad social y trata desesperadamente de no ofender a nadie. Pero si la autorregulación es baja, la persona se guía más por su estado interno, revelando todo su potencial humano. Finalmente, termina chocando con un mundo casi siempre pautado, rígido y lleno de convencionalismos. Y, sinceramente, no es fácil construir un vínculo social, incluso afectivo, cuando la vida se siente con tanta profundidad.
Hay varias maneras de ser uno mismo. Una, borrar la división entre lo que tú crees firmemente en tu interior y lo que le muestras al mundo exterior. Nietzsche decía al respecto: “El mal amor a uno mismo hace de la soledad una cárcel”. Otra, con sentido común, que como nos recuerda Voltaire, “es el menos común de los sentidos”. Un atributo que no lo encontramos con frecuencia y que a pesar de ello, no sólo es deseable sino necesario para todo ser humano.
Emilia Casas
El mayor logro en la vida es ser uno mismo, en un mundo que está tratando constantemente de hacerte alguien diferente”, escribió Ralph Waldo Emerson. Y no andaba desacertado, pero su reflexión sólo cuenta la mitad de la historia. Si queremos crecer como personas, superar nuestros límites y desarrollar nuestras potencialidades no podemos ser simplemente nosotros mismos, necesitamos ser nuestra mejor versión. Y la diferencia no es meramente terminológica.
Hace una década, el autor A. J. Jacob pasó unas cuantas semanas tratando de ser totalmente “él mismo”. Le comentó a una editora que le gustaría acostarse con ella si fuera soltero y le hizo saber a su niñera que la invitaría a salir si su esposa lo dejara. Le informó a una niña de cinco años que el escarabajo que tenía en la mano no estaba durmiendo la siesta, sino que estaba muerto. Les dijo a sus suegros que sus conversaciones eran aburridas. Es fácil imaginar cuáles fueron las consecuencias del experimento.
Cuánto alguien busca “ser uno mismo” depende de un rasgo de la personalidad llamado autoregulación. Un autorregulador fuerte, observa constantemente a su alrededor en busca de pistas sociales y se adapta. Odia la incomodidad social y trata desesperadamente de no ofender a nadie. Pero si la autorregulación es baja, la persona se guía más por su estado interno, revelando todo su potencial humano. Finalmente, termina chocando con un mundo casi siempre pautado, rígido y lleno de convencionalismos. Y, sinceramente, no es fácil construir un vínculo social, incluso afectivo, cuando la vida se siente con tanta profundidad.
Hay varias maneras de ser uno mismo. Una, borrar la división entre lo que tú crees firmemente en tu interior y lo que le muestras al mundo exterior. Nietzsche decía al respecto: “El mal amor a uno mismo hace de la soledad una cárcel”. Otra, con sentido común, que como nos recuerda Voltaire, “es el menos común de los sentidos”. Un atributo que no lo encontramos con frecuencia y que a pesar de ello, no sólo es deseable sino necesario para todo ser humano.
Emilia Casas


















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