Miércoles, 08 de Octubre de 2025

Eugenio de Ávila 1
Sábado, 20 de Noviembre de 2021
PASIÓN POR ZAMORA

Zamora y sus problemas: apatía y temor

Lo acontecido esta semana con la biorrefinería de Barcial del Barco, podría alcanzar notoriedad nacional por la escandalosa razón que ha llevado a Vicente Merino a paralizar las obras

Terrenos de Barcial, sin máquinas, al ocaso de ayerEl problema de Zamora es que aquí, en estos 10.500 km2, vivimos muchos zamoranos, cada vez menos, por cierto. Y el paisano suele ser una persona apática, simple, cotilla y pusilánime. Aquí siempre se ha vivido con miedo al político y al cacique,  esa excrecencia que perdura desde el siglo XIX. El zamorano prefiere vivir de rodillas que morir de pie, porque habita en una sociedad precapitalista. Se vive como se piensa y aquí se piensa poco y mal. No hay ciudadanos, solo vecinos. No se protesta. Se guarda silencio y se murmura y critica en casa o en la barra de cualquier bar o cafetería. De hecho, los políticos cerraron la hostelería, espacio en el que se les criticaba.

 

El zamorano es persona conservadora, pero se entienda el calificativo en su definición política, sino sentimental. Me explico: conserva cosas, enseres, pensamientos, lugares comunes que no lo sirven para nada. Memoria del pasado, muebles de la abuela, libros que nunca se leyeron, pero ocupan un lugar.  Se trata de asirse a algo, porque no se fía de nada. Pese a su desconfianza atávica, vota a los partidos. Eso sí, sin convicción. Elige porque toca, por el que dirán, como si se quitará de encima un problema. Durante muchos años, apostó por el PP, pero nunca con fe, más bien como un rito. Pero también los zamoranos que votan al PSOE actúan como conservadores. El socialismo en Zamora es cosa de gente de mayor que tiene recuerdos, que mira más al tiempo pretérito que al futuro.

 

A los zamoranos no les gusta que nadie destaque por encima de la media.  Prefiere la vulgaridad a la excelencia. Si alguien piensa, se le castiga, porque aquí solo deben pensar los ricos y los que viven de la política. Se sanciona al diferente, al que resulta más elegante, camina ligero y estirado, al que no forma parte de grupo alguno, ni milita en formaciones políticas, ni asociaciones culturales, porque no se casa con nadie y, si contrajo matrimonio, se divorció. Para vivir bien en Zamora hay que ser vulgar, sonreír cuando cuenta un chiste el que manda y jamás confesar lo que piensa.

 

Esta forma de comportamiento, ese falta de redaños, de viriatismo, de bizarría, más ese miedo enquistado en nuestra alma colectiva, nos ha conducido a esta agonía económica y demográfica  que padecemos desde ha tiempo. El poder, el de tirios o el de los troyanos, capuletos o montescos, ha hecho con Zamora lo que le ha venido en gana, porque sabía que la gente que vive en esta ciudad y su provincia jamás se rebelaría contra sus decisiones. Solo, que mi memoria recuerde, Zamora se levantó contra el felipismo cuando un alcalde saltó las verjas del Cuartel Viriaro. Después todo volvió a la calma, exceptuamos protestas puntuales que no condujeron a parte alguna, porque la política duerme el corazón de los pusilánimes como la mamá al bebé con sus nanas.

 

Me temo que lo mejor de Zamora se halla lejos de las fronteras provinciales. Salir de nuestra tierra transforma  la mente  y el carácter, porque ves, analizas y comparas. Pero los zamoranos que se fueron a ganarse el pan con el sudor de su talento y la sangre de su bizarría no volverán, como tampoco las golondrinas a anidar en nuestros balcones. Solo en las grandes fiestas del año, Navidad y Semana Santa, nuestros hermanos del exterior regresan al terruño para abrazar a sus viejos y a los amigos que nos quedamos aquí porque creímos que se muere más despacio y los minutos duran 70 segundos.

 

Y los que estamos aquí  nos  estamos dejando morir por decisiones políticas ajenas a nuestro futuro. Verbigracia: los obstáculos que ha puesto de algún gerifalte de la Junta a la Biorrefinería Multifuncional de  Barcial del Barco, un asunto que podría, cuando el ingeniero zamorano-leonés dé pruebas del asunto, alcanzar notoriedad nacional.

 

Pero aquí no pasa nada, quizá le preocupe más tonterías de la televisión de heteras y macarras, de dimes y diretes, que  el futuro económico de Zamora.

 

Soy consciente que predico en el desierto zamorano, que el pasotismo colectivo ahoga cualquier intentona de cambiar el actual estado de las cosas, Sé  que la prensa local, la escrita en manos de capital foráneo, y la televisión, en la obediencia al ejecutivo autonómico, que le inyecta sangre económica, más los digitales, sin brío, sin alma, sin capacidad i

 

Confieso,  no obstante, que  escribiré, como terapia para curarme de esta decadencia irreversible de Zamora, hasta mi jubilación. Solo unos cuantos meses  por delante para derramar palabras como lágrimas en este mi periódico.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

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  • Francisco

    Francisco | Domingo, 21 de Noviembre de 2021 a las 15:55:51 horas

    Exacto y genialmente explicado, en fin, espero que tu jubilación no nos prive de tu luz.

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