ZAMORANA
Zamora: la envidia y los envidiosos
“La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente”, así define el gran Ovidio este vulgar sentimiento. La envidia es consustancial al hombre desde que vive en sociedad y se relaciona con otros hombres, porque en cada comunidad habrá alguien que despunte por encima de los demás, ya sea porque su denodado trabajo le ha permitido sobresalir del grupo o, porque en un golpe de suerte, haya alcanzado ese nivel.
El envidioso suele ser aquel que se sienta a esperar, el que no aporta, el que no contribuye, el que solo mira a los demás con un resentimiento que le carcome y se retroalimenta de ese rencor. ¡Quién no conoce a alguno de estos seres! Casi todos nos hemos tropezado alguna vez con el compañero de clase o de trabajo que, sin aportar méritos propios, desprecia al que triunfa e intenta derribarle a través de calumnias, chismes o falsedades que pongan en duda sus valores.
En Zamora, mi ciudad, existe como en todas partes mucha envidia. Aquí, si se acomete una empresa eres un soñador o un iluso; si progresas, alguien te tildará de arribista; si vives de una manera discreta y sin llamar la atención, dirán que eres un don nadie. Siempre habrá, pues, un motivo para la calumnia gratuita, para el oprobio, o el agravio sin motivos.
La gente emprendedora, la que está en la picota y a merced de los envidiosos, debe ser muy cauta pero, sobre todo, ha de desarrollar un mecanismo de autodefensa para que las injurias o la maledicencia les resbale siguiendo en su empeño hasta la consecución de su propósito y, a ser posible, rodearse de algunos buenos amigos que, en los momentos bajos, les animen para que no se vengan abajo.
No quiero poner ejemplos, pero creo que cualquier zamorano que vea los enormes intentos que se están llevando a cabo para que progrese nuestra ciudad y la cantidad de palos en la rueda que les ponen a las instituciones cuando, por fin, los apoyan, o a los emprendedores particulares que no cejan por conseguir su propósito, pese a que nadie se priva de criticarlos, da una idea de cómo somos, del cariz de algunas personas que viven únicamente para frenar las buenas ideas de los demás, sin aportar nada propio.
Zamora está muy necesitada: de ideas, de atención, de gente en sus calles y en sus pueblos, de propósitos y planes que la eleven a la categoría de una ciudad como las demás, no por debajo de ellas; por eso toda buena idea debe ser aceptada, toda persona que trabaje por esta provincia debe ser escuchada, y los proyectos que se presenten, estudiados sin descartar ninguno de antemano porque vengan de uno u otro lugar. Zamora necesita de todos para salir adelante; y en beneficio de ese bien mayor, los envidiosos, o los que simplemente no quieran formar parte de este proyecto, que se aparten y no estorben.
Mª Soledad Martín Turiño
“La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente”, así define el gran Ovidio este vulgar sentimiento. La envidia es consustancial al hombre desde que vive en sociedad y se relaciona con otros hombres, porque en cada comunidad habrá alguien que despunte por encima de los demás, ya sea porque su denodado trabajo le ha permitido sobresalir del grupo o, porque en un golpe de suerte, haya alcanzado ese nivel.
El envidioso suele ser aquel que se sienta a esperar, el que no aporta, el que no contribuye, el que solo mira a los demás con un resentimiento que le carcome y se retroalimenta de ese rencor. ¡Quién no conoce a alguno de estos seres! Casi todos nos hemos tropezado alguna vez con el compañero de clase o de trabajo que, sin aportar méritos propios, desprecia al que triunfa e intenta derribarle a través de calumnias, chismes o falsedades que pongan en duda sus valores.
En Zamora, mi ciudad, existe como en todas partes mucha envidia. Aquí, si se acomete una empresa eres un soñador o un iluso; si progresas, alguien te tildará de arribista; si vives de una manera discreta y sin llamar la atención, dirán que eres un don nadie. Siempre habrá, pues, un motivo para la calumnia gratuita, para el oprobio, o el agravio sin motivos.
La gente emprendedora, la que está en la picota y a merced de los envidiosos, debe ser muy cauta pero, sobre todo, ha de desarrollar un mecanismo de autodefensa para que las injurias o la maledicencia les resbale siguiendo en su empeño hasta la consecución de su propósito y, a ser posible, rodearse de algunos buenos amigos que, en los momentos bajos, les animen para que no se vengan abajo.
No quiero poner ejemplos, pero creo que cualquier zamorano que vea los enormes intentos que se están llevando a cabo para que progrese nuestra ciudad y la cantidad de palos en la rueda que les ponen a las instituciones cuando, por fin, los apoyan, o a los emprendedores particulares que no cejan por conseguir su propósito, pese a que nadie se priva de criticarlos, da una idea de cómo somos, del cariz de algunas personas que viven únicamente para frenar las buenas ideas de los demás, sin aportar nada propio.
Zamora está muy necesitada: de ideas, de atención, de gente en sus calles y en sus pueblos, de propósitos y planes que la eleven a la categoría de una ciudad como las demás, no por debajo de ellas; por eso toda buena idea debe ser aceptada, toda persona que trabaje por esta provincia debe ser escuchada, y los proyectos que se presenten, estudiados sin descartar ninguno de antemano porque vengan de uno u otro lugar. Zamora necesita de todos para salir adelante; y en beneficio de ese bien mayor, los envidiosos, o los que simplemente no quieran formar parte de este proyecto, que se aparten y no estorben.
Mª Soledad Martín Turiño





















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