Jueves, 20 de Noviembre de 2025

Esteban Pedrosa
Viernes, 26 de Noviembre de 2021
EL BECARIO TARDÍO

"Piti" y la Ínsula Barataria

[Img #59404]Terminé mi anterior columna haciendo un culto a la castaña de Aliste y el magosto vivido en distintos años y lo hacía recordando a los compañeros de aquellos viajes, sin saber que uno de ellos ya no estaría entre nosotros para acompañarme en esto que ahora escribo.


Se nos fue Piti, “un ser de luz, artesano humilde, alma de Balborraz”, como así lo definió Eugenio de Ávila, en un obituario que quedará para los anales del periodismo zamorano. Se nos fue Piti, después de profetizar durante tantos años su propia muerte: “Me iré, hacia la luz, sin hacer ruido, sin molestar…” Y así se fue, solo, el ruido ha venido después. Ruido de corazones descompensados que no acaban de encontrar su ritmo, porque se quedaron sin el relojero que los componía y les daba la cuerda de la ilusión cada día. Cuando se fue, llevaba años cuidando de su madre -ya nonagenaria-, porque no quería que pasara sus últimos años en una residencia (“en el asilo”, decía él, “sin eufemismos”). Y se aplicó tanto que ella quedó aquí y él se fue a reencarnarse, como le gustaba creer, por esos mundos en los que solo caben los elegidos.


No le gustaba el Quijote, “porque es mentira” y no podía dejar pasar por alto que uno de los grandes libros de la literatura universal no fuera verdad y se quedara solo en eso, en una mentira más de las que nos cuentan a diario, cuando a él le hubiera gustado ser un Sancho Panza sin panza, desfaciendo entuertos en su Ínsula Barataria de la calle Balborraz, tienda Abaca, que parecía tener cierto imán para los desheredados de espíritu, que aparecían por allí sin saber quién les había llamado, pero ya no se iban o volvían cuando la necesidad espiritual les acuciaba.


Piti, sin él saberlo, escribió las primeras letras de realismo mágico en nuestra ciudad. Si en Cien años de soledad, la obra magistral de García Márquez, Rebeca, la Bella, ascendía a los cielos mientras tendía una colada de sábanas, él ascendió mientras destendía almas para plancharlas.

Esteban Pedrosa

 

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