PASIÓN POR ZAMORA
Hubo y hay una Zamora que aborrece el progreso
La elite económica de Zamora, ultraconservadora, clasista y ágrafa, ha sido siempre, desde el franquismo hasta este siglo XXI, partidaria de que la ciudad no creciese, que se quedase en una especie de cortijo meseteño, con mentalidad de aldea y gente estabulada, silente y lanar.
. Estos caciques quieren que la Bien Cercada siga sometida a esta tranquilidad, sosiego y paz de cementerio. La inteligencia de esta aristocracia plebeya sin título no da más de sí. Aquí, como sucedió en otras regiones de España, nunca hubo una revolución burguesa. De ahí, que nuestra burguesía no merezca tal denominación. Por ende, tampoco hubo proletariado distinguido, avanzado y progresista. El marxismo no existió nunca en Zamora. El primer socialismo zamorano viene de la Iglesia y de la Falange. Curas arrepentidos de creer en Dios y joseantonianos socializantes lideraron el cambio en nuestra ciudad. Sin obreros, no hay revoluciones.
A esa burguesía pseudoaristocrática, que tiene muy poco de noble, jamás le gustó que Zamora progresase. Temen el cambio, el avance, el progreso. En ese contexto, en la década de los sesenta, la leyenda de la Fasa Renault, que se fue a Pucela, porque el alcalde de entonces y otros caciques pidieron el oro y no sé si el moro, para que la empresa multinacional gala obviase nuestra ciudad para construir su fábrica. Y ahora, más de 60 años después, los obstáculos colocados allí, por políticos de Valladolid, y aquí, por empresarios que se enriquecieron con el nepotismo político, a Vicente Merino Febrero y su proyecto de biorrefinería.
Eso sector social vive como siempre: del cuento, del miedo, de la mentira. Y, si atisban una transformación social y económica, buscan la manera, siempre a traición, de detener a las personas que anhela que Zamora crezca, se desarrolle y se suba al tren del futuro.
Zamora10 supuso un desafío al caciquismo, a una forma de entender la economía, el progreso, el cambio en el mundo empresarial. Molestó muchísimo a la anterior presidenta de la Diputación y a otros políticos de ese nivel intelectual. De hecho, hay una quintacolumna en la propia organización que lidera Caja Rural y gerencia Francisco Prieto, que ha intentado, desde dentro, cercenar ideas, destruir conceptos, acabar, en definitiva, con esta estructura de empresarios y profesionales liberales. A una forma económica de producir le corresponde una manera determinada de pensar, de cultural, de mentalidad. Sin duda. Marx, que se equivocó en muchas de sus profecías, estuvo acertado en lo de la infraestructura y superestructuras.
Los caciques y sus servidores, que ocupan cargos destacados en la sociedad zamorana, con sueldos excelentes, van a darlo todo para frenar el desarrollo de Zamora. Ellos viven de cine en una ciudad retrasada en lo económico y acobardada en lo político. Aquí nadie, ni los partidos, sin apenas ideas, anquilosados, obsoletos, que apenas representan a ciudadanos muy ideologizados a la diestra y a la siniestra, osa hacer frente a esta casta de personajes, perdidos en el tiempo, retrógrados y reaccionarios, egoístas y prepotentes.
En el ejército del pretérito que representa el caciquismo, juegan un papel importante en su estrategia bélica, los medios de comunicación, que deberán servir ya a un solo señor. Ya no queda bien jugar a doble agente, como si el periodista ejerciese de espía.
Eugenio-Jesús de Ávila
La elite económica de Zamora, ultraconservadora, clasista y ágrafa, ha sido siempre, desde el franquismo hasta este siglo XXI, partidaria de que la ciudad no creciese, que se quedase en una especie de cortijo meseteño, con mentalidad de aldea y gente estabulada, silente y lanar.
. Estos caciques quieren que la Bien Cercada siga sometida a esta tranquilidad, sosiego y paz de cementerio. La inteligencia de esta aristocracia plebeya sin título no da más de sí. Aquí, como sucedió en otras regiones de España, nunca hubo una revolución burguesa. De ahí, que nuestra burguesía no merezca tal denominación. Por ende, tampoco hubo proletariado distinguido, avanzado y progresista. El marxismo no existió nunca en Zamora. El primer socialismo zamorano viene de la Iglesia y de la Falange. Curas arrepentidos de creer en Dios y joseantonianos socializantes lideraron el cambio en nuestra ciudad. Sin obreros, no hay revoluciones.
A esa burguesía pseudoaristocrática, que tiene muy poco de noble, jamás le gustó que Zamora progresase. Temen el cambio, el avance, el progreso. En ese contexto, en la década de los sesenta, la leyenda de la Fasa Renault, que se fue a Pucela, porque el alcalde de entonces y otros caciques pidieron el oro y no sé si el moro, para que la empresa multinacional gala obviase nuestra ciudad para construir su fábrica. Y ahora, más de 60 años después, los obstáculos colocados allí, por políticos de Valladolid, y aquí, por empresarios que se enriquecieron con el nepotismo político, a Vicente Merino Febrero y su proyecto de biorrefinería.
Eso sector social vive como siempre: del cuento, del miedo, de la mentira. Y, si atisban una transformación social y económica, buscan la manera, siempre a traición, de detener a las personas que anhela que Zamora crezca, se desarrolle y se suba al tren del futuro.
Zamora10 supuso un desafío al caciquismo, a una forma de entender la economía, el progreso, el cambio en el mundo empresarial. Molestó muchísimo a la anterior presidenta de la Diputación y a otros políticos de ese nivel intelectual. De hecho, hay una quintacolumna en la propia organización que lidera Caja Rural y gerencia Francisco Prieto, que ha intentado, desde dentro, cercenar ideas, destruir conceptos, acabar, en definitiva, con esta estructura de empresarios y profesionales liberales. A una forma económica de producir le corresponde una manera determinada de pensar, de cultural, de mentalidad. Sin duda. Marx, que se equivocó en muchas de sus profecías, estuvo acertado en lo de la infraestructura y superestructuras.
Los caciques y sus servidores, que ocupan cargos destacados en la sociedad zamorana, con sueldos excelentes, van a darlo todo para frenar el desarrollo de Zamora. Ellos viven de cine en una ciudad retrasada en lo económico y acobardada en lo político. Aquí nadie, ni los partidos, sin apenas ideas, anquilosados, obsoletos, que apenas representan a ciudadanos muy ideologizados a la diestra y a la siniestra, osa hacer frente a esta casta de personajes, perdidos en el tiempo, retrógrados y reaccionarios, egoístas y prepotentes.
En el ejército del pretérito que representa el caciquismo, juegan un papel importante en su estrategia bélica, los medios de comunicación, que deberán servir ya a un solo señor. Ya no queda bien jugar a doble agente, como si el periodista ejerciese de espía.
Eugenio-Jesús de Ávila
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