LITERATURA
Hazlo, y si tienes miedo, hazlo con miedo
El miedo es una emoción curiosa. Existe con motivo y sin él. Es capaz de paralizarnos, de hacernos correr más rápido o vivir más intensamente. El temor opera como un gusano que te corroe por dentro y te lleva a percibirte como alguien que está atado de pies y manos, sin poder actuar. Junto a influencias como la presión puede truncar nuestro camino de formas nunca previstas. Pero es tan necesario como incomprendido; a veces se nos olvida que si no existiera el miedo no podríamos ser valientes.
Con su habitual ingenio, Woody Allen, decía que el miedo siempre ha sido su compañero más fiel y que, de hecho, jamás lo ha engañado para irse con otro. Así es, más allá de lo irónico que pueda parecer, la mayoría de nosotros tenemos a nuestros temores como a esos inquilinos permanentes en el ático de la mente que siempre se niegan a marcharse.
El miedo depende no solo de la propia personalidad, sino también de las experiencias vividas. Cada persona es única en su mundo interior, en sus vivencias y en su personalidad. ¿Me dejas decirte algo? Estás ante la más apasionante de las experiencias: tu vida. Un espacio de tiempo finito en el que tienes la oportunidad de ser quien quieras ser. Es la posibilidad esperándote sentada a que decidas qué hacer. Para que haya un poco de emoción vas a tener que enfrentarte a situaciones a las que no estás o no crees estar preparado. Vas a lidiar con quien intente joderte y vas a descubrir las bondades de quien te sepa valorar; vas a caerte y a levantarte tantas veces que perderás la cuenta; vas a llorar, vas a odiar mucho y vas a querer más.
Los mejores planes son los imprevistos, las mejores decisiones son las que se toman con las vísceras, el amor más fuerte es el incomprensible, la razón no siempre te da la razón, tener valor es enfrentarse a uno mismo y asumir que, si no arriesgas, ¿entonces, qué? Enfrentarte a tus miedos no es más que el proceso de descubrir que todo aquello que creías es falso y que, a su vez, todo cuanto rechazabas creer resulta ser cierto.
Posiblemente no sea el mejor de los ejemplos. Pero, siendo extremistas... Imagínate que por circunstancias te embarcas en una nueva formación laboral en la cuál, ése futuro trabajo al que aspiras, en contadas ocasiones, exige utilizar una de las herramientas más temidas para tí. ¿Qué haces ante esa situación? Porque el bombardeo mental de preguntas paralizantes que te impiden hacerle frente, ya ha comenzado. ¿Huyes, actúas o cristalizas?
La firmeza y la decisión son habilidades que también se entrenan. Vivir es saber fluir.
Emilia Casas
El miedo es una emoción curiosa. Existe con motivo y sin él. Es capaz de paralizarnos, de hacernos correr más rápido o vivir más intensamente. El temor opera como un gusano que te corroe por dentro y te lleva a percibirte como alguien que está atado de pies y manos, sin poder actuar. Junto a influencias como la presión puede truncar nuestro camino de formas nunca previstas. Pero es tan necesario como incomprendido; a veces se nos olvida que si no existiera el miedo no podríamos ser valientes.
Con su habitual ingenio, Woody Allen, decía que el miedo siempre ha sido su compañero más fiel y que, de hecho, jamás lo ha engañado para irse con otro. Así es, más allá de lo irónico que pueda parecer, la mayoría de nosotros tenemos a nuestros temores como a esos inquilinos permanentes en el ático de la mente que siempre se niegan a marcharse.
El miedo depende no solo de la propia personalidad, sino también de las experiencias vividas. Cada persona es única en su mundo interior, en sus vivencias y en su personalidad. ¿Me dejas decirte algo? Estás ante la más apasionante de las experiencias: tu vida. Un espacio de tiempo finito en el que tienes la oportunidad de ser quien quieras ser. Es la posibilidad esperándote sentada a que decidas qué hacer. Para que haya un poco de emoción vas a tener que enfrentarte a situaciones a las que no estás o no crees estar preparado. Vas a lidiar con quien intente joderte y vas a descubrir las bondades de quien te sepa valorar; vas a caerte y a levantarte tantas veces que perderás la cuenta; vas a llorar, vas a odiar mucho y vas a querer más.
Los mejores planes son los imprevistos, las mejores decisiones son las que se toman con las vísceras, el amor más fuerte es el incomprensible, la razón no siempre te da la razón, tener valor es enfrentarse a uno mismo y asumir que, si no arriesgas, ¿entonces, qué? Enfrentarte a tus miedos no es más que el proceso de descubrir que todo aquello que creías es falso y que, a su vez, todo cuanto rechazabas creer resulta ser cierto.
Posiblemente no sea el mejor de los ejemplos. Pero, siendo extremistas... Imagínate que por circunstancias te embarcas en una nueva formación laboral en la cuál, ése futuro trabajo al que aspiras, en contadas ocasiones, exige utilizar una de las herramientas más temidas para tí. ¿Qué haces ante esa situación? Porque el bombardeo mental de preguntas paralizantes que te impiden hacerle frente, ya ha comenzado. ¿Huyes, actúas o cristalizas?
La firmeza y la decisión son habilidades que también se entrenan. Vivir es saber fluir.
Emilia Casas



























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