Eugenio de Ávila
Miércoles, 15 de Diciembre de 2021
COSAS MÍAS

Me pierde la pasión por Zamora

[Img #60115]Recién llegado de un corto viaje, uno de mis amigos, el que más experiencia posee en el mundo empresarial y con profundos conocimientos de la política local, me confesó, durante nuestra tertulia habitual, que le gustaba mucho como escribía y me mostró su casi total acuerdo con todos mis análisis e ideas, porque también eran los suyos. Pero me criticó, de manera constructiva, que mis escritos traslucían enfado, acritud, amargura. Y le tuve que dar la razón.

 

En efecto, en mi persona, la pasión siempre derrotó al intelecto. Si hubiera sido más reflexivo, persona menos afectiva, ahora viviría en la abundancia y me tomaría la política y el periodismo con sosiego, calma y cierta distancia. Pero nunca fui un pelota, más bien un Quijote sin Rocinante ni Sancho, ni molinos que me pareciesen gigantes, ni rebaños, ejércitos. Perdí muchas batallas, porque amé mucho y se me notó demasiado. Ahora, a mi edad, cuando ya no hay remedio, mantengo mi lanza en astillero y adarga antigua.

 

Mis críticas nunca buscan la piel de la persona, sino el alma del político, el esqueleto de la sociedad, la carne de las instituciones públicas. Denuncio a las personas que se dedican a la res pública, pero se olvidan del pueblo y solo se acuerdan de permanecer en el cargo y aumentar su patrimonio privado. Nuestros políticos, salvo excepciones extraordinarias, solo piensan en ellos, puro narcisismo, egolatría suma. Mis diatribas las protagonizan los que se olvidaron de nuestra tierra, los que la traicionaron, los que se rieron de sus votantes, los que obedecieron al jefe del partido y desoyeron a la gente, al pueblo.

 

Nunca insulté a nadie. Jamás describí los defectos físicos de los políticos de turno. Ni enana, ni feo, ni grotesco, ni gordo, ni gafotas… Solo denuncié hechos y acciones políticas. Verbigracia: Martínez-Maíllo ha sido uno de los políticos que mejor se portó conmigo. Pero considero que pudo hacer, desde su posición de número 3, de mano zurda o diestra de Mariano Rajoy, mucho más por Zamora. Creí que podría haber sido el Carlos Pinilla del siglo XXI.  Decepción.  El senador se convirtió en una ucronía política: lo que pudo hacer y no hizo por su ciudad y por su provincia. Nada más.

 

Nunca estuve en política. Me disgusta la felonía. No llevo guardaespaldas. E ignoro, por tanto, cómo transforma tu espíritu el ejercicio de un cargo público. Me temo que, cuando un hombre o una mujer acceden a un puesto político de importancia, incluso concejal de pueblo, existe una disociación, en su acepción psicológica,  entre la persona que era y la que es. El ego aumenta. El pueblo no existe. La paranoia surge: todo quisque, más los camaradas del partido, se transforma, en potencia, en felón. Desconfianza. Intransigencia. Temor. Miedo a perder el cargo. Cobista del jerarca de turno: Rajoy o Zapatero, Casado o Sánchez. El político se comporta como si estuviera ebrio: evidencia su realidad, las tonsuras de su alma, las fallas de su espíritu.

 

Vivir de la política te aleja de ti mismo. Hay un yo y un superyó. Uno no se fía del otro. Lo que hace uno, el otro lo critica. Solo existe un valor: permanecer para siempre, asir la eternidad en la res pública. Pero la política y el amor son efímeros. Todo muere. Ni la memoria recuerda.

 

Sí, mi amigo juzgó, como si realizase un comentario de texto, mis artículos. Detecto enfado e indignación, hastío e irritación. Es cierto. Me conoce. Me he dejado ver. Como él, pensarán otros lectores, que estoy en permanente estado de enojo y cabreo. Nuestros políticos le han hecho mucho daño a Zamora, a la ciudad de carne y hueso: desierto demográfico, decadencia económica, miseria intelectual,  emigración de la juventud

 

. Yo tolero los insultos personales. No los respondo. No me dejan. Pero, cara a cara, nadie me derrotaría dialécticamente. En cada palabra que escribo, hay una lágrima seca de impotencia, de pesimismo, de desilusión y desesperanza. Ya digo: si hubiera sido más calculador, jeta y cobista, habría triunfado en esta profesión miserable. No me arrepiento. Mis enemigos son gente de poco fiar, los que combatía Don Quijote. Vale.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

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