PASIÓN POR ZAMORA
¿Qué hacer por Zamora? ¿Por dónde empezar?
Algunos lectores me preguntan, después de leer cientos de artículos firmados por este escribidor sobre la situación política, social y económica, qué podemos hacer los zamoranos para acabar con estos personajes que se apoderaron de partidos e instituciones públicas, y sacar a nuestra tierra de su melancolía, tristeza, apatía para colocarla donde merece por su contribución a la historia de España y haber sido madre de hijos que forman parte de los héroes y padres de la patria.
No sé. No soy un líder político. Solo soy un escribidor cansado, hastiado, escéptico. He apuntado ideas: ocupación de edificios públicos con aportación de pancartas en las que sus leyendas exhiban nuestras cifras de decadencia económica, estudios demográficos en los últimos 40 años, justo desde que franquistas, felones o listos, y los partidos de izquierdas, traidores, mayordomos del gran capital nacional, europeo y americano, construyeron una democracia para engañar al pueblo con unos cuantos tics de libertades, pero para mantener idéntico status quo de la dictadura, al que se fueron añadiendo los que se enriquecieron con el nuevo sistema.
Después, cuando sea menester, cuando toque, cuando convoquen al rebaño a elecciones, ni un solo voto a los partidos nacionales, todos para los que nos representen, para los que sienten Zamora más allá de lo que ordenen las jerarcas de Valladolid y de Madrid sobre lo que hacer y destruir. No elijamos más a políticos profesionales, a personajes que quisieron, y lo lograron, vivir de la política durante décadas. Porque ellos, por su cobardía, por su acomodo al poder, por su falta de testículos u ovarios, permitieron que los zamoranos, la inmensa mayoría de nosotros, los del agro y los de las urbes, vivan en una de las provincias más depauperadas del territorio nacional, si bien, como denuncié en numerosos artículos, parte de esa población prefirió ser cómplice de ese poder que nos empujó al abismo.
No vivimos tiempos propicios para asaltar palacios de invierno. Esto no es la Rusia del 1917. A los gobiernos solo se les puede castigar con los votos, en las elecciones, nunca tomando al asalto instituciones públicas desalojando a los que colocó un sistema electoral injusto. Propongo, pues, profundas reflexiones y análisis históricos, mientras los políticos aprovecharon la pandemia para transformarnos en rebaño, cuando los efectos económicos de los errores gubernamentales castiguen al trabajo y a las familias. Una vez que lleguemos a conclusiones de quiénes nos hicieron más daño, denunciarlos en las urnas. ¿Cómo? No votando sus listas.
Advierto a los zamoranos más progresistas, a los que prefieren un cambio radical y no un cambio suave, que contarán con una gran parte de los medios de comunicación, entre los que incluyo a los digitales, que intentarán detener todo avance hacia la libertad, la verdad y el progreso de Zamora. A este conglomerado político, empresarial y mediático le interesa que todo siga igual: que nuestra ciudad y provincia se conviertan en una macro residencia de la tercera edad, pues aquí el cacique y su prensa se sienten tan “a gustito”, como Ortega Cano en la boda de la tal Rociíto. Los ancianos solo anhelan poder morir en paz, vivir sus últimos años de vida en sosiego, en calma, sin grandes alteraciones sociales.
El poder quiere una ciudad sin jóvenes, aunque ahora estén adocenados con sus móviles, modas y juergas. Antaño, una minoría de la gente de mi generación pasó su juventud corriendo en las ciudades universitarias delante de la Policía Nacional, firmando peticiones de libertad para Genoveva Forest o los sindicalistas de CC.OO, que lideraba el inolvidable, recto y honrado Marcelino Camacho, o imaginando el futuro sin Franco.
Pido, no obstante, que, en próximas convocatorias de movimientos ciudadanos, se aporten ideas para combatir esta roña política, empresarial y política que mancha a Zamora y esconde su progreso.
Tampoco voy a exigir a nadie que escriba, como Lenin en 1902, un tratado político, “¿Qué hacer?”, sobre propuestas concretas sobre la organización y la estrategia que debe seguir un partido revolucionario. Y antes preguntarnos: ¿Por dónde empezar? Pues por construir un partido con políticos no profesionales, personas que vayan a los parlamentos a inmolarse por los zamoranos, por el pueblo, del que proceden. Vale.
Eugenio-Jesús de Ávila
Algunos lectores me preguntan, después de leer cientos de artículos firmados por este escribidor sobre la situación política, social y económica, qué podemos hacer los zamoranos para acabar con estos personajes que se apoderaron de partidos e instituciones públicas, y sacar a nuestra tierra de su melancolía, tristeza, apatía para colocarla donde merece por su contribución a la historia de España y haber sido madre de hijos que forman parte de los héroes y padres de la patria.
No sé. No soy un líder político. Solo soy un escribidor cansado, hastiado, escéptico. He apuntado ideas: ocupación de edificios públicos con aportación de pancartas en las que sus leyendas exhiban nuestras cifras de decadencia económica, estudios demográficos en los últimos 40 años, justo desde que franquistas, felones o listos, y los partidos de izquierdas, traidores, mayordomos del gran capital nacional, europeo y americano, construyeron una democracia para engañar al pueblo con unos cuantos tics de libertades, pero para mantener idéntico status quo de la dictadura, al que se fueron añadiendo los que se enriquecieron con el nuevo sistema.
Después, cuando sea menester, cuando toque, cuando convoquen al rebaño a elecciones, ni un solo voto a los partidos nacionales, todos para los que nos representen, para los que sienten Zamora más allá de lo que ordenen las jerarcas de Valladolid y de Madrid sobre lo que hacer y destruir. No elijamos más a políticos profesionales, a personajes que quisieron, y lo lograron, vivir de la política durante décadas. Porque ellos, por su cobardía, por su acomodo al poder, por su falta de testículos u ovarios, permitieron que los zamoranos, la inmensa mayoría de nosotros, los del agro y los de las urbes, vivan en una de las provincias más depauperadas del territorio nacional, si bien, como denuncié en numerosos artículos, parte de esa población prefirió ser cómplice de ese poder que nos empujó al abismo.
No vivimos tiempos propicios para asaltar palacios de invierno. Esto no es la Rusia del 1917. A los gobiernos solo se les puede castigar con los votos, en las elecciones, nunca tomando al asalto instituciones públicas desalojando a los que colocó un sistema electoral injusto. Propongo, pues, profundas reflexiones y análisis históricos, mientras los políticos aprovecharon la pandemia para transformarnos en rebaño, cuando los efectos económicos de los errores gubernamentales castiguen al trabajo y a las familias. Una vez que lleguemos a conclusiones de quiénes nos hicieron más daño, denunciarlos en las urnas. ¿Cómo? No votando sus listas.
Advierto a los zamoranos más progresistas, a los que prefieren un cambio radical y no un cambio suave, que contarán con una gran parte de los medios de comunicación, entre los que incluyo a los digitales, que intentarán detener todo avance hacia la libertad, la verdad y el progreso de Zamora. A este conglomerado político, empresarial y mediático le interesa que todo siga igual: que nuestra ciudad y provincia se conviertan en una macro residencia de la tercera edad, pues aquí el cacique y su prensa se sienten tan “a gustito”, como Ortega Cano en la boda de la tal Rociíto. Los ancianos solo anhelan poder morir en paz, vivir sus últimos años de vida en sosiego, en calma, sin grandes alteraciones sociales.
El poder quiere una ciudad sin jóvenes, aunque ahora estén adocenados con sus móviles, modas y juergas. Antaño, una minoría de la gente de mi generación pasó su juventud corriendo en las ciudades universitarias delante de la Policía Nacional, firmando peticiones de libertad para Genoveva Forest o los sindicalistas de CC.OO, que lideraba el inolvidable, recto y honrado Marcelino Camacho, o imaginando el futuro sin Franco.
Pido, no obstante, que, en próximas convocatorias de movimientos ciudadanos, se aporten ideas para combatir esta roña política, empresarial y política que mancha a Zamora y esconde su progreso.
Tampoco voy a exigir a nadie que escriba, como Lenin en 1902, un tratado político, “¿Qué hacer?”, sobre propuestas concretas sobre la organización y la estrategia que debe seguir un partido revolucionario. Y antes preguntarnos: ¿Por dónde empezar? Pues por construir un partido con políticos no profesionales, personas que vayan a los parlamentos a inmolarse por los zamoranos, por el pueblo, del que proceden. Vale.
Eugenio-Jesús de Ávila
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