Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Redacción
Miércoles, 22 de Diciembre de 2021
POSTALES DESDE EL FARO

Procusto

Patricio Cuadra

[Img #60306]Ya sé que estamos en pleno periodo navideño, pero permítanme que les hable de Procusto. Procusto (estirador), llamado también Damastes (controlador), era un gigante, hijo de Poseidón, y encargado de una posada en la región de Ática, al sur de Grecia. El gigante se caracterizaba por su comportamiento amable y afectuoso hacia los viajeros, a quienes les ofrecía hospedaje en su albergue. Una vez en él, los invitaba a descansar en su lecho de hierro y, mientras dormían, los amordazaba y amarraba en las cuatro esquinas de la cama para verificar si se ajustaban a la misma. Si el viajante poseía una estatura mayor que el lecho, le cortaba las extremidades inferiores o superiores (pies, brazos, cabeza). De lo contrario, le estiraba las piernas a martillazos hasta quedar a la altura del lecho. Tomando la figura de este gigante, la psicología llama “síndrome de Procusto” a la necesidad que alguien tiene de que todo se ajuste a lo que él dice o piensa. Vamos, un sinónimo de uniformidad y un síndrome que define la intolerancia hacia la diferencia. Esta tendencia, propia de personas, empresas e incluso sociedades, implica un rechazo a aquellos con características diferentes a las propias por miedo a ser superados o cuestionados por estos y de ese modo mantener una consonancia en la que las divergencias son mal vistas y/o castigadas. A poco perspicaz que sea usted, se habrá dado cuenta de que nuestra sociedad, y cada vez más, nos impone unas ideas preconcebidas y busca que todos encajemos en ellas, con lo cual la libertad de pensamiento, de creatividad, de opinión (podríamos decir que todas las libertades) desaparecen y lo que la sociedad nos reclama es que confirmemos sus hipótesis. Con este planteamiento, lo de ponerse en el lugar del otro, la empatía, se evapora y nace un proceso de mimetismo con los demás que desemboca en una sociedad uniforme y sin capacidad crítica. Y no solo eso, donde el rechazo al diferente se convierte en santo y seña, donde el individuo pierde su identidad y pasa a ser parte de la masa sin más, sin exigencias ni inquietudes, con un pensamiento único y uniforme, un no-pensamiento como fenómeno anticultural extendido en el que quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser apartado o eliminado. Así que no se dejen cegar cual polillas por las luces, aunque estas sean de tintes navideños y tomen sus propias decisiones sin pensar en el qué dirán. Total, esto no van a poder evitarlo…

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