CON LOS CINCO SENTIDOS
Cuando estar triste está mal visto
Nélida del Estal
Estoy viviendo una época difícil en la que casi nada me ilumina el alma, ni me abre el apetito por aprender a coger la fuerza que me falta con las manos que nacen del corazón. Solo te miran y te tienen en cuenta cuando sonríes, cuando escribes algo gracioso o dices una tontería ocurrente.
Parece que, si se te nubla la mirada, o deseas evadirte del mundo, desapareces para todos; nadie quiere saber de los males de nadie, no les interesas, no les importas si no das un bonito y apetecible espectáculo. Pero tu cerebro sigue funcionando, solo que de otra forma.
Esta sociedad actual no tolera a los raros, a los diferentes, a los que se salen de lo que no molesta o alzan la voz cuando las cosas no están bien hechas, a los que ayudan... Se supone que alguien tiene que hacerlo, pero a base de pedradas, te van minando las ganas de caminar entre abrojos; los pinchos cada vez se clavan con mayor crudeza. Hasta que llega un momento en el que esa sonrisa que antes era tu seña de identidad, ese brillo en los ojos que dejaba traslucir una llama, una vida intensa, se vuelven opacos. Tus ojos no reflejan más que el vacío, tu sonrisa es una mueca y aprendes a fingir que no te pasa nada, para no molestar a los que se molestan por todo lo que eres.
Finges vivir, pero te vas yendo poco a poco. Te vas para no volver.
Entonces se acuerdan de ti… ya tarde. Siempre tarde.
Estoy viviendo una época difícil en la que casi nada me ilumina el alma, ni me abre el apetito por aprender a coger la fuerza que me falta con las manos que nacen del corazón. Solo te miran y te tienen en cuenta cuando sonríes, cuando escribes algo gracioso o dices una tontería ocurrente.
Parece que, si se te nubla la mirada, o deseas evadirte del mundo, desapareces para todos; nadie quiere saber de los males de nadie, no les interesas, no les importas si no das un bonito y apetecible espectáculo. Pero tu cerebro sigue funcionando, solo que de otra forma.
Esta sociedad actual no tolera a los raros, a los diferentes, a los que se salen de lo que no molesta o alzan la voz cuando las cosas no están bien hechas, a los que ayudan... Se supone que alguien tiene que hacerlo, pero a base de pedradas, te van minando las ganas de caminar entre abrojos; los pinchos cada vez se clavan con mayor crudeza. Hasta que llega un momento en el que esa sonrisa que antes era tu seña de identidad, ese brillo en los ojos que dejaba traslucir una llama, una vida intensa, se vuelven opacos. Tus ojos no reflejan más que el vacío, tu sonrisa es una mueca y aprendes a fingir que no te pasa nada, para no molestar a los que se molestan por todo lo que eres.
Finges vivir, pero te vas yendo poco a poco. Te vas para no volver.
Entonces se acuerdan de ti… ya tarde. Siempre tarde.
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