DENUNCIAS
Nochevieja: menos de lo mismo
Con pandemia continua, disparada o no tanto, según qué índice se consulte, pero sin restricciones, salvo las personales, en cuanto a horarios y otras limitaciones de aforo inferiores al 100%100 permitido, llegó otra Nochevieja. La cancelación de cenas navideñas y la participación en las mismas, más escasa que en años anteriores, ya hacía presagiar que este año serian menos los que, pasadas las doce, saldrían a celebrar la llegada del año nuevo. Con menos locales abiertos, no solo para esta noche también para las vendieras, por encontrarse cerrados digamos temporalmente, las concentraciones se hacían obligadas.
Libres de miedos, ahora que ya no se culpa a los jóvenes de los contagios, porque hay que vivir, porque ¿quién no lo ha padecido ya , y sin pillarlo de fiesta? , o porque directamente se es así, hubo quien con el atuendo de siempre, arregladito, luciendo modelito o sin que faltara la corbata y americana combinada con deportivas, se presentó en la calle, enseñando los tobillos, que es moda, como desafío al frio y a la niebla, dispuestos a tomarse una, o unas cuanta copas, tras acabarse los estruendos de la petardeada.
Fiesta, casi como las habituales de los findes, nunca de las dimensiones de hace años, sin collares, ni cuernos raros, o lucecitas, pero era Nochevieja, y esta que se puede, en las venideras ya veremos qué pasa, había que divertirse. Y, quien salga y no lo haga, pues, peor para él. Cierto que, a partir de determinado momento, algo tendrá que ver la bebida, más bien el alcohol que contiene, se produce un desinhibición, que hace prescindir de esas mínimas medidas de precaución en estos tiempo, directamente se olvidan.
El resultado, el particular cada uno lo conocerá, el colectivo, por razones obvias, con menos participantes, menos probabilidades de...de todo. Y así fue, restando las regateras de los contenedores donde desbebieron parte del líquido ingerido durante la noche, como fachadas , o algún langostino a medio digerir, que tuvo que ser expulsado del organismo, por rebasar la capacidad del cuerpo, poco que acaeció. Como dicen los que lo vivieron, como un fin de semana cualquiera. Los que lo trabajaron, menos de los que se esperaba, pero es lo que hay. Los taxistas, bien, trabajaron bien. Las churrerías, cerradas a primera hora, y la vida sigue, para otros el año, empieza hoy, o puede que mañana. Que sea mejor que este.
Manuel Herrero Alonso
Con pandemia continua, disparada o no tanto, según qué índice se consulte, pero sin restricciones, salvo las personales, en cuanto a horarios y otras limitaciones de aforo inferiores al 100%100 permitido, llegó otra Nochevieja. La cancelación de cenas navideñas y la participación en las mismas, más escasa que en años anteriores, ya hacía presagiar que este año serian menos los que, pasadas las doce, saldrían a celebrar la llegada del año nuevo. Con menos locales abiertos, no solo para esta noche también para las vendieras, por encontrarse cerrados digamos temporalmente, las concentraciones se hacían obligadas.
Libres de miedos, ahora que ya no se culpa a los jóvenes de los contagios, porque hay que vivir, porque ¿quién no lo ha padecido ya , y sin pillarlo de fiesta? , o porque directamente se es así, hubo quien con el atuendo de siempre, arregladito, luciendo modelito o sin que faltara la corbata y americana combinada con deportivas, se presentó en la calle, enseñando los tobillos, que es moda, como desafío al frio y a la niebla, dispuestos a tomarse una, o unas cuanta copas, tras acabarse los estruendos de la petardeada.
Fiesta, casi como las habituales de los findes, nunca de las dimensiones de hace años, sin collares, ni cuernos raros, o lucecitas, pero era Nochevieja, y esta que se puede, en las venideras ya veremos qué pasa, había que divertirse. Y, quien salga y no lo haga, pues, peor para él. Cierto que, a partir de determinado momento, algo tendrá que ver la bebida, más bien el alcohol que contiene, se produce un desinhibición, que hace prescindir de esas mínimas medidas de precaución en estos tiempo, directamente se olvidan.
El resultado, el particular cada uno lo conocerá, el colectivo, por razones obvias, con menos participantes, menos probabilidades de...de todo. Y así fue, restando las regateras de los contenedores donde desbebieron parte del líquido ingerido durante la noche, como fachadas , o algún langostino a medio digerir, que tuvo que ser expulsado del organismo, por rebasar la capacidad del cuerpo, poco que acaeció. Como dicen los que lo vivieron, como un fin de semana cualquiera. Los que lo trabajaron, menos de los que se esperaba, pero es lo que hay. Los taxistas, bien, trabajaron bien. Las churrerías, cerradas a primera hora, y la vida sigue, para otros el año, empieza hoy, o puede que mañana. Que sea mejor que este.
Manuel Herrero Alonso



















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