RES PÚBLICA
No existe la amistad en la política
Ya tengo dicho, para quien me haya querido oír, y escrito, para quien desee leerme, que a los partidos políticos no se apunta el personal para hacer amigos, sino para buscarse un cargo-chollo en la res pública, con preferencia por una Alcaldía, Presidencia de Diputación, Consejería, Congreso de los Diputados y Senado. Y que la lucha por lograr el objetivo descubre lo peor de la persona, define su esencia, lo desnuda ante camaradas, compañeros, colegas y gente del común.
Antes, pues, de toda elección, comicios locales, regionales o en el ámbito nacional, las legislativas, los potenciales candidatos a ocupar instituciones, desenvainan sus espadas para combatir al enemigo, que no se halla en otro partido, sino en el propio. Entonces, con un par de meses o tres de antelación a que se den a conocer las candidaturas, el sujeto aspirante a, pongamos por caso, un escaño en una de las dos cámaras de representación nacional, Congreso o Senado, inicia su propia campaña, su busca, no del tiempo perdido, como Proust en su monumental obra literaria, sino del escaño en el que se sentó y anhela seguir ocupando por los siglos de los siglos…amén.
Ese individuo o individua desarrolla toda su inteligencia para acabar con el amigo-enemigo, que parezca con posibilidades de quitarle del puesto. Acude a medios de comunicación cercanos para filtrarles información falsa, en la que aparezca, él o ella, como los mejores para ocupar plaza como diputado/a o senadora/o. Si no cuaja la añagaza, se habla con algún político cercano a las tomas de decisiones en torno a las candidaturas: secretario del partido y, en último caso, al presidente, no sin antes tocar a presidentes autonómicos para que intercedan ante el gran jefe por su persona. La necesidad aviva el ingenio y extrae el néctar del mal del político, que no encuentra a su alrededor más que personas hostiles.
Ahora bien, el ciudadano que ignora lo que sucede en el interior de las formaciones políticas, juzgará como normal, como cosa que no merezca comentario, ver como tres o cuatro personajes que se dedican a la res pública departe, charlan y sonríes amigablemente. Todo mentira. Porque los que conocemos la realidad de esas relaciones, sabemos que se odian, que no se toleran, que si pudieran…
Para ser político, como aconsejé ha tiempo a Rosa Valdeón, una gran mujer, una dama, una señora, vituperada, machacada, difamada por la envidia, los celos, la inferioridad ética y moral de sus “enemigos” del partido, cainismo puro, nada más ser investida alcaldesa, en la primera entrevista que mantuve con ella, hay que fingir, convertirte en extraordinario actor, para convencer a todo quisque de que la mentira es verdad, y la verdad falacia.
Cuando se divise en el horizonte los próximos comicios, primavera de 2023, la guerra entre los posibles candidatos protagonizará múltiples batallas en distintos frentes. Se trata de un conflicto silente, del que solo se sabrá aquello que unos y otros filtren a la prensa afín para derrotar al amigo-enemigo. Han convertido la política en una escuela de felonía, vileza y villanía.
Eugenio-Jesús de Ávila
Ya tengo dicho, para quien me haya querido oír, y escrito, para quien desee leerme, que a los partidos políticos no se apunta el personal para hacer amigos, sino para buscarse un cargo-chollo en la res pública, con preferencia por una Alcaldía, Presidencia de Diputación, Consejería, Congreso de los Diputados y Senado. Y que la lucha por lograr el objetivo descubre lo peor de la persona, define su esencia, lo desnuda ante camaradas, compañeros, colegas y gente del común.
Antes, pues, de toda elección, comicios locales, regionales o en el ámbito nacional, las legislativas, los potenciales candidatos a ocupar instituciones, desenvainan sus espadas para combatir al enemigo, que no se halla en otro partido, sino en el propio. Entonces, con un par de meses o tres de antelación a que se den a conocer las candidaturas, el sujeto aspirante a, pongamos por caso, un escaño en una de las dos cámaras de representación nacional, Congreso o Senado, inicia su propia campaña, su busca, no del tiempo perdido, como Proust en su monumental obra literaria, sino del escaño en el que se sentó y anhela seguir ocupando por los siglos de los siglos…amén.
Ese individuo o individua desarrolla toda su inteligencia para acabar con el amigo-enemigo, que parezca con posibilidades de quitarle del puesto. Acude a medios de comunicación cercanos para filtrarles información falsa, en la que aparezca, él o ella, como los mejores para ocupar plaza como diputado/a o senadora/o. Si no cuaja la añagaza, se habla con algún político cercano a las tomas de decisiones en torno a las candidaturas: secretario del partido y, en último caso, al presidente, no sin antes tocar a presidentes autonómicos para que intercedan ante el gran jefe por su persona. La necesidad aviva el ingenio y extrae el néctar del mal del político, que no encuentra a su alrededor más que personas hostiles.
Ahora bien, el ciudadano que ignora lo que sucede en el interior de las formaciones políticas, juzgará como normal, como cosa que no merezca comentario, ver como tres o cuatro personajes que se dedican a la res pública departe, charlan y sonríes amigablemente. Todo mentira. Porque los que conocemos la realidad de esas relaciones, sabemos que se odian, que no se toleran, que si pudieran…
Para ser político, como aconsejé ha tiempo a Rosa Valdeón, una gran mujer, una dama, una señora, vituperada, machacada, difamada por la envidia, los celos, la inferioridad ética y moral de sus “enemigos” del partido, cainismo puro, nada más ser investida alcaldesa, en la primera entrevista que mantuve con ella, hay que fingir, convertirte en extraordinario actor, para convencer a todo quisque de que la mentira es verdad, y la verdad falacia.
Cuando se divise en el horizonte los próximos comicios, primavera de 2023, la guerra entre los posibles candidatos protagonizará múltiples batallas en distintos frentes. Se trata de un conflicto silente, del que solo se sabrá aquello que unos y otros filtren a la prensa afín para derrotar al amigo-enemigo. Han convertido la política en una escuela de felonía, vileza y villanía.
Eugenio-Jesús de Ávila
















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