Martes, 11 de Noviembre de 2025

Marino Carazo Martín 2
Jueves, 06 de Enero de 2022
POLÉMICA

Verdades sobre el falso debate de la carne

[Img #60773]Decía mi madre, “Quien llega tarde, ni oye misa, ni come carne” en alusión a que había que estar listo porque no todos los días se podía poner un trozo de carne en la mesa, ni siquiera en el puchero humeante del cocido que hervía cada mañana para llenar las bocas hambrientas de quienes llegábamos, los mayores del trabajo, los niños de la escuela o la calle.

La carne, en mi niñez y juventud, siempre fue un artículo de lujo y nunca estuvo, en tiempos pasados, al alcance de la mayoría. Una mayoría que, por otra parte, nos desarrollamos física y mentalmente, como correspondía, en ausencia de la proteína que ahora es tema de debate. Las declaraciones del ministro de consumo han puesto a la carne, más asequible, con diferencia, ahora que entonces, en la palestra de la crítica política, aunque sea un debate manipulado y sin fundamento.

Empezaré diciendo que el ministro Garzón, con quien coincidí en alguna manifestación de la Marea Verde en Madrid, y a quien he de agradecerle, que exhibiendo su acreditación de diputado nos salvara de algún alevoso “porrazo” de los antidisturbios de Cristina Cifuentes, no tiene, precisamente, el don de la comunicación ni de la oportunidad y se ha equivocado en sus declaraciones sobre el tema, no en el contenido, sino en la forma, ni explicadas adecuadamente, tanto las de hace unas semanas a medios españoles, como ahora al diario “The Guardian” inglés.

Que el exceso de consumo de carne es poco saludable, es algo que aseveraría cualquier dietista del mundo que se precie, incluso si hablamos de carne de la mejor calidad y sin ningún tratamiento “raro”. No entiendo, por tanto, el porqué del vapuleo que se le dio por hablar de las bondades de consumir menos carne.

Ahora sale de nuevo a la palestra por condenar, como haría cualquier persona objetiva sobre el tema, el abuso de un tipo de ganadería, el intensivo, que sólo hace ricos a los propietarios de esas explotaciones, pero son perjudiciales para todos los demás, incluidos los habitantes de esos pueblos de la España vaciada donde se instalan esas macrogranjas, por ser más barato el terreno, así como donde su inspección puede ser más flexible y hacer más la “vista gorda” respecto a normas y contaminación. Instalaciones que destruyen el ecosistema y que, lejos de crear puestos de trabajo, al estar todo el proceso demasiado automatizado, colocan, en cambio, en muchas casas el cartel de “SE VENDE”.

La ganadería intensiva convierte, digan lo que digan, la vida rural en la sensación de habitar junto a una pocilga, por el mal olor dominante de sus purines, el estiércol que producen y la contaminación continuada de todos los acuíferos locales, todo lo cual provoca más despoblación.

La calidad de vida de los animales sobreexplotados no es la mejor, encerrados sin moverse día y noche y limitada su vida, por su clausura permanente, a comer, dormir, engordar y ser sacrificados. Todos hemos visto reportajes de las granjas de gallinas ponedoras, de cerdos amontonados unos encima de otros o vacas que no se mueven por el escaso espacio disponible. Tan es así que la primera tarea del día en algunas granjas, de pollos sobre todo, es… retirar “las bajas”. Interesa sólo, a cualquier precio, que aumenten de peso y dispongan de más kilos de carne para vender.

Antiguamente, cuando se iba a vender una ternera o un cebón, se le añadía a su dieta, el día antes, sal para que bebiera mucha agua y se le daba mucho de comer, pues así daría más kilos en bascula, consiguiendo vender agua y pienso a precio de carne de primera. Una estrategia fraudulenta pero no dañina más que para el bolsillo del comprador. Desde hace un tiempo, desgraciadamente, con la aparición de ciertos tratamientos veterinarios, aparte del engaño económico, nuestros hijos y nosotros mismos, empezamos a ser sensibles a ciertos medicamentos que nunca hemos tomado, pero hemos asimilado por vía alimenticia al ser utilizada en el engorde artificial de los animales que comemos.

Alguna parte de culpa tenemos nosotros. Hace bastantes años ya, me contaba un ganadero de esta provincia que hubo de empezar a hormonar sus terneras, cosa que nunca había hecho, porque al venderlas, obtenía muchos menos beneficios porque, con la misma edad, sus terneras no tratadas, pesaban menos y, además, su carne, más pálida, no era tan apreciada por el consumidor en el mostrador de la carnicería como la tratada, mucho más roja de aspecto.

El grado de libertad del animal a consumir, sea gallina, cerdo o ternera, además de su alimentación, influye en la calidad de su carne una vez sacrificado. Los huevos mejores salen de las gallinas en libertad, los mejores jamones son de los cerdos sueltos en dehesas de encinas y la mejor carne de ternera es la de aquellas que han pastado los prados moviéndose libremente. Así que no nos vendan la moto, la carne procedente de la ganadería intensiva es de peor calidad, aunque no lo dijera el ministro de consumo.

Alberto Garzón tiene razón en lo manifestado sobre la carne, aunque sea incómodo para su gobierno, inoportunas en el tiempo e insuficientemente explicadas. La ganadería intensiva es un desastre en todos los sentidos. Produce carne más barata, pero a un precio medioambiental demasiado alto y quizás, en nuestra cocina, por el bien de todos, sea mejor cocinar más calidad que cantidad, en lo que respecta a la carne. La carne de las macrogranjas, aunque enfade la afirmación, es de peor calidad y, puesta en la sartén, a diferencia de la de Aliste, Sayago, Sanabria u otras zonas de nuestra Zamora, no se fríe sino que se cuece en un exceso de agua que no debía contener.

No sólo Garzón, diversos pueblos de esta España vaciada y, en concreto, de Zamora, se han manifestado en contra de la instalación de las macrogranjas en sus municipios, por sus escasos beneficios y por la mucha mierda que producen a cambio de… NADA.

Sí a la Ganadería extensiva, pero un NO rotundo a otra burbuja especulativa, la de las macrogranjas.

Marino Carazo Martín

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  • Maria

    Maria | Sábado, 08 de Enero de 2022 a las 14:46:44 horas

    Es curioso, ayer escribí un comentario para rebatir las inexactitudes, medias verdades y, directamente, mentiras integrales que contiene este artículo y no lo veo publicado. Fue un comentario muy crítico (es que no es fácil encontrar publicaciones tan faltas de rigor y de conocimiento), pero correcto, no creo haber vulnerado en ningún momento sus normas de participación. Es verdad que me quedó un poco largo, y eso que se me pasaron por comentar cosas como lo de la tontería del "exceso de agua que no debe contener un filete" o eso de ser "sensibles a ciertos medicamentos". Ay madre, eso de oír campanas y no saber dónde...
    En fin, me hubiese gustado ver mi comentario aquí. A ver si con éste hay más suerte.

    Accede para responder

  • María

    María | Sábado, 08 de Enero de 2022 a las 00:28:44 horas

    Señor Carazo, es demasiado evidente que no ha pisado una explotación ganadera en su vida, ni de cerdos, ni de pollos, ni de vacas…, ni intensiva ni extensiva. Los propietarios de eso que usted llama macrogranjas, son ganaderos, no ricachones recién llegados de Dubaí. Muchas veces residentes en esos mismos pueblos, que instalan sus granjas en terrenos de su propiedad. Por lo tanto, a las empresas integradoras les da igual si el suelo es caro o barato. Si se hubiese molestado en informarse un poco antes de hablar de un tema del que demuestra gran desconocimiento, sabría que el integrador no es el poseedor ni del terreno ni de las instalaciones.
    ¿De verdad conoce algún pueblo zamorano en el que se hayan puesto casas a la venta por la contaminación proveniente de granjas ganaderas o como consecuencia de la destrucción de trabajo provocada por la ganadería intensiva?, pero, ¿qué pueblos conoce usted?. Si sabe de algún municipio concreto en el que sus acuíferos estén contaminados a consecuencia de la actividad ganadera en él desarrollada, por favor, denúncielo, claramente se trata de un delito medioambiental tipificado por ley. Si no es así, lo mejor es no especular, aunque el artículo nos quede menos impactante y lo lea menos gente.
    La sensación de vivir en una pocilga, digo yo, que tal vez sería mayor hace años, cuando cientos de cerdas, vacas y ovejas eran alojados en prácticamente todas las casas del casco urbano del pueblo. Le aclaro que en la actualidad, todas estas granjas infames a las que usted se refiere están situadas, como mínimo, a 1 km del casco urbano. La mayoría de las que yo conozco están a mayor distancia.
    Por cierto, ¿qué es una macrogranja?, ¿cuántas UGM debe tener para ser considerada cómo tal?. Se lo pregunto porque no hay texto normativo sectorial que recoja esta definición. Yo sé lo qué es una granja de reproducción, de multiplicación, de grupo 1, 2 o 3, etc, pero desconozco a partir de cuántas cabezas tengo que llamar a un cebadero de cerdos, “macrocebadero”.
    ¿Dónde ha visto esas imágenes de cerdos amontonados unos encima de otros?. Le recomiendo que se ilustre un poco leyendo algún RD sobre ordenación zootécnica.
    Tiene toda la razón, no hay mejor jamón en el mundo que el de bellota, pero si es capaz de afirmar que un jamón de cerdo ibérico de cebo es un mal jamón, eso solo significa que nunca ha probado un jamón.
    Debe saber que todos esos cerdos que corretean alegremente por la dehesa, en determinados periodos de su ceba, también pasan hambre. Desde ese punto de vista y como experto en bienestar animal que parece ser usted, qué cerdo estará más estresado, el que pasa hambre o el del cebadero infame que dispone de una tolva ad libitum.
    El chorizo zamorano, marca de garantía, se elabora a base de carne de cerdos de capa blanca criados en intensivo. Según su razonamiento, supongo que también considerará que este producto, característico de nuestra provincia, es un producto de mala calidad.
    Así que, los mejores huevos son los de gallinas camperas, que defecan en el suelo, pisan los excrementos de sus compañeras, corriendo el riesgo de facilitar la transmisión de Salmonella, y después se van al nidal a seguir contaminando sus propios huevos. Por supuesto, todos los huevos puestos a la venta con destino consumo humano, independientemente de la forma de cría, son seguros, pero resulta que, a lo mejor, al final hay que medicar más en una granja de cría en suelo que en una de cría en jaula.
    El uso de hormonas como promotores del crecimiento en ganado están prohibidos en España desde poco después del reinado de Carolo (por aproximar un poco la fecha). El uso antibióticos, igualmente, como promotores del crecimiento está prohibido en Europa desde 2006. Por tanto, el amigo que le contaba que tenía que utilizar hormonas para cebar sus terneros, no era un ganadero, era un delincuente que estaba cometiendo un delito contra la salud pública, penado con cárcel. Le recomiendo que si quiere aprender algo de ganadería, hable con ganaderos, no con traficantes de drogas.
    España redujo la venta de antibióticos veterinarios (con fines terapéuticos) un 13,6% en 2019, un 58,8 % entre 2014 y 2019. Son datos oficiales y públicos, no chismes contados en el bar tomando una caña con amigos. ¿Ha oído alguna vez hablar del PRAN?, ¿de los periodos de supresión que se respetan escrupulosamente?. Ya se lo contesto yo: ni idea, ni idea.
    Y por favor, pero qué historieta de abuelo cebolleta es esa de cebones empachados de sal, agua y comida antes de ser conducidos a matadero. Mire, es justo lo contrario, los cebones se ayunan horas antes de ser sacrificados, por razones de bienestar animal y de seguridad alimentaria.

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