NOCTURNOS
La esencia de amar
Quise quererte. Me obligaste a no volverlo a intentar. Rehusé a surcar la espuma de una ola. No se puede amar por amar. ¿Egoísmo? Jamás. Si no hay ternura, cariño, mimo, admiración, amar es tortura, pena, decadencia. Nadie está obligado a querer a quien le quiere. Hubo mujeres que me adoraron, cual si fuera un arcángel anunciador. Pero nunca les firmé un beso en los labios, ni prometí yacer con féminas tan hermosas en lechos de nube y miel.
No quiero que me amen mujeres que no voy a querer nunca. Ni deseo perder el tiempo en éxtasis sin inteligencia, sin arte, sin talento. Anhelo solo gozar del placer sublime de conocer a una mujer, casi una diosa, en una cama de lirio y lino. Amarla después de amarla. Mimarla tras la cópula. Escribirle poemas en su piel cuando descanse su bella testa sobre mi pecho.
Cuando amas a una mujer, el sexo es el punto final de una oración, la última palabra de una novela o la media verónica a un miura en La Maestranza de Sevilla. Pero no siempre en la vida rimaron el placer y la inspiración, la carne y el hueso, la mariposa y la crisálida. Si, cuando amas te olvidas de ti para convertirte en otro, te pierdes a ti mismo y te encuentras en ella, te convertirás en un dios que detiene el tiempo, se olvida de la memoria y no piensa. Entonces te transformas en esencia, vaho divino.
Eugenio-Jesús de Ávila
Quise quererte. Me obligaste a no volverlo a intentar. Rehusé a surcar la espuma de una ola. No se puede amar por amar. ¿Egoísmo? Jamás. Si no hay ternura, cariño, mimo, admiración, amar es tortura, pena, decadencia. Nadie está obligado a querer a quien le quiere. Hubo mujeres que me adoraron, cual si fuera un arcángel anunciador. Pero nunca les firmé un beso en los labios, ni prometí yacer con féminas tan hermosas en lechos de nube y miel.
No quiero que me amen mujeres que no voy a querer nunca. Ni deseo perder el tiempo en éxtasis sin inteligencia, sin arte, sin talento. Anhelo solo gozar del placer sublime de conocer a una mujer, casi una diosa, en una cama de lirio y lino. Amarla después de amarla. Mimarla tras la cópula. Escribirle poemas en su piel cuando descanse su bella testa sobre mi pecho.
Cuando amas a una mujer, el sexo es el punto final de una oración, la última palabra de una novela o la media verónica a un miura en La Maestranza de Sevilla. Pero no siempre en la vida rimaron el placer y la inspiración, la carne y el hueso, la mariposa y la crisálida. Si, cuando amas te olvidas de ti para convertirte en otro, te pierdes a ti mismo y te encuentras en ella, te convertirás en un dios que detiene el tiempo, se olvida de la memoria y no piensa. Entonces te transformas en esencia, vaho divino.
Eugenio-Jesús de Ávila
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