PASIÓN POR ZAMORA
La ciudad pretérita
Zamora es ciudad pretérita. Zamora parece hoy, en este enero infante, una urbe sin futuro. Nada se mueve. Nadie quiere invertir en los polígonos industriales. Apenas hay jóvenes por las rúas, plazas y calles. Solo ancianos que se cuentan la vida unos a otros, que hablan sin prisa y esconden el tiempo entre los surcos de sus arrugas y las manecillas de sus relojes.
Los árboles duermen soñando primaveras, las aceñas de Gijón se mueren mientras miran de reojo al Duero y de frente la Torre de la Catedral. Zamora es eso, pasado, ruinas y sueño. Yo soy un poco Zamora: más pretérito que futuro, decadencia y escombro. En su humildad, el zamorano espera que el Gobierno cumpla con su palabra y el PGE y restaure Monte la Reina y que Guarido siga mirando la peseta para remendar la ciudad, tan maltratada por sus vecinos, por los badulaques de los garabatos, y que, por fin, empresas asuman las obras de lo que fuera Banco de España, Conservatorio, Centro Cívico, Parque de Bomberos y Museo Pedagógico.
Nuestro alcalde no es un tipo tacaño. Nuestro alcalde ahorra para algo. Tiene una idea de ciudad. Necesita este año y medio de mandato para rubricar su obra. Después quizá se irá. Y sin él, Zamora seguirá dormida, sin aliento; habrá más gente mayor y menos niños, una muralla dispuesta a soportar otro cerco al futuro y más residencias para la tercera y penúltima edad. Seremos, sin duda, menos. Pero habrá más y más museos para que los visiten turistas de la cultura. Zamora misma será un museo donde los demógrafos estudien, in situ, el fenómeno de la despoblación; los psicólogos analicen la apatía antropológica de los zamoranos y los sociólogos y teólogos averigüen por qué todavía hay personas que disfruten disfrazándose de cofrades y ambicionen presidir hermandades.
Zamora y yo nos vamos haciendo viejos. O quizá siempre lo fuimos, como si aquí se naciera ya con años suficientes para jubilarse, cargados de tiempo, desganados y asumiendo que nada cambia, que todo sigue igual década tras década. Ya no viven ni Urraca ni Arias Gonzalo, ni Bellido Dolfos juega con Rodrigo Díaz de Vivar a la tula, pero nosotros, los zamoranos, mantenemos una mentalidad feudal: unos señores y otros siervos. No creemos a nadie, pero permitimos que nos engañen esos señores que viven de puta madre y que llamamos políticos profesionales, personajes que no saben vivir de otra cosa que de la res pública.
Y esta Zamora vieja y pretérita fue víctima de sus políticos y de la cobardía de sus gentes, más la pobreza intelectual y profesional de sus medios de comunicación, cómplices de los que decidieron que esta ciudad solo fuese historia, museo, residencia para la tercera edad. Zamora nunca decidirá por sí misma,siempre permitirá que otros piensen por ella.
Eugenio-Jesús de Ávila
Zamora es ciudad pretérita. Zamora parece hoy, en este enero infante, una urbe sin futuro. Nada se mueve. Nadie quiere invertir en los polígonos industriales. Apenas hay jóvenes por las rúas, plazas y calles. Solo ancianos que se cuentan la vida unos a otros, que hablan sin prisa y esconden el tiempo entre los surcos de sus arrugas y las manecillas de sus relojes.
Los árboles duermen soñando primaveras, las aceñas de Gijón se mueren mientras miran de reojo al Duero y de frente la Torre de la Catedral. Zamora es eso, pasado, ruinas y sueño. Yo soy un poco Zamora: más pretérito que futuro, decadencia y escombro. En su humildad, el zamorano espera que el Gobierno cumpla con su palabra y el PGE y restaure Monte la Reina y que Guarido siga mirando la peseta para remendar la ciudad, tan maltratada por sus vecinos, por los badulaques de los garabatos, y que, por fin, empresas asuman las obras de lo que fuera Banco de España, Conservatorio, Centro Cívico, Parque de Bomberos y Museo Pedagógico.
Nuestro alcalde no es un tipo tacaño. Nuestro alcalde ahorra para algo. Tiene una idea de ciudad. Necesita este año y medio de mandato para rubricar su obra. Después quizá se irá. Y sin él, Zamora seguirá dormida, sin aliento; habrá más gente mayor y menos niños, una muralla dispuesta a soportar otro cerco al futuro y más residencias para la tercera y penúltima edad. Seremos, sin duda, menos. Pero habrá más y más museos para que los visiten turistas de la cultura. Zamora misma será un museo donde los demógrafos estudien, in situ, el fenómeno de la despoblación; los psicólogos analicen la apatía antropológica de los zamoranos y los sociólogos y teólogos averigüen por qué todavía hay personas que disfruten disfrazándose de cofrades y ambicionen presidir hermandades.
Zamora y yo nos vamos haciendo viejos. O quizá siempre lo fuimos, como si aquí se naciera ya con años suficientes para jubilarse, cargados de tiempo, desganados y asumiendo que nada cambia, que todo sigue igual década tras década. Ya no viven ni Urraca ni Arias Gonzalo, ni Bellido Dolfos juega con Rodrigo Díaz de Vivar a la tula, pero nosotros, los zamoranos, mantenemos una mentalidad feudal: unos señores y otros siervos. No creemos a nadie, pero permitimos que nos engañen esos señores que viven de puta madre y que llamamos políticos profesionales, personajes que no saben vivir de otra cosa que de la res pública.
Y esta Zamora vieja y pretérita fue víctima de sus políticos y de la cobardía de sus gentes, más la pobreza intelectual y profesional de sus medios de comunicación, cómplices de los que decidieron que esta ciudad solo fuese historia, museo, residencia para la tercera edad. Zamora nunca decidirá por sí misma,siempre permitirá que otros piensen por ella.
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