CON LOS CINCO SENTIDOS
Para juzgar, están los jueces
Hoy, una cita de Carl Gustav Jung, “Pensar es difícil. Por eso la mayoría de la gente prefiere juzgar”, me ha hecho replantear los alrededores de mi vida y el cómo y cuándo la vivo, y de qué manera. Pudiese parecer que lo escribo a modo de justificación a mis idas y venidas, pero no, no es una justificación pues no la necesito, ni la pido ni, aunque me la demandasen, la daría. No ha lugar. Cada uno ha de vivir su vida de acuerdo a lo que le dicte su yo interior, aunque ese yo interior esté cansado, dormido, extasiado o inerte. Da igual. Nadie en su sano juicio, quizá siquiera estando trastornado, puede querer el mal o el sufrimiento gratuito del otro. Eso es de ser mala persona.
No soy amiga de aconsejar, creo que no lo he hecho nunca, no soy docta en casi nada y aconsejar te precipita al abismo de tener que demostrar constantemente que eres el ejemplo a seguir, pero a la menor caída todos te podrán echar en cara que no haces lo que dijiste, que no eres como parecías, que no hay consejo posible viniendo de alguien que no lo demuestra día a día con el susodicho ejemplo. Es difícil mantener una coherencia personal, pero con los años os aseguro que puede llegar a ser casi posible. Cuando el corazón y la cabeza llegan a un punto de cuasi sincronía se puede ser medianamente feliz, digan lo que digan los demás, muy dados a juzgar los comportamientos ajenos, mientras sus ojos están llenos de “vigas propias”. A esto es a lo que quería hacer alusión hoy.
Cuántas veces os han dicho “por aquí, no, deberías de tomar otra decisión”, “a mí me funcionó esto o lo de más allá, te lo recomiendo”, “tienes que cambiar” o ya sin comillas, cuando alguien compara sus males físicos o psíquicos (????) con los tuyos, que eres discreto para que nadie sufra porque cada cual anda a lo suyo y bastante tiene con lo que tiene para andar tú compartiendo tus miserias con otros…
Pues bien, esos que son tan dados a juzgar los actos de sus allegados o de casi todos, sin saber una mierda de si sientes o padeces, deberían probar un poquito de tu infierno personal, discreto, callado, sin alharacas, para darse cuenta de que juzgarte es tan malvado como asestarte una puñalada sucia y a destiempo. Un acto vil, de mala persona, sin recursos emocionales para entender que si callas, es para no añadir más sufrimiento al doliente ni a ti mismo, que lo haces porque eres buena persona. Que no lo cuentes no significa que no te pase. A ver si te enteras de una puñetera vez. Sólo que lo que media entre tú y yo es un ego tan grande como la catedral de León. Tan solo eso.
Nélida L. del Estal Sastre
Hoy, una cita de Carl Gustav Jung, “Pensar es difícil. Por eso la mayoría de la gente prefiere juzgar”, me ha hecho replantear los alrededores de mi vida y el cómo y cuándo la vivo, y de qué manera. Pudiese parecer que lo escribo a modo de justificación a mis idas y venidas, pero no, no es una justificación pues no la necesito, ni la pido ni, aunque me la demandasen, la daría. No ha lugar. Cada uno ha de vivir su vida de acuerdo a lo que le dicte su yo interior, aunque ese yo interior esté cansado, dormido, extasiado o inerte. Da igual. Nadie en su sano juicio, quizá siquiera estando trastornado, puede querer el mal o el sufrimiento gratuito del otro. Eso es de ser mala persona.
No soy amiga de aconsejar, creo que no lo he hecho nunca, no soy docta en casi nada y aconsejar te precipita al abismo de tener que demostrar constantemente que eres el ejemplo a seguir, pero a la menor caída todos te podrán echar en cara que no haces lo que dijiste, que no eres como parecías, que no hay consejo posible viniendo de alguien que no lo demuestra día a día con el susodicho ejemplo. Es difícil mantener una coherencia personal, pero con los años os aseguro que puede llegar a ser casi posible. Cuando el corazón y la cabeza llegan a un punto de cuasi sincronía se puede ser medianamente feliz, digan lo que digan los demás, muy dados a juzgar los comportamientos ajenos, mientras sus ojos están llenos de “vigas propias”. A esto es a lo que quería hacer alusión hoy.
Cuántas veces os han dicho “por aquí, no, deberías de tomar otra decisión”, “a mí me funcionó esto o lo de más allá, te lo recomiendo”, “tienes que cambiar” o ya sin comillas, cuando alguien compara sus males físicos o psíquicos (????) con los tuyos, que eres discreto para que nadie sufra porque cada cual anda a lo suyo y bastante tiene con lo que tiene para andar tú compartiendo tus miserias con otros…
Pues bien, esos que son tan dados a juzgar los actos de sus allegados o de casi todos, sin saber una mierda de si sientes o padeces, deberían probar un poquito de tu infierno personal, discreto, callado, sin alharacas, para darse cuenta de que juzgarte es tan malvado como asestarte una puñalada sucia y a destiempo. Un acto vil, de mala persona, sin recursos emocionales para entender que si callas, es para no añadir más sufrimiento al doliente ni a ti mismo, que lo haces porque eres buena persona. Que no lo cuentes no significa que no te pase. A ver si te enteras de una puñetera vez. Sólo que lo que media entre tú y yo es un ego tan grande como la catedral de León. Tan solo eso.
Nélida L. del Estal Sastre





















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