NOCTURNOS
No sé vivir sin amar
Hay gente que necesita a Dios para vivir; yo, no. Hay gente que puede vivir sin amar, yo no. Dios no existe. El Hombre, sí. El amor existe para quien lo vive, para quien lo desea, para quien lo sufre. Yo amo. Amo a la mujer que no me ama. Como ateo, proyecto en esa dama mi amor por ese Ser Supremo en el que no creo. Ella es una diosa para mí. La tengo en un altar. Le rezo con mis palabras escritas, cuando hablo con ella a través de chat, cuando comparto viandas, ideas, paseos. Eso sí es hablar con Dios. Ella está en todas partes, porque está en mí, dentro de mi carne, en lo que es el revés del cuerpo, el alma.
Puedo vivir sin Dios. También sin que ella me ame. Amándola, vivo. Muriendo más deprisa porque no me ama. El amor detiene el tiempo. Cuando yaces con la fémina que adoras, Cronos para el tiempo. No te importa nada. Solo vives en ella. Ni te acuerdas de quién eres, ni qué haces en la vida, ni hacía dónde vas. Te pierdas en otra alma a través de un cuerpo que no es el tuyo. Desapareces en su gineceo. Te ahogas en amor. No existe la carne, aunque sean tus manos, tus labios, tus piernas, tu lengua quienes contribuyan al nirvana. Solo existe el amor en ella, en un ser femenino.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hay gente que necesita a Dios para vivir; yo, no. Hay gente que puede vivir sin amar, yo no. Dios no existe. El Hombre, sí. El amor existe para quien lo vive, para quien lo desea, para quien lo sufre. Yo amo. Amo a la mujer que no me ama. Como ateo, proyecto en esa dama mi amor por ese Ser Supremo en el que no creo. Ella es una diosa para mí. La tengo en un altar. Le rezo con mis palabras escritas, cuando hablo con ella a través de chat, cuando comparto viandas, ideas, paseos. Eso sí es hablar con Dios. Ella está en todas partes, porque está en mí, dentro de mi carne, en lo que es el revés del cuerpo, el alma.
Puedo vivir sin Dios. También sin que ella me ame. Amándola, vivo. Muriendo más deprisa porque no me ama. El amor detiene el tiempo. Cuando yaces con la fémina que adoras, Cronos para el tiempo. No te importa nada. Solo vives en ella. Ni te acuerdas de quién eres, ni qué haces en la vida, ni hacía dónde vas. Te pierdas en otra alma a través de un cuerpo que no es el tuyo. Desapareces en su gineceo. Te ahogas en amor. No existe la carne, aunque sean tus manos, tus labios, tus piernas, tu lengua quienes contribuyan al nirvana. Solo existe el amor en ella, en un ser femenino.
Eugenio-Jesús de Ávila
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