El Gobierno nos quita las cabinas, el Ayuntamiento mantiene los quioscos en las calles

Tras la aprobación por parte del Gobierno, a finales del año pasado, de la ley de Telecomunicaciones, cambiarán muchas cosas para los usuarios del teléfono. Se podrá pasar a otra compañía en tan solo 24 horas, disponer de reenvió de correos electrónicos,  conservar el saldo con el nuevo operador y se eliminará toda permanencia superior a dos años. De que puedan mandarnos mensajes de alerta al móvil, en caso de catástrofe, esperemos que no tengan que hacer uso.

Desaparecen las guías telefónicas y las cabinas, dejan de considerarse un servicio universal, a costear entre la principales operadores y a mantener por parte de telefónica, con lo cual, cuando la compañía lo considere, las desmantelará paulatinamente, para reciclar y conservar algunas en los almacenes de Cabitel, con el fin de que puedan ser usadas, llegado el caso, como decorado de época.

 Era parte del paisaje urbano, encontrar esas cabinas, últimamente pintadas y en la mayoría de los casos sin servicio de teléfono. Quedan los quioscos de prensa, que un día se distribuyeron, reemplazando a los anteriores para dar uniformidad a este servicio de venta de periódicos y golosinas en la vía publica. Además de su misión específica, sirven como soporte de publicidad, y alguno céntrico con servicio, que nunca viene mal de cajero automático. Lejos de ahí, salvo alguno en uso, el resto se encuentran cerrados. Todo intento de que alguien se haga cargo de su explotación, ha sido en vano, quedando desierto los concursos en reiteradas ocasiones. Las condiciones férreas, que imponen las distribuidoras y  la falta de niños a quien vender chucherías  hacen echar para atrás a cualquier emprendedor, al hacer números  resulta inviable.

La mayoría está cerrada y sin servicio alguno, salvo que peguen carteles en ellos, dado que en esta ciudad no existen soportes específicos para la colocación de propaganda, salvo en elecciones. Sin embargo, están ubicados en puntos realmente estratégicos, que pudieran servir de oportunidad de negocio a cualquiera dispuesto a vender artículos de escaso volumen, con poco riesgo económico, sin costo en adecuación de local y son una mínima inversión. Flores, bolsos, souvenirs y hasta periódicos. O bien para recogida y entrega de paquetería, una actividad en expansión actualmente. Fuera de cualquier actividad comercial, quedarían disponibles para uso municipal, como biblioteca en la calle o cualquier otro uso, incluso con carácter temporal.

Manuel Herrero Alonso