EL DÍA DE ZAMORA
Llorar tinta
El Día de Zamora se acerca a su edición 400, todo un record en la historia del periodismo en nuestra provincia. Nunca un periódico gratuito alcanzó tal ancianidad. El periódico envejeció mejor que su editor, el menda que firma estas buenas noches antes de irse al lecho, donde le espera su amante, su fiel almohada; porque la pasión siempre perdura en el recuerdo y la piel se arruga. El tiempo es el labrador de la epidermis. Abre surcos para sembrar las semillas del deseo que nunca recogieron el fruto de la realidad.
El barquito de papel, con más de once años y medio de vida aguarda que otro capitán tome el mando y navegue por este estanque de Zamora, donde el oleaje es mentira y el agua se evapora cuando se pronuncia la verdad. Y yo me marcharé y se quedarán las palabras llorando tinta por las rúas de las columnas de opinión, por los bulevares de las páginas, por las plazas de los titulares.
Y vendrán otros periodistas con velámenes con decorados más modernos, a manejar el timón de este periódico que no es tal, de esta prensa mía que es como yo, vulgar, antigua, decadente. Y yo recordaré aquellos versos de Antonio Machado:
¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino
en el horror de llegar!
Y un servidor de usted ya llegó donde al puerto del júbilo, donde me esperan verbos que conjugar, amores que versificar y sueños que nunca se convertirán en realidad.
Eugenio-Jesús de Ávila
El Día de Zamora se acerca a su edición 400, todo un record en la historia del periodismo en nuestra provincia. Nunca un periódico gratuito alcanzó tal ancianidad. El periódico envejeció mejor que su editor, el menda que firma estas buenas noches antes de irse al lecho, donde le espera su amante, su fiel almohada; porque la pasión siempre perdura en el recuerdo y la piel se arruga. El tiempo es el labrador de la epidermis. Abre surcos para sembrar las semillas del deseo que nunca recogieron el fruto de la realidad.
El barquito de papel, con más de once años y medio de vida aguarda que otro capitán tome el mando y navegue por este estanque de Zamora, donde el oleaje es mentira y el agua se evapora cuando se pronuncia la verdad. Y yo me marcharé y se quedarán las palabras llorando tinta por las rúas de las columnas de opinión, por los bulevares de las páginas, por las plazas de los titulares.
Y vendrán otros periodistas con velámenes con decorados más modernos, a manejar el timón de este periódico que no es tal, de esta prensa mía que es como yo, vulgar, antigua, decadente. Y yo recordaré aquellos versos de Antonio Machado:
¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino
en el horror de llegar!
Y un servidor de usted ya llegó donde al puerto del júbilo, donde me esperan verbos que conjugar, amores que versificar y sueños que nunca se convertirán en realidad.
Eugenio-Jesús de Ávila
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