DENUNCIAS
El ultimo parque: San Frontis... y se acabó la ciudad
No poco se está hablando, nunca lo suficiente, de la España vaciada, consecuencia de que los residentes busquen un lugar mejor donde vivir, con un trabajo medianamente remunerado y un nivel medio de confort para su familia. Zonas deshabitadas, que aparecen en el mapa provincial; zonas despobladas, en la misma capital, que en pocos sitios aparecen, pero que ponen cifras indicativas de que aquí también cada vez quedamos menos habitantes.
Ya desde niños, y en esta ciudad, empiezan a sufrir la falta de una administración que preste los mismos o, al menos, parecidos servicios con independencia del sitio donde vivan. Sí, la familia tiene que coger el sándwich, la botella de agua, que hace tiempo que quitaron la fuente, y llevarse los niños al parque de Hacienda, que puede ser, llegado el caso, el de la plaza del Maestro Haedo, el de San Martín, o cualquier otro de los céntricos, donde, los juegos infantiles son otra cosa: el suelo es de caucho, los niños están seguros y no lejos se puede comprar chucherías, o tomar algo los padres. No, no será por falta de parque en el barrio donde residen y desde el que tiene que desplazarse en busca de otro con mejores condiciones, que haberlo lo hay. Aunque ahí es donde precisamente pudiera decirse que acaba la ciudad para empezar el campo, por ejemplo, el barrio de San Frontis.
Dejan atrás al lado de casa, un recinto con los elementos propios de un parque para niños, arbolito, caballito, tobogán y algún banco. Ello, a lado del poste eléctrico vallado, que no sirve para dar luz al parque, porque no la tiene sino a las viviendas cercanas, al otro lado un terreno yermo, donde no faltan la alta maleza, seca en esta época, donde incluso resultaría difícil recuperar un balón que se le escapara en esa zona a cualquier peque.
Es parte del barrio, las afueras son así, menospreciadas administrativamente, como pueden comprobar los vecinos que, juntando escasos votos para los partidos poco les importa. Ahí seguirán las calles sin asfaltar, llenando de barro a las que sí que lo están. Y, las asfaltadas llenas de grietas, como lo están desde hace décadas. Los vecinos sufriendo la falta, ya no de mejoras sino de conservación de lo existente, gobierne quien gobierne. Todo igual, mandato tras amndato. Se comprenden muchas cosas.
Manuel Herrero Alonso
No poco se está hablando, nunca lo suficiente, de la España vaciada, consecuencia de que los residentes busquen un lugar mejor donde vivir, con un trabajo medianamente remunerado y un nivel medio de confort para su familia. Zonas deshabitadas, que aparecen en el mapa provincial; zonas despobladas, en la misma capital, que en pocos sitios aparecen, pero que ponen cifras indicativas de que aquí también cada vez quedamos menos habitantes.
Ya desde niños, y en esta ciudad, empiezan a sufrir la falta de una administración que preste los mismos o, al menos, parecidos servicios con independencia del sitio donde vivan. Sí, la familia tiene que coger el sándwich, la botella de agua, que hace tiempo que quitaron la fuente, y llevarse los niños al parque de Hacienda, que puede ser, llegado el caso, el de la plaza del Maestro Haedo, el de San Martín, o cualquier otro de los céntricos, donde, los juegos infantiles son otra cosa: el suelo es de caucho, los niños están seguros y no lejos se puede comprar chucherías, o tomar algo los padres. No, no será por falta de parque en el barrio donde residen y desde el que tiene que desplazarse en busca de otro con mejores condiciones, que haberlo lo hay. Aunque ahí es donde precisamente pudiera decirse que acaba la ciudad para empezar el campo, por ejemplo, el barrio de San Frontis.
Dejan atrás al lado de casa, un recinto con los elementos propios de un parque para niños, arbolito, caballito, tobogán y algún banco. Ello, a lado del poste eléctrico vallado, que no sirve para dar luz al parque, porque no la tiene sino a las viviendas cercanas, al otro lado un terreno yermo, donde no faltan la alta maleza, seca en esta época, donde incluso resultaría difícil recuperar un balón que se le escapara en esa zona a cualquier peque.
Es parte del barrio, las afueras son así, menospreciadas administrativamente, como pueden comprobar los vecinos que, juntando escasos votos para los partidos poco les importa. Ahí seguirán las calles sin asfaltar, llenando de barro a las que sí que lo están. Y, las asfaltadas llenas de grietas, como lo están desde hace décadas. Los vecinos sufriendo la falta, ya no de mejoras sino de conservación de lo existente, gobierne quien gobierne. Todo igual, mandato tras amndato. Se comprenden muchas cosas.
Manuel Herrero Alonso























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