El Zamora CF, incapaz de marcar un gol, se deja tres puntos esenciales ante el Sanse:0-3

Si un equipo lanza 14 saques de esquina, centra en otras tantas ocasiones, sus extremos desbordan a sus pares, pero no encuentran quién la empuje al fondo de la portería rival,  y el contrario, en una acción aislada, marca, contando con la fortuna, o esa escuadra presenta serias carencias para el remate o se debe a cuestiones esotéricas, mal de ojo o gafismo. Ese conjunto no es otro que el Zamora CF, que suma ya cinco jornadas sin marcar un gol. Lógico. La plantilla carece de un auténtico delantero centro. Solo Herrera se acerca a lo que caracteriza a un ariete. El resto son jugadores más capacitados para la media punta. Y, si añadimos que la plantilla rojiblanca juega contra un estado psíquico marcado por la ansiedad y cierta depresión, entenderemos la derrota, no sé si injusta, porque en el fútbol la justicia ni la lógica existen, y, ante todo, abultadísima. Se perdió, pues, una oportunidad extraordinaria, para escaparse de los puestos de descenso.

Yago Iglesias, tras el fiasco de Lezama, por unas y otras razones, sanciones y decisiones técnicas, realizó cinco cambios respecto al equipo que perdió ante el Bilbao Ath. Xisco se quedaba en el banquillo y Molina le sustituía; Jon Rojo, en el lateral izquierdo, y Garay, en el derecho, porque Parra cumplía sanción, y Jordan, lesionado. Ramos, como hombre más retrasado de la medular; Jorge Fernández, encargado de enlazar con sus compañeros de ataque; Dani Hernández, moviéndose entre el  centro del campo y las bandas, mientras Kepa jugaba de exterior diestro; Yanis, en la izquierda, y Losada, de delantero centro, aunque apenas pisara el área, como debería ser en un ariete clásico.

Empezó mejor el Sanse, que no se jugaba nada, por lo que jugaba tranquilo a verlas venir. El técnico madrileño, cuando tocaba sacar de puerta al Zamora, ordenó defensa adelanta hasta el centro de campo, con lo que el cuadro rojiblanco se encontraba en dificultades para sacar la pelota jugada desde atrás. Poco a poco, la escuadra zamorana tomó el mando del campo. Se llegaba al área contraria, pero sin peligro para el meta visitante. Buenas jugadas, sin duda, que no encontraron rúbrica. Sin embargo, la primera llegada del Sanse obligó a Jon a realizar una excelente intervención.

Y antes de finalizar la primera una acción clave. Gran acción de Kepa, que se fue de varios rivales, para ser zancadilleado al borde del área por Baro. El árbitro señala la falta,  pero no se atreve a enseñarle la segunda amarilla al defensa madrileño. El Sanse se habría quedado, justamente, con diez hombres. Esa decisión del colegiado cántabro pudo cambiar el resultado final. Ucronía. Lo que pudo haber sido y no fue. Después, el Zamora lanzó tres saques de esquina seguidos, pero sin que nadie rematase.

Tras el paso por vestuarios, primer cambio en el Sanse. Se iba Llorente y entraba Iván Pérez. En el Zamora repitió el mismo once con que se inició el encuentro.

Buena salida del Zamora, con un lanzamiento de falta muy peligroso, ejecutado por Dani Hernández, que minutos después obligo al meta Bañuz a lucirse. Y el dominio rojiblanco se intensificó, con excelente acciones individuales de Kepa y Yanis, pero sus centros no encontraron rematador. Sin embargo, en jugada aislada, el Sanse disparaba al larguero. Minuto 57.

El Zamora estaba jugando sus mejores minutos desde hacía mucho tiempo. No encontraba oposición en el Sanse, que se enrocó en su zaga para sacar centros y balones lanzados desde los banderines de córner y a esperar alguna acción o fallo local para marcar.

Iglesias quiso buscar más presencia en el área rival, por lo que decidió sacar Herrera, el hombre que más se acerca a lo que caracteriza a un ariete, y a Luque, para empujar aún más en el centro del campo y llegar a los hombres de banda. Corría el minuto 64. Losada y Jorge Fernández se fueron a las duchas.

El Zamora pudo marcar poco después, en un cabezazo de Herrera, tras el saque de una falta, pero el portero desvió con su cuerpo para evitar el gol. Se sucedían los saques de esquina, producto del ataque continuo de los rojiblancos, que entraban por las bandas con verticalidad y habilidad. Pero la muralla madrileña impedía que el buen juego rojiblanco se premiase con un gol.

Y, como a este equipo le ha debido echar un mal de ojo, acción del Sanse, aislada por la izquierda. Borja lanza a puerta, el balón toca en Garay y se cuela por la escuadra de Jon. A partir de ese instante, el Zamora se cae. La psique colectiva de los rojiblancos entró en depresión. Iglesias se la jugó quitando a sus laterales y metiendo a otros dos delanteros, lo que les quedaba: Dongou y Baselga. Se la jugaba el técnico gallego, pero le salió mal. A partir de ese momento, el Zamora perdió la cabeza y su fútbol de ataque lo protagonizó balones bombeados al área, sin que nadie acertase a cabecear o chutar. Con solo dos centrales sobre el césped, el Sanse aprovechó la circunstancia para marcar. Molina ve a Jon adelantado y lanzó un balón que supero la estatura del meta vasco, y ya en el tiempo de prolongación, el tercer tanto madrileño, en otra contra. Triste final para un partido en el que el Zamora realizó una excelente segunda mitad hasta que marcó el Sanse. Después desapareció.

El público, enojado, pidió, mientras su equipo perdía, la cabeza de Villafañe. Pero, aunque el director técnico cesase, no habría remedio. Se concretó una plantilla con demasiadas carencias en verano. Movilla pagó las consecuencias. Y Yago Iglesias, a no ser que surja el milagro, también corre el mismo peligro.